En 1962 publicó La Galaxia Gutenberg y con ese libro cambió la perspectiva que tenemos sobre los medios de comunicación. Marshall McLuhan había nacido el 21 de julio de 1911 en Edmonton (Alberta, Canadá), y cuando murió en 1980 su nombre ya se consideraba como uno de los más influyentes en la filosofía social del siglo XX.
Sociólogo, filósofo y crítico literario, doctor en Letras por Cambridge, sus estudios teóricos sobre la transmisión del conocimiento y de los mensajes le valieron nueve doctorados honoris causa en reconocimiento a sus treinta y tres años como profesor en la Universidad de Toronto. Su copiosa obra aún sigue investigándose e interpretándose.
Le debemos conceptos como "aldea global" o ideas como "el medio es el mensaje" que forman ya parte de la cultura general, síntesis simplificadoras de un pensamiento muy rico que comenzó limitándose a analizar la realidad del mundo moderno, para terminar valorándola.
De espíritu conservador, "era totalmente contrario a los cambios operados por los medios de comunicación. Como persona verdaderamente instruida, veía al diablo en los medios, y los consideraba responsables de la inminente pérdida de la identidad privada del individuo", explicó a L´Avvenire el profesor Derrick de Kerckhove, uno de los sucesores de McLuhan en su cátedra de Toronto.
El célebre cameo de Marshall McLuhan en 'Annie Hall' (1977) de Woody Allen muestra la importancia de su nombre y sus ideas en la cultura popular de la época.
McLuhan, procedente del anglicanismo, se convirtió al catolicismo el 30 de marzo de 1937, como resultado de un proceso que tuvo un arranque singular y, como tantas veces, imprevisto.
Dame ése, toma éste...
Se encontraba un día dando un paseo con su amigo William Thomas Easterbrook, cuatro años mayor que él y muy pronto uno de los más prestigiosos economistas canadienses, cuando decidieron entrar en una librería de viejo.
Tras una hora revolviendo entre anaqueles, como dos buenos amantes de los libros, ambos salieron de la tienda con uno bajo el brazo.
McLuhan, el hombre de Letras, con un texto sobre distributismo, teoría económica que difundieron G.K. Chesterton y Hilaire Belloc y que estaba entonces en boga en Canadá en buena medida por la actividad de Louis Even y sus Boinas Blancas.
Easterbrook, el economista, con un texto de un gran hombre de Letras, el propio Chesterton: Lo que está mal en el mundo.
En cuanto ambos satisficieron su curiosidad por la adquisición del contrario, llegaron rápidamente a un pacto que resolviese la aparente anomalía: un "dame ése y toma éste" que puso al autor de La Galaxia Gutenberg sobre la pista de otro converso como Chesterton, cuyo libro terminó de aclararle las cosas tocante a cuál era la verdadera Iglesia.
Católico "de la peor especie"
Tanto, que McLuhan escribió frases que muy bien podrían formar parte del sentencioso elenco chestertoniano. Como ésta, bello homenaje a la difícil humildad del intelectual cuando reconoce la Verdad: "En la Iglesia no se entra con ideas en la cabeza... sino de rodillas".
Un día, un periodista le entrevistó en su despacho de la Universidad de Toronto y le preguntó por el crucifijo que tenía colgado en la pared. "¿No será usted católico?", le preguntó. La respuesta fue muy clara: "¡De la peor especie! Un converso".
Publicado en ReL el 8 de junio de 2011 y actualizado.