Michiel Peeters es un joven sacerdote, párroco de la parroquia universitaria Retorno de Cristo – Maranatha de Tilburgo, en la provincia holandesa de Brabante Septentrional, y capellán de su Universidad. Es un prestigioso centro académico, que figura entre los mejores de Europa en algunas disciplinas. Hace años, el padre Peeters puso en marcha una iniciativa mariana, al final de cada año académico, que atrae a un fiel grupo de estudiantes, católicos o no, en el contexto de un país fuertemente descristianizado que vuelve así sus ojos a la advocación de la Dulce Madre.
Lo cuenta él mismo en la página de la Fraternità San Carlo, bajo un evocador título:
Michiel Peeters, en una entrevista televisiva sobre su apostolado universitario.
Caminando durante las noches blancas
Desde que soy capellán de la universidad de Tilburgo, a partir del año académico 2012-2013, propongo para el último fin de semana de junio una peregrinación nocturna de la capellanía a la catedral diocesana de Bolduque (‘s-Hertogenbosch o Den Bosch). Aquí se venera a la Dulce Madre (Zoete Moeder) de Hertogenbosch, representada por una estatua medieval ante la cual cientos de personas que viven en una de las culturas más secularizadas del mundo, a menudo alejadas de la Iglesia, vienen cada día y encienden una vela para pedir ayuda para su vida.
La peregrinación –cinco kilómetros atravesando Tilburg, más otros veinticinco por campos y bosques–, ha sido ideada siguiendo el modelo de la peregrinación Macerata-Loreto, a la que había participado en varias ocasiones cuando era seminarista y, más tarde, como joven sacerdote. La idea de acabar el año juntos, con un gesto tan concreto y simple, llevándonos a nosotros mismos para recordar y agradecer a Dios todas las gracias recibidas y pidiendo la intercesión de la Virgen para el año siguiente, me ha parecido muy hermosa y útil.
En el cuadrante inferior derecho, el recorrido, Tilburg y Bolduque (Hertogenbosh), inicio y final de la peregrinación.
Empezamos a las 22:30 con la misa prefestiva en la capilla de la universidad. Después, tomamos un café. Exactamente a medianoche rezamos un Angelus en el exterior de la capellanía y nos ponemos en marcha. Participan 20 o 30 personas entre universitarios y personas del movimiento Comunión y Liberación. Como todas las otras actividades de la capellanía, la peregrinación está abierta a todos: entre los participantes siempre hay también protestantes y no bautizados. Sin embargo, el gesto, que incluye también el rezo de cuatro rosarios, es católico.
Al principio, a algunos les resultaba extraño, sobre todo a quienes proceden de la tradición calvinista, a los que les impresiona un poco todos esos Ave Maria. Pero la peregrinación, con su sencilla esencia, es capaz de acoger a todos. Cuando llegamos a la catedral, cansados pero felices por haberlo conseguido, siempre cantamos Romaria: «Ya que no sé rezar», dicen las palabras, «quiero sólo mostrarte mi mirada».
Romaria es un himno a Nuestra Señora de Aparecida. Pincha aquí para seguir la letra, en portugués.
La peregrinación se realiza a finales de junio (este año, del 30 de junio al 1 de julio), un fin de semana que no sólo marca el final del año académico, sino también el periodo de las noches blancas, las más breves del año: en Holanda, el sol se pone después de las 22 horas y el primer resplandor de la aurora se ve a partir de las 3 de la madrugada. Gracias a Dios, siempre hemos tenido un tiempo maravilloso, sin lluvia y, a menudo, con un cielo sereno que llena nuestros corazones de admiración y silencio con su miríada de estrellas. Durante la noche se ven las cosas que nunca se pueden ver en la ciudad: el cielo estrellado, la estrella de la mañana (cuando la vemos, entonamos siempre el canto de Claudio Chieffo en inglés), la aurora, que en tres horas pasa de los primeros resplandores a la luz plena.
La notte che ho visto le stelle [La noche que vi las estrellas] es una evocador tema compuesto en 2002 por el cantante católico Claudio Chieffo, que recuerda el descubrimiento del cielo en su infancia: “La noche que vi las estrellas ya no quería dormir, quería subir a lo alto para ver y comprender”. Pincha aquí para ver la letra completa.
Y el silencio, a veces interrumpido por alguien que, más o menos alegre, vuelve de una discoteca en bicicleta y que se queda asombrado ante ese grupo que canta o camina en silencio.
Después de rezar Laudes en la catedral, que abre sus puertas tan temprano para nosotros, y la oración personal delante de la Dulce Madre, ante la que depositamos nuestras hojas redactadas a mano con nuestras intenciones, caminamos otros dos kilómetros para llegar a casa de mis padres, que nos han preparado un desayuno estupendo. Normalmente comemos en silencio debido al cansancio pero, también, por la impresión, mayor de lo que pensábamos, que nos ha dejado este gesto.
Traducción de Elena Faccia Serrano.
Publicado en Cari Filii News