La editorial Sekotia publica “La verdad del amor. El reconocimiento de Dios como razón de la comunión”. El autor, Roberto Esteban Duque, sacerdote y doctor en Teología Moral por la Facultad San Dámaso, que publicara en noviembre de 2009 Ensayo sobre la muerte, acude a nuestra cita con el fin de poder conocer un poco más su último libro.

 
- Dígame, ¿por qué a un joven le podría interesar la adquisición del libro “La verdad del amor”?
- El libro no tiene un destinatario único. El hecho de que oscile, a veces de modo inopinado, entre el ensayo y lo divulgativo, permite un abanico o marco muy amplio de lectores: jóvenes y adultos, agnósticos de buena voluntad y cristianos comprometidos con el Evangelio. En todo caso, el joven encontrará un libro adecuado para vivir una correcta educación en el amor.

- Y su importancia en los momentos actuales, ¿cuál podría ser?
- El lector descubrirá en las páginas del libro cómo el discurso académico palidece ante la insoslayable actualidad. La auténtica revolución actual en la sociedad española hay que situarla en el ámbito cultural, donde el cristiano está insoportablemente arrumbado. Se trata de una mutación decisiva que sustituye la revolución socio-económica por la revolución sexual, familiar y moral, y que está impulsada por el legislador, con unas consecuencias dramáticas en la vida pública.

- ¿Qué quiere exactamente decir?
- Algo muy notorio: el amor se ha convertido en una realidad degradada, cuyo rasgo más saliente es la ausencia de definitividad. No sólo la sociedad y la hegemonía cultural europea hacen del amor humano un ensayo, un experimento con impredecibles resultados, exaltando la autonomía de la persona, sino que el mismo legislador devalúa el matrimonio y la familia, fomentando una profunda crisis demográfica y una verdadera desacralización de la vida. Las leyes están impregnadas de una devastadora “ideología de género”, de un odio a la naturaleza humana que destruye la unidad del amor, la necesaria unidad entre el amor, la sexualidad y la procreación. ¿Quién no advierte en este entramado la aceptación social del aborto, la promiscuidad ambiental, el paroxismo de los comportamientos homosexuales, los modelos alternativos de familia y la escasa importancia otorgada a las decisiones firmes o las promesas irrevocables?

- Un diagnóstico pesimista. O realista. Quizá interesa al potencial lector delimitar el contenido del libro. ¿Cuál es la tesis central?
- Una rápida y sucinta reflexión sobre “La verdad del amor” nos llevaría a sintetizar la centralidad del libro: la descomposición actual del amor humano es el resultado de la ausencia del Amor, que es Dios, en la vida. La tesis la proporciona el gran teólogo von Balthasar: el sentido último de la comunión entre los hombres radica en la presencia ante Dios. La condición de posibilidad de que yo me abra al otro es sentirme amado por Dios y amar a Dios. Esta sería la verdad del amor, el reconocimiento de Dios como razón de la comunión. En este sentido, el amor nos religa a Dios.

- Algo parecido decía Goethe, si no creo recordar mal: la tentación del hombre consiste en creer que con sus propias fuerzas puede hacer el bien y amar.
- El hombre abandonado a sus propias fuerzas es sólo ceguera y confusión, desvalimiento y miseria, pura posibilidad. Sólo Dios puede dar la acogida de la persona en su carácter definitivo. El amor en sí mismo es Dios, puesto que sólo Él es lo bueno que el hombre necesita. Santo Tomás de Aquino lo expresó bien con la fórmula “como el amante está en el amado”. Es el amor de Dios quien funda y posibilita nuestro amor.

- Defíname el amor...
- Más que definiciones, el amor exige ser vivido. Cualquier definición precisa una antropología previa y determinada. La verdad del amor es la verdad del hombre, imagen de Dios. La verdad del hombre es Cristo. Yo no concibo nada en mi vida si Dios no está presente. El amor, como bien dirá Benedicto XVI, es éxtasis, un salir al encuentro de Dios. La tragedia del hombre moderno es la incapacidad para recibir, mostrarse impermeable al sentido de la gratuidad. Al perder el Amor, no encontramos el amor; al perder el amor su trascendencia, el amor se hace relativo a lo inmediato, quedando clausurado en sus infinitas posibilidades, cayendo la persona en una evidente instrumentalización del amor.

- En el Prólogo de “La verdad del amor”, el cardenal Cañizares afirma que el destierro que padece el cristianismo es el punto de partida para la nueva evangelización. ¿Qué quiere decir el cardenal? Y, sobre todo, ¿qué puede hacer el cristiano en un mundo alejado de Dios?
- El hombre de hoy es un hombre secularizado; una secularización, como bien afirmaba Spaemann, que nace en el mismo cristianismo. Hoy existe una palmaria hegemonía cultural a la que el cristiano no puede replegarse. La complacencia ante las modas culturales no hace más atrayente el Evangelio. Nadie duda ya de la existencia de una enorme descristianización en Europa. Y sobre esta base, hay que evangelizar. La necesidad de una Europa recristianizada, que es la propuesta de Benedicto XVI, es absolutamente necesaria cuando del espacio cultural se expulsa a Dios y el creyente se inhibe acomplejado y vergonzante.
 
Respecto a su segunda cuestión, el cristiano tiene que ser “sal de la tierra”, una minoría creativa, religiosamente inspirada, capaz de rescatar a las masas de su decadencia. El desafío permanente al cristiano es el que nos hace el mismo Jesucristo: la radicalización del amor. Porque Dios nos ama sin medida, la sola comunidad digna de Él será aquella en la que sus miembros vivan permanentemente en el amor. Sabemos, dirá San Juan, que hemos pasado de la muerte a la vida si amamos.
 

- Usted aborda el amor desde el punto de vista teológico, pero también desde una perspectiva filosófica y literaria.
- Sí, en el ámbito filosófico destacaría la personalidad arrolladora de Kierkegaard, uno de los hombres que más y mejor, desde mi punto de vista, se han ocupado del amor. La idea central de sus escritos, y que rescato en mi libro, es recordar que sólo el deber de amar nos libra de la desesperación. Sólo cuando existe el deber de amar, sólo entonces el amor está garantizado para siempre contra cualquier alteración.
 
 Por otro lado, la literatura ofrece un modelo de amor oblativo, basado en el don de sí y en el bien del otro, que integra la voluntad y la razón, los sentimientos y los afectos, y que vive abierto a la Trascendencia. Esta sería, volviendo a su anterior pregunta, una buena definición del amor. Un amor así, capaz de perdón y de misericordia, podría estar ejemplificado en Crimen y castigo, de Dostoievski.

 
- Unas palabras finales que sirvan de colofón
- Quizá insistir en la urgencia del amor, la vuelta a la fórmula de Hölderlin cuando afirmaba que lo que debe venir es “el santo señorío del amor”, ante el que debe replegarse el egoísmo en todas sus formas. Un amor que, para el cristiano, es absolutamente ininteligible fuera del amor revelado en Jesucristo, en cuya comunión está la vida. Todo es gracia, puro don, fruto de un amor primero que se ha adelantado y posibilita que nosotros podamos amarnos.