cumple cinco años en la cresta de la ola, y con la cima sin alcanzar aún. Con este motivo, Antonio Jiménez ha reunido en un libro, La España de «El Gato al Agua» (Plaza & Janés), los principios que sobre diversos temas han sido santo y seña del programa estrella de Intereconomía, llevándole a conectar con una amplísima base de televidentes que no veían representadas ni sus ideas ni su sentir sobre la actualidad en ningún otro espacio televisivo.
Dentro de una estructura que abarca todos y cada uno de los aspectos de la actualidad que han sido objeto de debate en los últimos años, uno de los ocho capítulos del libro está dedicado a cuestiones relacionadas con la Iglesia. Bajo el título «La nueva Inquisición. La ofensiva contra la Iglesia católica», Antonio Jiménez aborda cinco cuestiones: los ataques a la libertad religiosa en nuestro país, el laicismo revanchista de José Luis Rodríguez Zapatero, la persecución religiosa durante la Segunda República, las calumnias generalizadas a cuenta de los casos de pederastia y la gran paradoja de que los mismos que promueven el velo islámico intenten al mismo tiempo la desaparición de los crucifijos de todo espacio público.
Pero la impostura de ese laicismo va más lejos, asegura Jiménez: «Obliga a falsear la realidad, a manipular y cambiar los hechos históricos, a imponer versiones falsas y a crear constantes mentiras sobre la Iglesia, aunque sean burdas». Ahí incluye el libro los casos de pederastia, la «gran infamia» contra la Iglesia, como la califica su autor. Y no porque Jiménez niegue la «objetiva gravedad» de lo sucedido ni el hecho de que «una parte importante de la jerarquía eclesiástica ha sido culpable de encubrimiento», sino por la injusticia «notoria» que implica responsabilizar de ello a Benedicto XVI, «la persona que está levantando todas las alfombras encubridoras y poniendo en evidencia todos los errores cometidos».
Pero «el laicismo de Zapatero se alimenta del odio y lo difunde», y en su afán por aparecer como «muy progresista, rojo y feminista», «vive obsesionado con que la Iglesia es la causante de todos los males de la sociedad». Jiménez dedica párrafos emotivos a exponer cómo, antes al contrario, es la única esperanza real para millones de necesitados, a quienes la Iglesia no atiende «de visita» -como «los progres»-, sino arraigándose y «mediante la entrega de toda la vida de sus sacerdotes, religiosos y cristianos casados corrientes».