La resurrección de Jesús no es un detalle cultural ni un tema menor. Es la clave de todo el cristianismo, de la fe de unos 2.200 millones de cristianos, incluyendo los 1.300 millones de católicos. "Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe", decía ya San Pablo. Si Cristo no resucitó, Jesús sólo sería un maestro judío, un filósofo con una moral, como muchos otros...
Pero, ¿podemos tener la certeza de que resucitó? ¿Qué evidencias históricas hay, qué indicios lo corroboran? Y ¿significa eso que también nosotros resucitaremos?
Estas preguntas y muchas más están respondidas por Antonio Macaya en su libro Un latido en la tumba (Vozdepapel).
Un médico que se hace preguntas... y recoge respuestas
Antonio Macaya es doctor en Medicina, licenciado en Ciencias Religiosas y diácono permanente en la diócesis de Tarrasa. Es médico en el Cottolengo del Padre Alegre en Barcelona, además de esposo y padre de cinco hijos.
Antonio Macaya es licenciado en Ciencias Religiosas y médico, veterano en el Cottolengo del Padre Alegre en Barcelona
Como médico, inicia este libro reflexionando sobre algo muy físico y médico: el latir del corazón resucitado.
"Había un corazón que llevaba dos días parado. Sus canales de calcio se cerraron un viernes. El domingo siguiente, uno de esos canales se abrió de repente y entraron en el interior de la célula muchos iones de calcio. Se generó el chispazo, el calambre, la descarga que se propagó por todas las células circundantes, de forma que no pudieron dejar de contraerse. Y la sangre salió bombeada con gran fuerza". ¿Fue así?
La Iglesia católica enseña que la resurrección sucedió realmente, históricamente. El cuerpo dejó de estar en la tumba. Cuando los discípulos empezaron a anunciar que el Maestro había resucitado, sus enemigos no exhibieron el cadáver ante todo el pueblo para cortar el rumor... porque no había cadáver. Los textos cristianos insisten en que decenas de personas vieron a Jesús resucitado en diversas ocasiones poco después de la crucifixión.
Analizando los textos: por qué son fiables
Durante más de 280 páginas, el autor repasa los textos antiguos sobre la Pasión y la resurrección y lo que la Historia ha descubierto sobre esa época, incluyendo datos históricos que se han ido consolidando en el siglo XXI y que muchos exégetas de los años 70 ni siquiera se plantearon.
Primero señala una serie de cosas que hasta historiadores muy reticentes pueden aceptar:
- que Jesús murió crucificado,
- que fue sepultado,
- que muchas personas declararon haberlo visto vivo tras su ejecución
- y que el sepulcro quedó vacío: no había cadáver para exhibir
Después el autor explica por qué son fiables los textos del Nuevo Testamento sobre Jesús y la resurrección. No tienen los rasgos de una invención mítica, ni de un texto fabricado para engañar, ni para hablar de la vida después de la muerte. Tienen los rasgos de la sinceridad desconcertada y desconcertante.
Así, por ejemplo, el Jesús resucitado es "inesperado, sutil, difícilmente reconocible". María Magdalena lo confundía con un jardinero. Los caminantes de Emaús no lo reconocieron durante un largo rato. Nadie inventaría un Resucitado difícil de reconocer.
Además, los testigos son insólitos, incómodos: no los que un falsificador elegiría. ¿Cómo es que se aparece primero a mujeres, consideradas de poco fiar, que apenas podían prestar declaración en juicios civiles? Y los autores ni siquiera han intentado cuadrar su relatos. No encaja nada con la hipótesis de una invención.
Tampoco tiene sentido hablar de que entre los hechos y los textos pasaron muchas décadas y tradiciones de generación en generación, deformando los datos. Los testigos son muy cercanos: es gente judía, o muy conocedora, en un contexto judío. Los textos son próximos a los hechos.
Los artistas han recogido la Resurrección según su sensibilidad,
pero los historiadores tienen su propio método... la Biblia, por ejemplo,
no recoge esta escena, nadie declara haberla visto así... y eso la hace más creíble
¿Alternativas a la Resurrección? Varias, pero más que dudosas...
A continuación, se plantea un juego de "escape room": ¿cómo escapar a la resurrección de Jesús? ¿Qué otras teorías se pueden dar? El autor da 5 posibilidades: que no muriera en la cruz, que su cuerpo fuera robado, que sus seguidores falsificaran los hechos creando un mito, que sus seguidores crearan el mito movidos por "experiencias psíquicas" o que, simplemente, no resucitó y ya (como dicen algunos cristianos que no creen en una resurrección real). Antonio Macaya explica por qué estas 5 posibilidades, además de anularse unas a otras, son menos creíbles que la resurrección.
La tercera parte del libro analiza con detalles los relatos de la Resurrección y sus aparentes contradicciones. También analiza la fiabilidad de los papiros y copias de textos antiguos que han llegado a nosotros ("muchos relatos y muchas y buenas copias"), comparándolos con cualquier otro texto de la Antigüedad.
¿Cómo responder? Con un gesto muy humano
Finalmente, si Jesús ha resucitado, ¿cómo debe responder el hombre? El autor, que tiene una larga experiencia como médico, propone lo que ve en el icono oriental en que Adán se arrodilla y toca con su mano la mano de Cristo Resucitado que sale del sepulcro. "Arrodillarme y tomar su mano. Es el gesto más razonable. El más humano durante la agonía de un familiar. El menos absurdo durante un entierro. El más adecuado en el momento de entregar la vida en el matrimonio. El más bello de los gestos que hacen los papás y las mamás cuando acuestan a sus hijos".
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Artículo publicado originalmente por Religión en Libertad el 26 marzo 2019.