Entre los siglos XVI y XVIII, se desató una implacable persecución contra la Iglesia católica en Irlanda por parte de las autoridades inglesas.
De forma clandestina, fieles y clérigos empezaron a celebrar la misa, ceremonia prohibida, en montañas y acantilados, para escapar de los “cazadores de sacerdotes”. Usaban como altares grandes piedras que hoy se recuperan como testigos mudos de la fe de los católicos perseguidos.
Los orígenes de la persecución religiosa en Irlanda e Inglaterra
Cuando en 1534 Enrique VIII decretó el Acta de Supremacía, tomó el control de iglesias y monasterios, cortó con Roma y se divorció de su esposa Catalina de Aragón, con quien había tenido una hija, María Tudor. Cuatro años después, el monarca fue excomulgado. Por su fidelidad a Roma hizo ejecutar a quien había sido ministro de confianza, Tomas Moro , al obispo Juan Fisher (el único obispo inglés que le plantó cara) y -con terribles tormentos- a varios cartujos y religiosos que no cedieron a sus órdenes.
Durante su reinado, el dominio inglés se fue extendiendo por zonas de Irlanda.
Prohibición de la Misa y genocidio de la población católica
Eduardo VI, hijo de Enrique VIII, que gobernó de 1547 a 1553 prohibió el Santo Sacrificio de la Misa.
Para principios del siglo XVII, la corona inglesa controlaba casi toda la isla vecina. Las iglesias católicas fueron confiscadas y los sacerdotes católicos se replegaron a la clandestinidad.
La persecución llegó a su punto álgido con la invasión de la isla por el Lord Protector Oliver Cromwell, en 1649. El Jefe de Estado en funciones hizo caer en el olvido la celebración de la Navidad durante 13 años y perpetró un auténtico genocidio de la población católica. Fue una de las grandes masacres de la historia contra población civil europea.
Durante todo este tiempo se desarrollaron multitud de leyes contra los católicos, especialmente entre 1695 y 1756.
Según estas leyes, los católicos no podían trabajar al servicio del estado o del ejército ni dedicarse a la educación. Tampoco podrían tener tierras. Debían pagar cuotas e impuestos a la iglesia reformada.
Escuchar o celebrar misa estaba perseguido con la muerte, y los “cazadores de sacerdotes” se enriquecían atrapando clérigos católicos.
Grandes pedruscos que se convirtieron en lugares sagrados
Pero los sacerdotes no estaban dispuestos a renunciar a la celebración de la Misa ni a la atención de sus fieles.
A mediados del siglo XVI, cuando comenzó la persecución, los católicos de Irlanda empezaron a recurrir a las misas al aire libre, en cumbres y acantilados, para poder continuar accediendo a los sacramentos.
Hilary Bishop es una de las mayores expertas en la temática, a la que ha dedicado su doctorado de investigación. La profesora de la Liverpool Business School e investigadora del Consejo de Investigación de Artes y Humanidades destaca la relevancia de esta tradición en la mentalidad irlandesa.
El sacerdote Jim Lenihan, celebrando la Santa Misa en uno de los altares de la diócesis de Kerry.
“A pesar de que las autoridades protestantes se apropiaron de iglesias y capillas, la misa continuó celebrándose en secreto”, explica. “Con frecuencia se celebraba en zanjas o debajo de árboles y arbustos, así como en altares al aire libre conocidos como Mass Rocks”. Es decir: rocas de misa.
Los fieles transmitían de padres a hijos la localización de estos altares naturales, al aire libre.
“No importa con quién hablaras, todo el mundo parecía saber dónde encontrar uno”, explica.
“Eran secretos, pero sus ubicaciones se han transmitido oralmente. La gente los elegía por la ubicación que potenciase su resonancia”, entre otros factores.
Mapas, tradición oral y transmisión de secretos: así se llegaba a Misa
La pasión de Bishop por estas celebraciones litúrgicas le llevaron, además, a la creación de un sitio web donde puede consultarse gran parte de la información y localizaciones disponibles sobre estas misas clandestinas.
“Actuando como puntos de referencia para la comunidad católica y escondidas de las miradas de las autoridades, son rocas difíciles de encontrar y no es posible visitarlos todos”, explica Bishop en su página especializada, Find a Mass rock.
“Mientras realizaba la investigación, iba a las granjas y tierras para entrevistar a los agricultores. Con frecuencia el conocimiento sobre sus ubicaciones se ha transmitido a lo largo de las generaciones y entre la familia”.
Destaca, además, otro elemento menos conocido pero importante para localizar estos lugares: los “caminos de misa”, que conectaban condados y ciudades con estos altares improvisados.
“Los caminos no solo se usaron para ir a misa. Los niños también los usaban como una ruta a la escuela y algunos, como Ballybrit en el condado de Galway, siguen en uso en la actualidad”, explica.
Cuenta que, la mayoría de ellos, no solo sabían lo que eran esos altares de piedra, sino que le indicaban dónde se encontraban, llamaban a familiares que conocían los emplazamientos o le sugerían que preguntase en las oficinas de correos. Tras concluir su investigación, contó cerca de 380 de estos altares solo en el condado de Cork.
“Pueden estar a 360 metros sobre el nivel del mar o en un bosque”, explica Bishop. “Rara vez son fáciles de encontrar, ya que fueron escondidos intencionadamente para que las autoridades no los encontrasen”.
Plano proporcionado por Ayuda a la Iglesia Necesitada de los altares de roca más significativos.
Concluida la persecución, explica que la dificultad para localizarlos reside en que los primeros cartógrafos omitieron sus ubicaciones. “Podría haber parecido un respaldo o legitimación del catolicismo”, explica. “Sin embargo, ahora aparecen cantidades enormes en los mapas y documentos arqueológicos”.
Otra de las novedades que expone Bishop en su investigación es que esta práctica, con toda seguridad, se realizaba 150 años antes de las leyes de finales del siglo XVII. Es decir, hacia 1550, en época de Eduardo VI, ya debían usarse algunas de estas piedras.
La tradición y uso de las “Mass Rocks” cobra cada día más relevancia en Irlanda. Actualmente, Ayuda a la Iglesia Necesitada organiza una campaña para promover el uso de estos altares de piedra donde los fieles irlandeses practicaron su fe en la clandestinidad.
Los sacerdotes regresan a las rocas: "Un privilegio único"
Tommy Johnston, del condado de Mayo, fue uno de los sacerdotes que ha podido celebrar misa en uno de los altares, en las montañas de Ox. “Hay una enorme roca con una superficie irregular sin ninguna indicación de que pueda usarse para un propósito tan sagrado. Quizá por eso se eligió”, explica el sacerdote.
“Su ubicación proporcionaba una amplia visión de los alrededores, por lo que los vigías, a los primeros indicios de peligro, podían alertar fácilmente a los reunidos para la misa”, contó a Aleteia.
El sacerdote recuerda su experiencia como “un privilegio único poder estar en un lugar sagrado para nuestros antepasados, que estuvieron allí dando testimonio de su fe, conscientes del peligro que implicaba”, explicó.
El sacerdote Shane Gallagher, celebrando misa en Lag an Aifrinn, en el conado de Donegal.
Sacerdotes y fieles mártires
Fueron precisamente esos riesgos, explican desde Ayuda a la Iglesia Necesitada, los que ayudaron a mantener a Irlanda fiel a la fe católica, a los fieles católicos y a los sacerdotes.
Uno de ellos fue el sacerdote Nicholas Mayler, que se quedó en su diócesis de Ferns en lugar de huir para cuidar de sus fieles. En la Navidad de 1653, durante la misa clandestina, los vigías divisaron soldados de Cromwell acercándose. Mayler sabía que le quedaban escasos minutos de vida, y entregó el cáliz a una de las fieles, la señora Lambert.
La mujer escondió el cáliz en el lago de Linkstown y lo recuperó cuando pasó el peligro y se lo entregó a la familia del sacerdote, que lo guardó durante 236 años. Décadas después, en el siglo XIX, un familiar del sacerdote mártir, el archidiácono Phipip Mayler, devolvió el cáliz a la iglesia. Hoy, es empleado en la misa de Navidad que se celebra en el mismo altar en que el sacerdote fue asesinado.
El altar de roca donde fue asesinado Nicholas Mayler en la Navidad de 1653, y en el que hoy se sigue celebrando misa.
De los miles de católicos irlandeses que fueron asesinados por su fe, 17 ya han sido declarados mártires, entre ellos los obispos Patrick O’Healy, Terencio Alberto O’Brien y Conor O’Devany, los sacerdotes Connon O’Rourke, Mauricio Mac Kenraghty o Dominic Collins y laicos como Matthew Lambert o Robert Meyler.
Más sobre este episodio de la historia de la Iglesia en Irlanda en este vídeo.