A punto de estrenarse (el 17 de noviembre) su segunda película sobre Carlo Acutis, El latido del cielo (que ha co-dirigido junto a Borja Zavala), José María Zavala sale de nuevo a las librerías con una obra novedosa en su bibliografía.
Aunque es uno de los grandes divulgadores históricos del mundo literario español (ahí están sus numerosos títulos sobre la Guerra Civil o sobre la dinastía Borbón) y un autor bestseller en el ámbito religioso (con sus libros sobre el Padre Pío o el descubrimiento para el gran público de figuras como la Madre Esperanza o fray Sebastián Sillero), Zavala nunca había publicado una obra apologética en sentido estricto.
Últimas noticias de Jesús (Espasa) lo es. A lo largo de doce apasionantes capítulos, profundiza en lo que se sabe sobre sendas pruebas históricas sobre Jesucristo y los Evangelios y la precisión y veracidad con la que éstos reflejan su vida.
-El objetivo era "dar razón de la fe" con argumentos contundentes, un lenguaje asequible y sosteniendo la atención del lector. Parece conseguido...
-Divulgar resulta esencial en cualquier ámbito de la cultura, y no digamos ya en el estrictamente científico. El gran reto es combinar rigor con amenidad. Hay libros de historia muy rigurosos pero muy aburridos también, y al contrario: poco o nada rigurosos, aunque sean entretenidos. Siempre me he propuesto escribir con rigor y seriedad para todos los públicos, pero a ser posible sin hacerles bostezar.
-¿Qué ha supuesto para usted un libro tan singular en su bibliografía?
-Escribir este libro me ha servido para descubrir aspectos de la vida de Jesús que ignoraba y, como consecuencia de ello, para acercarme todavía más a Él. Pero, sobre todo, mi intención ha sido desde el principio contagiar a los demás, creyentes y no creyentes, el amor que siento por Jesús. Es, en este sentido, un libro para todos los públicos que constituye la prueba fehaciente de que cuando hablamos de Jesús la fe y la ciencia se complementan y van de la mano.
-Muchos ateos dudan de la existencia histórica de Jesucristo...
-Antes de nada, no creo que haya muchos ateos sino en todo caso agnósticos, que es distinto. Casi nadie niega hoy la existencia histórica de Jesús de Nazaret, pues eso sería como afirmar que el emperador Julio César o incluso el más reciente Napoleón Bonaparte tampoco existieron. Cosa diferente es admitir que Jesús tenía dos naturalezas: humana y divina. Pero la historicidad de Jesús es incuestionable y no sólo a la luz de los Evangelios. El historiador judeo-romano Flavio Josefo, por ejemplo, nos habla de Él.
-Y los propios Evangelios, ¿son fiables como fuente histórica?
-A los incrédulos, destinatarios principales de este libro, les muestro el descubrimiento del osario de Caifás, el sumo sacerdote que condenó a muerte a Jesús, o la inscripción del prefecto Poncio Pilato en Cesarea Marítima. Ambos hallazgos arqueológicos, entre otros muchos, nos confirman la existencia de estos personajes que aparecen en los Evangelios.
-¿No es paradójico que las principales confirmaciones arqueológicas sobre la historicidad de Jesucristo hayan llegado en los últimos dos siglos, justo cuando empezaron a cuestionarla algunos biblistas?
-Me parece increíble que la crítica bíblica y el estudio en serio sobre la historicidad de Jesús y de los Evangelios comenzasen tan tarde, en el último tercio del siglo XVIII con Reimarus, catedrático alemán de lenguas orientales. ¿Es congruente semejante omisión histórica con el personaje más relevante de la Historia, valga la redundancia, y con independencia de que, además de hombre, fuese Dios? Cierto que la ciencia ha avanzado mucho y que la arqueología, en este caso, ha emergido con gran fuerza en el último siglo. Pero, sea como fuere, no deja de ser una curiosa paradoja.
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-¿Es entonces correcta una aproximación apologética a la fe desde la razón y la ciencia?
-La existencia de Dios no es sólo una cuestión de fe, sino que puede demostrarse también a la luz de la razón. San Agustín de Hipona y su teoría de "la Causa incausada" es uno de los muchos ejemplos. Durante demasiado tiempo se ha creído que la ciencia nada podía aportar a la religión y que para profesarla sólo era necesaria la fe, que es un don de Dios. Cierto, pero no debe olvidarse que fe y ciencia se complementan y no están reñidas. ¿Acaso no nos ratifica si cabe aún más en la historicidad de los Evangelios que la corona o más bien casquete de espinas se conserve hoy en Notre Dame de París, o que la Sábana Santa pueda venerarse en las diversas ostensiones celebradas en Turín? Recientemente, el Papa Francisco ha acogido con alborozo una réplica de la llamada "Barca de Pedro" en los Museos Vaticanos.
-Usted le consagra un capítulo donde recuerda que en ella caben, aunque apretadas, trece personas...
-En una embarcación igual o semejante a esa, datada en el siglo primero, Jesús surcó las aguas del Lago de Genesaret con sus discípulos. Es increíble, pero cierto.
-Uno de los capítulos más impactantes del libro es el que habla del Santo Grial, que no se salvó gracias a un Indiana Jones...
-O sí... Fue una "Indiana Jones" valenciana, María Suey Vanaclocha, quien puso a salvo el Santo Grial el 21 de julio de 1936, en plena Guerra Civil española. Gracias a que ella lo custodió en su domicilio familiar aun a costa de poner en riesgo su propia vida y la de sus seres queridos, se conserva hoy en la Catedral de Valencia. Esta historia tan desconocida es, en efecto, una de la más subyugantes de todo el libro.
-El capítulo sobre la corona de espinas es apasionante: no existe constancia histórica de ningún crucificado con corona de espinas...
-Así es. Sólo a Jesús, que se tenga constancia histórica, se le crucificó con un casquete de espinas. Gracias a Dios, este bonete se salvó de las llamas en abril de 2019, cuando la catedral de Notre Dame de París ardió como una falla, a imagen y semejanza de lo ocurrido en Turín, donde el pompieri Mario Tremattore salvó a la Síndone del fuego.
-En "Últimas noticias de Jesús" menciona con frecuencia a Santa Catalina Emmerick. ¿Tanto valor tienen sus visiones, tan precisas?
-El hallazgo de la Casa de María de Nazaret, en Éfeso, es un ejemplo impresionante. Un grupo de arqueólogos descubrió la vivienda siguiendo las indicaciones de Santa Catalina Emmerick, quien no se movió de su cama, enferma como estaba, durante años enteros. Pero bastó esa "brújula" de la santa para que los exploradores dieran milagrosamente con su paradero.
-Este estudio le ha obligado a investigar numerosas reliquias. ¿Es la Iglesia rigurosa en su autentificación?
-Me remito a San Juan Pablo II, quien dejó en manos de los científicos las pruebas pertinentes sobre la Sábana Santa, que el denominó "Espejo del Evangelio". Muchas de las principales reliquias de la Cristiandad se conservan en templos religiosos, como el Santo Sudario de Oviedo, el Santo Cáliz de Valencia o el "Lignum Crucis" de Santo Toribio de Liébana, sin ir más lejos.
-Ha citado la Sábana Santa. Ninguna reliquia, evidentemente, es tan potente. ¿Tenía alguna idea preconcebida antes de este estudio?
-Hay muchos detalles que desconocía. Por ejemplo, que a Jesús se le consideró cojo durante siglos y así se le representa de hecho en la iconografía oriental. La razón es que en la Sábana Santa, precisamente, apenas se percibe la huella del pie izquierdo por la sencilla razón de que fue taladrado en la Cruz sobre el derecho, cuya huella sí se distingue por completo. Curioso, ¿verdad?
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