Mark Twain, pseudónimo de Samuel Langhorn Clemens (18351910), creador de caracteres inolvidables como Tom Sawyer y Huckleberry Finn y autor de novelas célebres como Príncipe y mendigo o Un yanqui en la corte del Rey Arturo, dejó ordenado que su autobiografía no se publicase hasta pasados cien años de su fallecimiento.
El plazo se cumplió el pasado 21 de abril, y desde entonces el voluminoso texto, editado por la Universidad de California, ha alimentado los estudios y debates sobre su vida y obra.
Uno de los más interesantes es el que atañe a sus convicciones religiosas, uno de los puntos más problemáticos para los expertos. De hecho, Catholic News Service reproduce un artículo de Mike Latona que resume bien las dos posturas mayoritarias al respecto, una vez conocidas sus opiniones con detalle tras conocerse Autobiography of Mark Twain.
La primera opinión destaca multitud de elementos antirreligiosos en la obra de Twain. Como esta frase de sus memorias: «Hay algo destacable en nuestro cristianismo: malo, sangriento, inmisericorde, avaro y depredador... La nuestra es una religión terrible». Además, no creía en el cielo ni en el infierno ni en la inmortalidad del alma ni en la divinidad de Jesucristo.
Un estudioso de su obra, Michael Kiskis, considera que Twain no quiso que se conociesen sus puntos de vista antirreligiosos en toda su crudeza para que no bajaran sus ventas, aunque en Un yanqui en la corte del Rey Arturo hay claras alusiones anticatólicas, por ejemplo. En opinión de este experto, aunque el escritor creía en Dios, le reprochaba no ser compasivo con los hombres permitiendo que sufriesen, y próximos volúmenes de su autobiografía pendientes de salir mostrarán estos párrafos más crudos.
Otro experto, sin embargo, Anthony Pucci, valora elementos como que nunca hablase mal de su formación presbiteriana, que sus exequias fuesen en el seno de esa comunidad, que muchos de sus amigos fuesen pastores, o que la considerara por algunos su mejor obra, Juana de Arco, estuviese dedicada a esta santa en cuanto modelo de los ideales humanos.
Pucci considera que los ataques de Twain se dirigían más bien contra la forma en la que los cristianos tergiversaban o no vivían el mensaje de Cristo: «El rechazo de Huckleberry Finn se basa en la idea de que no eres mejor cristiano a causa de tu religión». O, en palabras del mismo Twain: «Si Cristo viviese hoy... lo único que no sería es cristiano». Según Pucci, pues, era la religión organizada, y no la religión en sí misma, la destinataria de las fobias del célebre literato, y de hecho considera que Las aventuras de Huckleberry Finn «es un gran libro para ilustrar el mensaje cristiano».
La polémica, pues, continúa a la espera de nuevos indicadores que los especialistas ya conocen y llegarán pronto a conocimiento del gran público.