La persecución del III Reich alemán sobre la población judía es posiblemente uno de los episodios que más ríos de tinta ha suscitado la historiografía contemporánea. Sin embargo, la que ejerció sobre la Iglesia católica no solo es cuestionada a día de hoy, sino que además es blanqueada y ocultada bajo el mito de la complicidad de la misma con el régimen nacionalsocialista.
En su última publicación, Mártires cristianos bajo el nazismo (Sekotia), Santiago Mata desmiente con cientos de pruebas y casos documentados el mito del colaboracionismo católico y contrapone una cruda realidad: cientos de casos de sacerdotes y fieles que dieron su vida por Cristo y la Iglesia a lo largo del régimen. Recogemos algunos de ellos, provenientes de diversos países como síntoma de una persecución generalizada:
Jakob Gapp
Cuando Adolf Hitler fue nombrado canciller de Alemania en 1933 solo habían pasado tres años desde que Jakob Gapp fue nombrado sacerdote. Nacido en Austria en 1897, fue un fiel defensor del comunismo hasta su conversión e ingreso en la orden marianista en 1920. Su oposición al Nacionalsocialismo fue patente desde entonces, y en 1939 se refugió en España, donde no dejó de predicar la doctrina católica al respecto.
Pronto sus prédicas atrajeron la atención de las autoridades de la Gestapo, que enviaron a dos agentes para su detención haciéndose pasar por dos judíos alemanes. Apresado e interrogado en Berlín, Gapp mostró un vivo patriotismo solo superado por su deber a la fe católica. “Solo una cosa me importa: que los hombres puedan libremente llegar a la vida eterna. Mi fe vale más que cualquier bien de este mundo”, declaró el sacerdote.
Cuando su mensaje llegó a oídos de Heinrich Himmler, ministro del Interior del Reich desde 1943, solo pudo profesar su admiración por la valentía del sacerdote: “Con un millón de hombres como Gapp, pero de nuestra ideología, dominaríamos el mundo”.
Gapp no claudicó. Fue condenado a muerte el 2 de julio de 1943 y decapitado semanas después, el 13 de agosto de 1943. Su ejemplo de perseverancia y fidelidad a la fe supuso, décadas más tarde, su beatificación el 24 de noviembre de 1996.
“Rezo por todos, también por mi patria. Que Dios os guarde”, fueron algunas de sus últimas palabras registradas.
Retrato de Jakob Gapp, llamado Santiago durante su residencia en España, del que el mismo Heinrich Himmler afirmó que, de tener un millón de hombres como él, los nacionalsocialistas "dominarían el mundo".
Jozéf Henryk Szuman
Este sacerdote de origen polaco fue uno de los mártires del denominado “exterminio de los párrocos radicales” de 1939. Actualmente en proceso de beatificación, Szuman fue ordenado sacerdote en 1908. Ejercía como párroco de la iglesia de San Mateo en Stargard cuando fue llamado por el alcalde alemán J.W.Fast para que le transmitiese la orden de abandonar la localidad. El motivo, que “no podían dos mandar en un mismo lugar”.
Pero Szuman presentía que el castigo a su fe no sería solo el cambio de destino. “Tu hermano se alegrará si me dan ocasión de morir por la fe y por la patria”, escribió a su hermana a modo de despedida. “Le pido a Dios que el tormento no dure mucho, porque estoy físicamente débil y tengo los nervios destrozados”, añadió el sacerdote.
Aquel momento no tardó en llegar, cuando la milicia local descubrió que Szuman había sustituido a otro sacerdote ejecutado en Fordon. El 2 de octubre de 1939, un piquete de la milicia local preparó su ejecución, que tendría lugar el mismo día de manera pública, frente a la puerta principal de la iglesia de la ciudad. Con su último aliento, el sacerdote gritó: ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Polonia!
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Richard Henkes
Pocos meses antes del asesinato de Gapp también fue arrestado Richard Henkes, sacerdote alemán de la Sociedad del Apostolado Católico desde 1925. Cuenta Santiago Mata que la suerte acompañó inicialmente al religioso, cuando su juicio “por menosprecio al Fuhrer” fue suspendido ante la amnistía aprobada con motivo del Anschluss, la anexión de Austria por Alemania.
En varias ocasiones fue interrogado por la Gestapo por predicar que “matar a gente inocente es asesinato”. Sin embargo, no fue hasta el 10 de julio de 1943 cuando fue definitivamente deportado a Dachau, donde compartía su comida con otros prisioneros y les atendía espiritualmente.
En diciembre de 1945 le llegó la oportunidad para mostrar su heroísmo, cuando decidió encerrarse voluntariamente con los enfermos de tifus en el bloque 17 del campo y 20 sacerdotes siguieron su ejemplo. El 22 de febrero de 1945 falleció a causa de la enfermedad y fue beatificado el 15 de septiembre de 2019.
El sacerdote alemán Richard Henkes, apresado por predicar la doctrina cristiana, hizo de su prisión una oportunidad donde dar la vida por el prójimo y se encerró en un módulo infectado de tifus para atender a los enfermos hasta la muerte.
Jean Batiffol
Licenciado en Derecho y catedrático de Historia, Batiffol es hoy uno de los iconos más representativos de los sacerdotes franceses martirizados por el régimen nacionalsocialista. Ordenado sacerdote en 1938, fue movilizado y capturado a comienzos de la II Guerra Mundial y trasladado a dos campos de prisioneros oficiales. Dejó el último de ellos para ser capellán de hospital de Graz (Austria) y así poder atender a los soldados rasos.
"Éramos 16 sacerdotes para 900 oficiales [en el campo de prisioneros], mientras que los 20.000 hombres del Stalag -el hospital- estaban terriblemente desprovistos de ayuda. Esa consideración me decidió a aceptar esa ocasión única que se me ofrecía para salir", relató.
"Como francés y como sacerdote consciente de sus deberes, comenzó a reagrupar de manera moral y material a los prisioneros franceses del Stalag", relató Richard, uno de los doctores del hospital.
Un representante de los trabajadores civiles franceses lo denunció por su actividad religiosa en el hospital a la Gestapo, por lo que fue deportado el 19 de febrero de 1945 al campo de Mauthausen, donde continuó clandestinamente la labor de su anterior capellán después de que este fuese deportado a Dachau. Murió el 8 de mayo del mismo año.
El sacerdote francés Jean Batiffol escogió voluntariamente abandonar "las comodidades" de un campo de oficiales austríaco para atender espiritualmente a soldados rasos en el hospital de Graz, por lo que fue deportado al campo de Mauthausen.