La historiadora Angela Pellicciari, conocida para el lector en español por obras como La verdad sobre Lutero o Una historia de la Iglesia, acaba de publicar en Italia una intensa y documentada reivindicación de España: Una historia única. De Zaragoza a Guadalupe. Donde recuerda una doble gesta: la Reconquista frente al invasor mahometano y la conquista y evangelización de América.
Todo empieza, obviamente, con Cristóbal Colón, cuya figura está siendo en Estados Unidos objeto de un odio traducido en derribo de estatuas por las turbas de Black Lives Matter con la complicidad de las autoridades demócratas y el respaldo de los medios de comunicación sistémicos.
Pellicciari, quien ya defendió públicamente a los conquistadores ante el reciclaje de la Leyenda Negra en Italia, y a San Junípero Serra ante el reciente derribo de sus estatuas, hace lo propio con Colón en una reciente entrevista de Pietro Piccinini en Tempi, donde explica que hay que distinguir entre las posiciones personales de Colón y el papel histórico que desempeñó a las órdenes de Isabel la Católica.
Colón estaba inmerso, sin duda, “en una mentalidad esclavista”, tanto que “en 1454 incluso un Papa, Nicolás V, invitó al Rey de Portugal a esclavizar a cuantas más personas posibles, no solo entre los sarracenos, sino también entre los paganos”. Sin embargo, “Colón fue enviado a América por Isabel de Castilla, que tenía una mentalidad completamente distinta a la esclavista”.
Pero también hay que distinguir entre la colonización inglesa y la española: “Es verdad que Estados Unidos se construyó sobre la libertad de los calvinistas y de los masones contra la libertad de todos los demás. La historia de Estados Unidos es contraria a la de Suramérica. Isabel de Castilla quiso desde el principio la propagación de la Fe entre los pueblos indígenas suramericanos, impidiendo –impidiendo literalmente- que fueran reducidos a la esclavitud. Llegó a encarcelar a Colón y quitarle todo el poder que le había entregado en castigo por el comercio de seres humanos que llevaba a cabo el navegante genovés. Isabel no le había mandado al Nuevo Mundo para traficar con personas: le había mandado allí –según lo dispuesto por el Papa Alejandro VI en la bula Inter caetera- para anunciar el Evangelio. En los actuales Estados Unidos, donde mandaban los calvinistas, fue al revés: realmente hubo esclavismo y masacres. ¡Y pensar que han sido precisamente los ingleses y los estadounidenses quienes inventasen la leyenda negra sobre los españoles sanguinarios e imperialistas españoles…!”
Una revolución política
Con todo, Pellicciari considera injustificable la oleada de ataques contra los símbolos del pasado: “Reescribir el pasado suprimiendo las estatuas de sus protagonistas, quitar sus nombres de las calles, impedir que se hable de ellos en la universidad… son exigencias ideológicas, no existe justificación científica. Llamemos a las cosas por su nombre: aquí no se trata de purificar la memoria, estamos asistiendo a una revolución”.
Angela Pellicciari es doctora en Historia de la Iglesia y ha publicado importantes obras cuestionando la historia oficial del Risorgimento italiano.
La historiadora italiana recuerda “cómo nacen históricamente muchos movimientos violentos: nacen siempre en nombre de la justicia y desemboca en una revolución, que es el intento de ocupar uno mismo el poder”. Y se pregunta si, más que luchar contra el racismo, no será “una excusa para iniciar un movimiento violento, financiado tal vez por alguna entidad comprometida políticamente en impedir la reelección de Donald Trump en noviembre”.
Estamos, sostiene Pellicciari, ante “una nueva edición” del 68, con “la justicia como excusa para que explote todo lo peor que hay en los hombres. ¿Desde cuándo quien ama la justicia prende fuego a las ciudades, quema las iglesias, abate crucifijos o derriba las estatuas de santos como Fray Junípero Serra?”
Un movimiento anticristiano
Porque no se puede disimular la índole anticristiana del movimiento encarnado por Black Lives Matter: “Colón, ciertamente, quiere decir evangelización. Con todas sus limitaciones y pecados y desviaciones, participó en la evangelización del continente, logrando completar un proyecto cultural grandioso y riquísimo. Por eso me parece evidente que hoy estamos ante un movimiento revolucionario anticristiano”.
La prueba es que sea Colón su destinatario principal, y no la reina Isabel de Inglaterra, que hacía negocio con dos barcos negreros, o el filósofo liberal John Locke, padre ideológico del sistema norteamericano, que también ganaba dinero vendiendo esclavos.
“¿Por qué entonces ensañarse con Colón? También él era esclavista, es cierto, y fue castigado por ello. Pero al mismo tiempo llevó a cabo una empresa enorme favoreciendo la evangelización de los pueblos indios, liberándolos de un paganismo de crueldad hoy inimaginable. Algunos de aquellos pueblos causaban decenas de miles de víctimas cada año, arrancándoles el corazón para que alimentar al sol. Auténtica barbarie. Por eso creo que las campañas contra Colón y Fray Junípero Serra están animadas por el mismo sentimiento anticristiano, aunque el segundo fuese un santo y el primero mucho menos”.
San Junípero Serra, recuerda Pellicciari, hacía cientos de kilómetros en mula o a pie para bautizar y confirmar. Suyo es el Camino Real, “la única atracción histórico-artística de valor que hay en California”, una ruta que recorre la costa de norte a sur, señalada por 21 conventos fortificados. Y todos los grandes nombres del estado son religiosos: San Francisco, Los Ángeles, Santa Mónica, Santa Bárbara, San Diego… “Fray Junípero, ¿perseguidor de los indios? ¡Por favor, conservemos un poco de cerebro!”
La envidia
De lo que se trata, concluye, como en todo proceso revolucionario, es de destruir: "Para construir un mundo nuevo en el que ya no haya hombres ni mujeres, sino solo deseos que se hacen realidad gracias a la técnica, conviene no tener pasado. Así se podrá hacer ‘todo nuevo’. Es una constante de todos los proyectos revolucionarios. Lo escribió magistralmente François Furet a propósito de la Revolución Francesa: los revolucionarios miran al futuro porque el pasado no es el suyo, mientras que en el futuro ellos estarán en el centro del mundo y su poder no tendrá límites”.
Un impulso tras el cual está la envidia: “El paradigma de las revoluciones es Eva, la envidia de Dios, la superación de cualquier límite. La voluntad de destruir el pasado es una manifestación de ese sueño. Sin pasado, seremos libres de crear el futuro como nos parezca. Créame, estuve en el 68, conozco estos mecanismos”.