Desde octubre de 2021, podemos acceder a la miniserie de 8 capítulos Dopesick, un drama médico y judicial muy fiel a terribles hechos reales que atrapa, inquieta y educa a partes iguales. En España la ofrece Disney+, en algunos países hispanos Star+. Dopesick se acaba de llevar el Golden Globe (Globo de oro) a la mejor miniserie de TV de 2021.
La cultura cristiana y la judía enseñan la idea de que, en principio, hay que fiarse de los médicos. En Eclesiástico, 38 (libro que Lutero quitó de las Biblias protestantes) leemos: "Dale al médico, por sus servicios, los honores que merece, que también a él le creó el Señor. La ciencia del médico realza su cabeza. El Señor puso en la tierra medicinas, el varón prudente no las desdeña".
Para la Biblia, el médico es un colaborador de Dios en algo bueno y sagrado. También para los griegos de la tradición de Hipócrates el médico juraba por los dioses cuidar y curar, no matar. El médico hipocrático no mataría ni envenenaría aunque se lo pidieran, ordenaran o pagaran por ello.
Pero ¿y si los médicos y farmacéuticos, de forma masiva, empezaran a recomendar y prescribir algo malo, algo dañino? No unos pocos, por error o maldad, sino toda una estructura construida a la vez sobre falsa piedad, ideología, inercia, afán de lucro y mentiras.
En el siglo XX lo vimos con la eugenesia, después con el aborto, y con las técnicas in vitro que fabrican, almacenan y desechan millones de seres humanos en edad embrionaria. En el s.XXI lo vemos en Occidente con la eutanasia, el vientre de alquiler , la pornografía ultra-adictiva, la marihuana accesible, las píldoras legalizadas para hacer abortos caseros y los experimentos transgénero de hormonación y mutilación en el cambio de sexo.
Si muchos médicos y asociaciones coinciden en apoyar esos horrores, si hasta hay un permiso legal oficial, ¿será que detrás hay buena ciencia y buena ética? (Pensemos por ejemplo en el manifiesto orgulloso en España de "médicos por la eutanasia", llamando sectarios a todos los demás.)
La serie Dopesick nos enseña que no, que no hay ética, que detrás hay márketing, sobornos, periodistas a sueldo, ideología al servicio de un negocio, asociaciones dóciles o cobardes, venta de mentiras confortables y una industria sin moral.
Lo hace contando la epidemia de adicción al OxyContin y a los opioides de acceso fácil en EEUU desde los 90 a nuestros días.
La serie sigue el libro de investigación real de Beth Macy Dopesick: Dealers, Doctors, and the Drug Company That Addicted America. Macy colaboró directamente en la teleserie, y mientras la rodaban seguían saliendo documentos y sentencias.
Se trata de una serie fascinante y también dura, que en muchos aspectos nos recuerda la magnífica miniserie sobre Chernóbil de 2019. Pero detrás de Chernóbil había una encartonada dictadura comunista, y aquí un sistema de mercado cuyos controles han fracasado una y otra y otra vez, con distintos gobiernos y administraciones.
Es una serie que puede ser adecuada a partir de los 16 años: cuenta con algunas escenas de sexo sin desnudos, bastante propaganda gay (aunque, como veremos, eso es curiosamente matizable) y muchas de personas drogándose y drogadas.
Una trama que salta por distintas épocas
Cada capítulo de la serie ofrece varias tramas que saltan entre distintas épocas. En los 90, los médicos empiezan a recetar esa droga, animados por los vendedores y su etiqueta engañosa.
En 2016 se produce el primer gran proceso judicial, con admisiones de culpabilidad y más sentencias en 2020 y 2021. Mientras tanto, se suceden los daños a gente sencilla y trabajadora que queda enganchada.
Los espectadores asistimos a la degradación de los adictos y el dolor de sus familias, el hundimiento de poblaciones rurales. Vemos su intento de salir de la adicción con los métodos de Alcohólicos Anónimos, pero el opioide es mucho peor que el alcohol, porque transforma por completo el cerebro. Asistimos a la escalada de avaricia y de engaños en la farmacéutica, Purdue Pharma, propiedad de la familia Sackler. Asistimos a intentos de investigar y frenar a los culpables, pero serán bloqueados por funcionarios y políticos ineptos o sobornados.
AVISO DE SPOILERS: A partir de aquí, detallaremos mucho sobre trama y personajes: quien no quiera spoilers, que deje de leer aquí
La religión es bastante importante en la serie. Uno de los tenaces investigadores es converso, se hizo cristiano a los 40 años, bendice la mesa para comer, se ofrece a rezar por sus compañeros enfermos.
Parece que se arrepiente de cosas de su pasado, que nunca explica. Habla de la fe con su compañero... sin llegar a contar su testimonio personal (lo cual suena raro: un converso suele contar su historia si le preguntan). Los abogados de la familia Sacker se lo explican a su jefe "para que veas que no vas a poder comprarlo".
"El fiscal Castle es cristiano, se convirtió a los 40 años, no vas a poder comprarlo"
Tampoco pueden sobornar a la hermana Beth Davies, religiosa de la Congregación de Notre-Dame que existe de verdad, veterana en luchas sindicales de los mineros y ahora volcada en ayudar a los drogadictos. Purdue ofrece dinero para tratar a algunos adictos, pero no retirar su droga adictiva. La religiosa impide el acuerdo diciendo a sus compañeros de lucha: "antes preferiría arder en el infierno". Parece que en la vida real dijo: "no podemos aceptar nunca dinero manchado de sangre". Nunca la vemos rezar, pero es evidente que su fe le da fuerza y protección.
Foto de la verdadera Hermana Beth Davies, de la Congregación de Notre Dame,
tenaz contra las drogas, mencionada en Dopesick; ella impidió que la farmacéutica
comprara al pequeño grupo de resistentes que denunciaba su droga letal
En la familia Sackler -de origen judío ucraniano, aunque la serie nunca lo señala- se mezclan varias ramas de parientes, que buscan enriquecerse y ser admirados. Los periodistas que los han investigado en la vida real admiten que es difícil conocerlos, especialmente a Richard Sackler, el que presiona para vender más y más dosis, más y más fuertes, para todo tipo de dolencias menores, generando la epidemia de adictos. Cuando llegan los informes sobre adicción y sobredosis, buscará que la gente acuse a los "drogatas" que abusan.
La película presenta a Richard Sackler como alguien cercano a un trastorno narcisista, incapaz de sentir empatía por los que sufren, incluyendo su esposa e hijos (en la vida real se divorciará). Busca solo prestigio y reconocimiento.
Admite que "soy distinto, no conecto con la gente". Y por eso logra aliarse con su prima, Kathe Sackler, que es abiertamente lesbiana (en la vida real y en la serie). "A ti también te miran distinto, tú tampoco encajas, tenemos que ayudarnos", le dice. Y juntos toman el control de la empresa para ser aún más despiadados. (La Kathe real decía en 2020 que no se arrepentía de nada y que "sabiendo lo que sabía entonces, no lo que sé hoy, habría hecho lo mismo"; vídeo aquí).
Bajo estas líneas, la familia Sackler en la visión de Dopesick; y con fondo naranja, la familia Sackler real
Por lo tanto, en la vida real tenemos que los héroes y las víctimas son personas cristianas que rezan. Hay gente en EEUU que querría pensar que la drogadicción es sólo cosa de negros pobres urbanos, de familia desestructurada. Purdue intentó reforzar esa idea.
La serie quiere mostrar otra cosa: las víctimas eran personas honradas y trabajadoras, blancas y cristianas, de zonas rurales, que trabajaban en la mina y en tareas físicas. Para sus heridas les dieron una droga diciéndoles que no era adictiva, y se quedaron brutalmente enganchados.
Los "malos" de la serie son blancos ricos... pero también son judíos y una lesbiana ejecutiva de éxito. En el cine actual de EEUU, con sus cuotas ideológicas e identitarias, para hablar mal de una lesbiana ejecutiva de éxito, se necesita compensar con personajes LGBT positivos y "víctimas". Y si hay demasiados cristianos, hay que compensarlo con descreídos. Y así nacen los personajes de ficción de la historia.
La minera lesbiana de ficción... pero hay detalles...
Betsy Mallum (interpretada magníficamente por Kaitly Dever) es la chica joven de ficción en la que encarnan los estragos de la droga. Hija única de un matrimonio cristiano, trabaja en la mina con su padre, que no deja que digan palabrotas cerca de ella. Cuando en casa comentan rumores de que una vecina llamada Grace es lesbiana, su madre dice que rezará por ella. Parece una tontería... pero seis capítulos después esa Grace estará felizmente casada con un marido y un bebé. Mientras tanto, ya en el capítulo 1 Betsy y Grace se acuestan y planean fugarse a una ciudad que acepte su relación.
Kitly Dever como Betsy en Dopesick; es un personaje de ficción que nos permite empatizar con todos los jóvenes destrozados por el Oxycontin; sus vivencias resumen las de muchos
Betsy queda enganchada al Oxycontin. Sus padres lucharán por ella, tratarán de ayudarla. La llevan a Alcohólicos Anónimos. En su iglesia organizan una oración de intercesión por ella, imponiendo manos, que la serie muestra de forma bastante respetuosa.
Betsy se deja llevar, y llegará a rezar desesperada, pero en muchas ocasiones en la serie repetirá que no cree, que no puede creer y punto. Nunca dice por qué, ni negocia o matiza en qué puede creer y en qué no. También insistirá en que su lesbianismo es clave para ella (incluso cuando lleve años sin novia). Suena falso, probablemente por ser una mezcla artificial de varias cosas.
Hay una escena absolutamente asombrosa, cuando el padre de Betsy va a pescar con el doctor Finnix. El padre comenta que ha oído que existen terapias y grupos de oración para dejar la homosexualidad. El doctor Finnix responde que rezar no hace daño a nadie, pero que los homosexuales no pueden cambiar, porque, dice, "hay un estudio que lo demuestra".
Los lectores de ReL saben que los estudios, en realidad, demuestran que el cambio sí es posible (como explicamos aquí). Pero lo interesante es que precisamente todo Dopesick se basa en denunciar que Pursue usó un único estudio pequeño y malo de una revista para basar todo su negocio de venta de una pastilla opiácea que quitaba el dolor sin adicción.
Todo Dopesick protesta por la mala ciencia, por citar estudios diminutos -en realidad, una Carta al Director- para legalizar una barbaridad. Los médicos de SEGM, opuestos a las cirugías de cambio de sexo, señalan que estas prácticas irreversibles y dañinas se han legalizado en numerosos países en base a un solo estudio, pequeño y malo, de 2014, a partir de 55 casos, sin seguimiento, nunca replicado. Es el equivalente en la industria transgénero a la frase engañosa "Oxicontin causa adicción en menos del 1% de los casos", la frase que Purdue repitió durante años.
Betsy, adulta joven, habla con el doctor Finnix; ella esconde a sus padres -pero no al doctor- que quiere fugarse con su novia; el doctor tiene buenas intenciones, pero la enganchará a la droga... y tampoco le ofrece alternativa a su autoetiquetado sexual
Los médicos dóciles que repiten la propaganda
Es terrible ver en la teleserie como los médicos, con su bata blanca, que se supone que saben lo que hacen, en los que confiamos... ¡se limitan a repetir lo que les ha dicho un comercial que les ha vendido la droga!
"Adicción en menos de 1%", "no tiene picos y valles como otros opiáceos", "no te triplico la dosis, solo te la individualizo"... frases inventadas por los ejecutivos para vender, repetidas como loros por los médicos. ¿Cuántos defensores de la eutanasia, de la eugenesia o de las mutilaciones transgénero hacen lo mismo?
En esta escena, la empresa se inventa la "pseudoadicción"; el dogma es que no hay adictos a esa píldora, así que los que tiene problemas son casos de "pseudoadicción"; así se lo dicen a los comerciales, y ellos a los médicos, que lo repetirán; una vendedora que protesta es despedida
Estos médicos bienpensantes pero inocentones, que engancharon a sus pacientes y luego se engancharon ellos mismos, quedan representados por el personaje del doctor Finnix. Lo encarna magistralmente el actor Michael Keaton, ganador de un Oscar, y recientemente premiado con un Golden Globe precisamente por este papel.
Su personaje se inspira bastante en un médico real, el doctor Stephen Loyd, que quedó enganchado al OxyContin pero se recuperó y ahora ayuda a adictos en un centro llamado Cedar Recovery, en Nashville. Pero los guionistas le han añadido experiencias de otros médicos: cómo los comerciales les visitaban, les invitaban a lujosos congresos, y les repetían que el dolor debía ser combatido, y para eso estaba su droga.
La serie recoge también otra táctica comercial: "si usted no receta nuestra pastilla contra el dolor, le denunciarán por mala práctica, por insensibilidad ante el dolor".
Es fácil pensar en frases similares en el negocio de la eutanasia o del cambio de sexo: "haga lo que pedimos o le meteremos en líos judiciales".
Algunos policías y fiscales tenaces
Por último, el trabajo de muchos policías e investigadores que se hicieron preguntas e indagaron pero fueron bloqueados por políticos y funcionarios corruptos queda representado por la policía negra Bridget Meyer (interpretada por una actriz que en 2018 declaraba ser LGTBI, Rosario Dawson, con lo que se cubre otra cuota obligatoria).
El espectador asiste asombrado a la acumulación de desidia y banalidad del mal durante 8 capítulos.
La agente Bridget esperaba encontrar cocaína o heroína... y se encuentra un medicamento legal, que es la causa de que se destruyan vidas y familias
Un técnico de la FDA aprueba una etiqueta especial, insólita, única, que dice que el opiáceo de Purdue no causa adicción, algo que ningún país europeo aceptaría. Poco después, se va a trabajar con Purdue cobrando un dineral. La DEA (la agencia antidroga de EEUU) lo investiga, pero la FDA se niega a rectificar incluso con decenas de miles de muertos sobre la mesa. Políticos de izquierda y derecha bloquean la investigación.
Asociaciones y revistas médicas contra el dolor, de nombres rimbombantes pero creadas y financiadas por la patronal, pantallas, hablan del derecho a combatir el dolor y vivir sin dolor (drogarse). Crean toda una ideología del sin-dolor que responde a una aspiración real, pero ofrece falsas salidas.
Una oficina de fiscal se vuelca en el caso y le dedica muchos años y muchos recursos. La agente Bridget -representando muchos policías reales- le dedican atención y esfuerzos. Aparecen chivatos y soplones que han salido dañados de Purdue y traen documentos. Salen libros enteros y documentales. Las familias de las víctimas mortales (se habla de 1 millón de muertos, otros lo bajan a 500.000) se dedican a ello en cuerpo y alma. Y pese a todos esos esfuerzos, en 2021 nadie de la familia Sackler ha sido juzgado, la familia ha pagado una multa ridícula ante sus brutales beneficios y los procesos judiciales, 25 años después, aún continúan, habiéndose condenado solo algunos ejecutivos medianos de la empresa.
Aplicar esta serie a la lucha de la buena ética médica contra la eutanasia, el vientre de alquiler o a las cirugías mutiladoras transgénero es descorazonador. ¡Qué fácil es convertir a los antaño sabios y nobles médicos en meros repetidores de consignas (y repartidores de drogas)!
Si después de tantos muertos y tanta investigación Purdue no admite sus horrores, ¿qué pasará con los médicos del negocio transgénero, que "solo" machaca, daña y mutila a unos pocos miles de adolescentes? ¿Y las eutanasias, donde los parientes pueden ser los que aspiran a "librarse" de su pariente problemático?
Si los vendedores de OxiContin siguen ahí pese al esfuerzo sostenido de 25 años de fiscales profesionales a tiempo completo, ¿qué pueden hacer contra el horror eutanásico, su opacidad y sobres cerrados, unos pocos activistas provida o unos pocos médicos de buena ética que le dedican ratos libres?
El doctor Van Zee y la hermana Beth Davies, personas reales que con tenacidad impulsaron la lucha contra el Oxycontin y su adicción; es posible ayudar a la hermana Beth contra las adicciones con donaciones en este GoFundMe
Y sin embargo, la teleserie y la investigación de Beth Macy muestran que vale la pena luchar. Señalan que en cierto momento, frente a una industria millonaria y hechos consumados inamovibles, se levantaron apenas un puñado de personas: la hermana Beth Davies, preocupada por los adictos; el doctor rural Art Van Zee y su esposa; la antigua farmacéutica Sue Cantrell y 4 parientes de víctimas que con la web OxyKills que crearon el grupito llamado RAPP.
Al principio, nadie les hacía caso, nadie recogía sus quejas. Hoy Dopesick toca millones de corazones por su perseverancia. Ojalá otras locuras de la medicina sin ética ni control (control real) se atajen pronto y ojalá perseveren los que deben denunciar esos males.
El director de Dopesick explica sus opciones artísticas: sí, quería que tuviera la tensión de una película de terror