El caos creado en Europa del Este tras la Primera Guerra Mundial (1914-1918) se acentuó antes y durante la Segunda (1939-1945), con fronteras volátiles y amenazas e invasiones de las grandes potencias y sus aliados. En ese maremágnum, numerosos hombres de Iglesia adquirieron un papel político relevante, incluso como gobernantes en ejercicio.
Rino Cammilleri recuerda a uno de ellos, Augustin Voloshin (1874-1945), en su sección Il Kattoliko del mensual italiano de apologética Il Timone (nº 214, febrero 2022):
Augustin Voloshin, el sacerdote-presidente, héroe de Ucrania
Hace algunos años recordé en Il Kattoliko la triste historia de monseñor Josef Tiso (1887-1947), sacerdote católico que fue presidente de Eslovaquia después del desmembramiento del Imperio austrohúngaro y que consiguió mantener a su país independiente en medio del desastre general. Resumamos brevemente.
Tras una larga carrera política, Josef Tiso se convirtió en presidente de Eslovaquia entre 1939 y 1945.
Los tratados posteriores a la Gran Guerra habían creados Estados artificiales como Checoslovaquia y Yugoslavia, uniendo con cola a pueblos que, hasta ese momento, se habían detestado cordialmente. Después de que Hitler anexionara Bohemia y Moravia [crisis de los Sudetes, que las bordean], la parte eslovaca de la ex Checoslovaquia se confió a un sacerdote, Josef Tiso, que para mantenerla como entidad política autónoma tuvo que ingeniárselas con el nuevo y molesto vecino, el Tercer Reich (que, efectivamente, no tardó en anexionarse Austria).
Checoslovaquia, tras la Primera Guerra Mundial. En 1992 se separó en dos países, Chequia (Bohemia y Moravia) y Eslovaquia.
Cuando la Alemania nazi cayó, la venganza de los vencedores, los comunistas, llevó a Tiso al cadalso como "traidor". A partir de entonces cayó sobre este sacerdote católico, sinceramente patriota, la leyenda negra, una de las muchas que este espacio intenta sacar a la luz desde hace veinte años.
Voloshin, otro sacerdote en el poder
Otro sacerdote-presidente del que se ha perdido la memoria es Augustin Voloshin, y para contar la historia debemos ampliarla.
La caída de los zares en 1917 y la revolución bolchevique hicieron caer en el caos, en poco tiempo, no solo al Imperio ruso, sino también los países circundantes. No olvidemos que Lenin había vuelto a su patria para conducir la revolución con el dinero y la ayuda de los servicios secretos alemanes (el famoso "tren blindado"). Alemania, que combatía la Gran Guerra en dos frentes, necesitaba cerrar uno y Lenin mantuvo su palabra.
El Imperio Austro-Húngaro mantenía unidas a comunidades nacionales de cultura y lengua muy distintas. La Primera Guerra Mundial y la revolución bolchevique provocaron un estallido nacionalista.
Rusia salió enseguida de la guerra y cedió a los alemanes casi un tercio de su territorio, incluidas las poblaciones y las fábricas. No solo estalló una guerra civil entre los "rojos" y los "blancos", sino que se desencadenó una miríada de movimientos independentistas que Lenin había prometido al principio sin pensar que en un imperio interétnico e interreligioso (había regiones musulmanas y budistas) todos aprovecharían la oportunidad.
Cuando se dio cuenta del desastre, Lenin le encargó a Trotski que pusiera en marcha el Ejército Rojo para devolver a todos a la unidad original, lo que se llevó a cabo con masacres inimaginables.
Entre rutenos y rumanos
En lo que nos atañe, en 1918 ya había nacido la República Ucraniana Occidental, a la que se adhirió Rutenia oriental, que estaba bajo poder de Hungría. Pero el ejército húngaro la devolvió a casa. Para entonces, las declaraciones del presidente estadounidense Wilson sobre el derecho a la independencia de los pueblos habían caldeado tanto los ánimos que Rutenia occidental, de etnia eslava, se autoerigió en República Krajina independiente de Hungría, con capital en Mukachevo y Augustin Voloshin, sacerdote greco-católico, como presidente.
En el extremo occidental de Ucrania, fronteriza con Eslovaquia, se encuentra Rutenia, la región que presidió Voloshin como entidad temporalmente independiente.
Pero, en el caos al que hemos aludido (y que se terminó solo muchos años después), también había una guerra entre Polonia y Ucrania. Rumanía, aliada de Polonia, ocupó Bucovina, que formaba parte de Ucrania occidental. La parte oriental, la República Krajina, fue invadida por las tropas checoslovacas.
Por otra parte, en Rutenia también entraron las tropas ucranianas. Los rumanos, para impedir que los checoslovacos ocuparan otro territorio, invadieron Transilvania y entraron en la República Krajina. Solo los detuvo el chasquido del látigo de la Triple Entente (Inglaterra, Francia, Italia y Estados Unidos) que temía que sus aliados se enfrentaran entre ellos cuando aún no había acabado la guerra mundial.
De las matemáticas a la política
Y llegamos a nuestro Augustin Voloshin. Nacido en Kelechin en Rutenia (Ucrania carpática) en 1874, estudió teología y después se doctoró en la Universidad de Budapest. Tras ser ordenado sacerdote, hizo carrera eclesiástica y en 1924 fue nombrado Camarero secreto de Su Santidad.
Profesor de matemáticas hasta 1917, escribió varios libros de texto para escuelas que abordaban temas que iban de la lógica a la aritmética, de la gramática a la lengua rutena y la lengua rusa. También era redactor de la revista científica oficial del reino de Hungría, Hayka (Ciencia), así como del periódico de la Iglesia greco-católica. En 1920 fundó el semanario Libertad y la Liga de Docentes. En 1939 se le prohibieron estas actividades cuando Hungría se anexionó Rutenia.
Presionado por el prestigio que había alcanzado, en 1918 había aceptado entrar en el Parlamento ruteno, del cual sería elegido posteriormente presidente.
Tras las vicisitudes que hemos visto, en 1919 Rutenia, objeto de la lucha entre vecinos famélicos, pidió y obtuvo federarse con la recién creada Checoslovaquia. Augustin Voloshin, que mientras tanto se había convertido en el jefe del Partido Cristiano ruteno, fue acogido en 1925 en el Parlamento de Praga. Sin más incidentes se llegó hasta 1938, cuando fue elegido presidente de la llamada Región autónoma de Ucrania de los Cárpatos.
Proclamación de la independencia de Ucrania de los Cárpatos, el 15 de marzo de 1939, con la elección como su presidente de quien ya lo era de la región, el propio Voloshin.
Duró poco. El año siguiente, Hitler empezó a coger trozos de Checoslovaquia. Augustin Voloshin intentó, como hizo el eslovaco Tiso, mantener la independencia de su país, del que había sido elegido mientras tanto presidente. Pero pronto tuvo que huir a Rumanía, mientras Rutenia era ocupada por la germanófila Hungría.
La muerte a mano de los soviéticos
Augustin Voloshin fue a Praga, donde se mantuvo sin llamar la atención hasta 1944. Ese año los soviéticos ocuparon Rutenia y la anexionaron a Ucrania. En 1945 entraron en Praga y se apresuraron a arrestar a Augustin Voloshin, al que la policía política NKVD (antecesora del KGB) llevó inmediatamente a Moscú y encerró en la cárcel de Butyrka. A partir de ese momento lo único que se sabe es que murió en ella al cabo de pocos meses. También se desconoce el lugar de la sepultura, siempre que tuviera una.
Monumento a Augustin Voloshin en Uhzgorod, en la Transcarpatia, la Ucrania de los Cárpatos o Rutenia que presidió. Foto: Zakarpattya.net.ua
Pero el tiempo pone todo en su sitio, al menos en su caso. En 2002 el gobierno lo proclamó Héroe de Ucrania y le concedió los correspondientes honores. ¡Ah!, si no se orientan con todos estos cambios de nombre de los lugares, nombres políticos, claro está, no se preocupen. Yo también, incluso después de haber estudiado lo que siguió a la revolución bolchevique, acabé teniendo dolor de cabeza. Como he dicho, fue literalmente un caos, con repúblicas que surgían como hongos donde antes había solo cuatro imperios que mantenían unidos a los pueblos más dispares.
Nacían, cambiaban de nombre con cada invasión y se apagaban, para después surgir de nuevo con otro nombre. Hasta que el Telón de Acero hizo caer su rojo sudario sobre todo.
Traducción de Verbum Caro.