“Me gusta que todas las culturas entiendan mi cine”
Gustavo Ron ya llamó la atención en 2006 con su “opera prima” como director, ‘Mia Sarah’. Licenciado en Comunicación por la Universidad de Navarra, había comenzado trabajando como guionista y, de momento, ha escrito el guión de sus dos películas. Ahora llega a los cines con ‘Vivir para siempre’, que comparte algunas características de su anterior película: la lucha por cumplir los propios sueños y un toque mágico.

En este artículo te presentamos la primera de las dos entrevistas que CinemaNet ha hecho a Gustavo Ron.

-¿Qué es lo que más le llamó la atención del libro de Sally Nichols, para convertirlo en película?
- Se podría decir que encontré el libro en el suelo, en FNAC de Barcelona, medio escondido en la estantería de abajo. Me gustó la contraportada: “Cosas que deberías saber sobre mí: me llamo Sam, tengo 12 años, tengo leucemia, y cuando leas esto ya estaré muerto”. Caray. Me lo leí en el AVE a Madrid y me conmovió. Me pareció una historia muy difícil, porque habla de dos niños que tienen cáncer, pero lo que me llevó a convertirlo en película es que no habla de la muerte para nada. Es una novela que te habla de las ganas de vivir, de los sueños por cumplir, de cómo luchar por las cosas que quieres que existan... Y, al final, el mensaje global es tan positivo que pensé que era todo un reto.

- ¿Un toque optimista para hoy en día?
- Sí. Oyes a mucha gente que estamos en crisis, y la gente no quiere llorar ni sufrir, sólo reírse. Pero la gente no es tonta, y se ve en los resultados de mercado: algunas comedias tontas, tanto en Estados Unidos como en España, han pinchado. Y, sin embargo, dramas con más inteligencia o más profundos están funcionando. E insisto: nuestra película no es un dramón; es un drama que tiene mucho de mensaje positivo.

- Sin embargo, la idea de la muerte no dejaría de estar presente en el rodaje. ¿Cómo se enfrentó el equipo a ella?
- Yo estaba muy obsesionado con que la película no iba sobre la muerte, y quería que todo el equipo tuviera claro que el mensaje de fondo era cómo cumplir tus sueños. Por eso, recopilé una serie de frases que se han dicho a lo largo de la historia sobre este tema, para que se viera que siempre ha estado presente. Ahora bien, dicho esto, cuando rodamos la escena en la que Sam muere, quería que los actores tuvieran una calma total, por lo que sólo estuvimos las personas fundamentales: los tres actores, el cámara, el pertiguista y yo. Quisimos que fuera muy intimista, muy real, nada dramática.

- ¿Cómo es dirigir sobre una historia que ha escrito otro?
- Lógicamente, tienes tu punto de vista. Si el escritor te deja hacer, ocurre lo que pasó con esta película. Yo la ambienté con una familia de clase media-alta, porque me parecía muy interesante contar la historia de la familia perfecta a la que, de repente, le ocurre algo que ellos no tienen medios para arreglar. Después conocí a Sally en persona, y cuando vio el set, me dijo que ella se había imaginado a la familia mucho más pobre. Entendí su punto de vista, ella comprendió el mío y no hubo problemas. La visualización de Sally sobre el papel es muy activa: hay dibujos, esquemas, anotaciones al margen… Yo quise llevar eso al cine, con cosas escritas sobre los fotogramas, imágenes de cartón como si las hubiesen hecho los chavales…

- Ya con “Mia Sarah” se hablaba de un formato como de fábula, mágico, y en esta película pasa lo mismo con esos recursos. ¿Está marcando su estilo?
- Ésta es mucho más realista que “Mia Sarah”. Pero sí tiene una parte totalmente imaginaria: las historias que cuenta Sam, a través de animación en 3D. Sam no ha salido de su ciudad en toda su vida, ni va a salir. Por eso, cuando habla de viajar a América o a Italia, o de tal cosa que ocurrió en el siglo XVI, teníamos que contarlo como él lo hubiera contado: en su cuarto, con dibujos y trozos de cartón.

- Ha escrito sus dos películas, así que no depende de otros guionistas para elegir sus proyectos.

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Soy guionista antes que director. Pero si encuentro un guión que sea la visión de lo que yo quiero hacer, me lo quedo sin reescribirlo. Sí puedo resultar un poco ‘puñetero’ a la hora de trabajar, porque me gusta valorar los ingredientes de la trama y de cada acto como guionista. Pero también he visto libros que dirigiría si los adaptara otro. De hecho, estoy empezando a trabajar con un guionista inglés para adaptar uno, y él va a llevar la voz cantante, porque me da muchas garantías.

- Cuando escribe y dirige, ¿cómo es el proceso de rodaje?
- En realidad, me desdoblo en dos personalidades. Como guionista, estoy acostumbrado a trabajar para otras personas, y sé cuál es mi rol. No me gusta dar órdenes de dirección, me quedo en descripciones y diálogos. Y, cuando los productores y yo consideramos que el guión está ya cerrado, lo cojo y lo empiezo a analizar como director, y a veces veo que algunas cosas deberíamos cambiarlas o quitarlas. En “Vivir para siempre”, hay una escena que mantuve hasta el último borrador pero no se llegó a rodar.

- Ha hecho una comedia y un drama. ¿Qué tipo de historias busca?
- Fundamentalmente, historias que me conmuevan. Me dan igual los géneros, las épocas o los estilos; pero necesito que me genere una pasión que pueda tirar de mí durante el año o dos años que dura el proyecto, no estar perdiendo la ilusión a los dos meses. Al promocionar “Vivir para siempre”, necesito hacerlo con las mismas ganas que cuando empecé a leer el libro. Y es así. De hecho, me encanta revivir ahora ciertos momentos.

Soy incapaz de ponerme a hacer una película por encargo. En algún momento no he querido hacer una película, aunque los ingredientes fueran muy buenos, porque no me sentía cómodo; al final, el que firma soy yo. En el fondo eso juega en mi contra, porque habrá muchos proyectos a los que diré que no. Pero es el camino que escojo. Quiero que todo a lo que pongo mi nombre tenga coherencia con lo que soy.

- ¿Considera su cine un cine social, al estilo de Capra?
- Objetivamente no, tal como hoy día se entiende: enfocado a las clases medias-bajas, con un tono mucho más documentalista y con dramas más desgarrados. Mi cine es un cine de personas, de parejas, de familias. Busco fundamentalmente que, aunque no es para niños, quizá lo vean y les guste. Me gusta abarcar a todo tipo de público, que mi cine pueda llegar a todas las culturas y que todas las culturas lo entiendan.

- ¿Qué es eso esencial, lo que le gustaría que nunca faltase en una película suya?
- Me gustaría que nunca faltaran relaciones entre personas, historias de amor, y lucha por lo que uno quiere conseguir. Si la película es de ciencia ficción o de época me da igual. Me daría pena que la gente fuera a ver una película mía, se riera, y saliera diciendo “vaya parida”. Me gustaría que la gente vaya a una película mía y diga: “Cómo me he reído, y cómo me ha gustado. Me he sentido bien, me ha hecho pensar”.

- ¿Un cine que inspire, o incluso que eduque?
- Sí, pero es muy difícil, porque hay una fina línea entre ser sutil y dar sermones. Mi primer objetivo es que la película sea entretenida sin ser superficial.

- ¿Cómo ve la industria en España?
- Yo creo que ahora mismo está en un momento brillante, porque, aunque se han producido menos películas este año, se han hecho más coproducciones internacionales que nunca, y eso es gracias a que el Ministerio de Cultura ha facilitado mucho la cooperación internacional. Se está abriendo el cine español hacia el cine europeo y, como en España hay muy buenos directores, comparados con otros países, cada vez más de ellos están teniendo trabajo fuera. Hay una nueva generación de gente a la que no le importa, e incluso está deseando, trabajar en Francia, en Alemania, y no digamos en Inglaterra o Estados Unidos.

También pasa otra cosa: el público quizá se ha cansado un poco de que todos los cineastas sean autores. Y lo que está reclamando es que existan unos cuantos autores (como Almodóvar, una marca que se vende en todo el mundo), pero otros muchos a los que no conoce casi nadie. Lo que quieren es un producto que se pueda ver. La prueba de que el cine español puede funcionar está en películas como “Celda 211”, 100% española, y un taquillazo que a la gente le encantó.

- Se comentó que era tan buena que no parecía española.
- Lamentablemente, nuestro país está lleno de tópicos y ése es uno más. Pero, si te fijas, cada vez hay más películas españolas de las que se dice eso. Y, fundamentalmente, se debe a lo que he dicho: cada vez más gente quiere que su cine se venda fuera de España, y ya no importa tanto que sea un cine hecho en España, en español y con actores españoles. Los actores salen, los directores salen, y las productoras también empiezan a salir. Que el Ministerio de Cultura me deje adaptar un libro inglés y rodarlo en Inglaterra es para quitarse el sombrero. De la misma manera que Woody Allen y otros directores han venido aquí y han rodado películas que se han considerado españolas.

- Una de las figuras más criticadas en la industria audiovisual española es el guionista. ¿A qué se debe? ¿Despreocupación en las instituciones públicas, o cuestión de talento?
- Creo honestamente que, en España, hay muy pocos o muy malos editores de guión. Guionistas buenos los hay siempre. Pero, al igual que a un director los productores le critican el montaje, y le dicen que cambie cosas, y a los escritores les empaqueta el libro un editor, ¿por qué no al guionista? Se le da el visto bueno a un guión con mucha ligereza, y salen a la luz guiones que tendrían que estar mucho más trabajados. Pero yo no le hecho la culpa al guionista, sino al sistema con el que se hacen las cosas.

- Han cambiado las subvenciones a los guiones: menos, pero más cuantiosas. ¿Cree que eso es beneficioso?
- Cuando hablas de cine, opina hasta la portera de mi casa. Y está muy bien que la gente escriba, pero lógicamente no todo el mundo tiene talento, y no me parece justo que no se haga una selección igual que con los largometrajes. Que se sea más selectivo hará que la gente se esfuerce más y, sin duda, que lo que salga sea mejor.

- Cuéntenos algo de su último proyecto, ‘140’.
- Está bien, tiene su gracia: 140 directores rodando 140 segundos, todos a la vez, en distintos lugares. El director, dio el “Acción” desde Twitter, y ha hecho un montaje de una hora y media. Lo interesante es ver la honestidad o falta de honestidad de la gente, porque lo que nos pidió es que rodásemos nuestras vidas en ese momento. Yo grabé a mi hijo, que por entonces tenía algo menos de dos años, porque era su hora de cenar. Pero había otros, algún director más o menos famosillo de Hollywood, que veías que lo tenían todo súper preparado.

El formato de grabación va cambiando. Es un tipo de película tan experimental que te lo admite. De hecho, está funcionando muy bien en festivales, pero no va a tener ningún éxito en salas. En Internet se pueden ver algunos trozos. Ridley Scott publicó que iba a hacer lo mismo con Youtube y presentarlo a Sundance, y nosotros hicimos toda una red para decir en publicaciones de América que ya lo habíamos hecho.