Los endemoniados de Illfurth, como son conocidos los hermanos Thibault y Joseph Bürner, son uno de los casos de posesión diabólica más impresionantes de la historia moderna. Rino Cammilleri lo ha recordado en Il Timone, en un artículo recogido por el portal mariano Cari Filii:
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Los endemoniados de Illfurth
Illfurth es una pequeña localidad de Alsacia del sur, tierra siempre en disputa entre Francia y Alemania y que hoy está en el departamento francés del Alto Rin. La zona se llama Sundgau. Cerca de la plaza principal, no muy lejos de la capilla de la Burnkirch (que no nos asombren los nombres, la región es medio germanófona), hay una gran estatua de la Inmaculada que tiene una historia singular.
La estatua de la Virgen en la Route d'Altkirch de Illfurth. Foto: Google Street View.
Fenómenos misteriosos
En 1864 dos niños, Thibault y Joseph Bürner, hijos de un vendedor ambulante, empezaron a experimentar extraños fenómenos. Podían leer las mentes y mover los objetos sin tocarlos. Los fenómenos eran cada vez más inquietantes: los dos eran capaces de expresarse en lenguas extranjeras, conversaban entre ellos en un francés perfecto a pesar de no saber todavía leer ni escribir y se retorcían en posiciones antinaturales. Thibault, de nueve años (su hermano tenía siete), cada vez estaba más delgado y pálido, casi esquelético. El médico cantonal de Altkirch no conseguía hacer un diagnóstico. Llamó a algunos reputados colegas para consultarles, pero también ellos tiraron la toalla.
El año siguiente fue peor: los dos hermanos se tumbaban sobre sus espaldas, empezaban a dar vueltas a una velocidad increíble y después, con una fuerza sobrehumana, estrellaban los muebles contra las paredes y caían casi desmayados, como si estuviesen muertos. Cuando se despertaban del estado comatoso, devoraban cantidades desproporcionadas de comida. Thibault a veces contaba que por la noche le perseguía un monstruo horrible con plumas. El hecho es que, después, se encontraba su habitación llena de plumas apestosas: quemadas, no dejaban ni siquiera la ceniza. A veces, a los dos, estando sentados, los lanzaba por el aire una fuerza invisible que los arrojaba contra las paredes. También se oía el grito ronco de un adulto provenir de sus voces, si bien sus bocas estaban cerradas. El párroco, Karl Brey, intentó hacer todo lo posible con objetos benditos, medallas, cruces, agua santa... pero una violenta furia se apoderaba de ellos cada vez. Los padres, Joseph y Marie Anne Folzer, estaban desesperados. Mientras tanto se esparció la voz y empezaron a llegar curiosos.
Exorcismos
También el alcalde Tresch quiso intentar ayudar, pero cuando oían los nombres de María y Jesús los dos niños se encolerizaban. No era posible mantener al margen a la opinión pública, y los periódicos empezaron a hablar del caso de Illfurth; naturalmente, debido al clima positivista de la época, lo ridiculizaron. Desenterraron el viejo cuento de Blancanieves (los hermanos Grimm, de habla alemana, habían muerto recientemente) y dijeron que los dos niños se habrían comido una manzana ofrecida por una bruja. De esta también dijeron que era una anciana a la que habían expulsado de su ciudad natal y que había llegado hasta esa zona.
El padre Karl [Charles] Brey, a la izquierda, y el obispo de Estrasburgo, Andreas [André] Räss.
Mientras tanto, se multiplicaban los testimonios que decían haber oído a los dos niños, que solo conocían el dialecto local, maldecir en latín y blasfemar sobre las cosas sagradas. Así, en 1868, el obispo, informado por el clero y el alcalde, ordenó un exorcismo y convocó para llevarlo a cabo a un grupo de benedictinos de la célebre abadía suiza de Einsiedeln; al mismo tiempo, una comisión de ilustres teólogos examinaba el caso.
Según el procedimiento, a los demonios se les ordenó identificarse. Thibault tenía dos, Oribas e Ypes, y cuando este último, que era sordo, prevalecía, el poseído no reaccionaba ni a un tiro de pistola disparado al lado de su oído. Joseph había sido poseído por Solalethiel, que respondía en un inglés impecable. El obispo de Estrasburgo, para cubrirse las espaldas, invitó al prefecto para controlar que no se tratase de una falacia ideada por los Bürner para sacar provecho, vista la creciente afluencia de curiosos en Illfurth.
La caída ante Ella
Los niños fueron separados y asignados a dos monjas de Niederbronn, a las que, si bien no las habían visto antes, llamaron por sus nombres religiosos y les preguntaron por sus parientes, diciendo sus nombres. A una de ellas, el más pequeño le pidió que le llevase la botella azul que tenía en su baúl que, cerrado, seguía en la estación. En 1869, Thibault fue llevado al orfanato de Shiltigherim, gestionado por monjas. Intentaron hacerle entrar en la capilla, pero sin éxito. La reconocía incluso con los ojos vendados y empezaba a ladrar. Durante el exorcismo tenían que sujetarlo entre cinco. Solo cuando, el 4 de septiembre, le pusieron delante la estatua de la Virgen, cayó sacando espuma por la boca. Cuando se despertó no recordaba nada.
A la izquierda, el exorcismo de Joseph. A la derecha, la Burnkirch de Illfurth.
El 27 de octubre fue el turno de Joseph, en la pequeña iglesia de Burnkirch. Y, también aquí, solo cuando se le repitió unas cuantas veces el nombre de la Inmaculada cayó, finalmente liberado.
El domingo hubo un solemne Te Deum y campanadas de celebración. En 1872 como recuerdo, fue inaugurada una gran estatua de la Inmaculada con debajo la inscripción: "In Memoriam perpetuam liberationis duorum possessorum Theobaldi et Josephi Bürner, obtentae per intercessionem Beatae Mariae Inmaculatae. Anno Domini MDCCCLXIX".
Thibault Bürner murió en 1871 con dieciséis años. Joseph se casó y murió con veintisiete años en Zillisheim en 1884, asistido por el padre Brey, que murió casi con setenta años en 1895 en olor de santidad.
Traducción de Elena Faccia Serrano.
Artículo tomado de Cari Filii.