El historiador y académico francés, Premio Reino de Redonda por su recuperación del pasado, famoso por sus agudas y contundentes críticas a la cultura y arte contemporáneo (“una entidad fiduciaria concebida, promovida y consumida por un reducido club mundial”) no duda en resaltar el rol fundamental que ha desempeñado la religión, en particular el catolicismo en la historia del arte.
“El catolicismo es indispensable para conocer la historia del arte. Lo demuestra la cantidad de ensayos que se están publicando sobre historia sagrada, teología, vidas de santos… Unos amigos japoneses están estudiando el arte occidental a partir de un libro escrito en italiano: los “Anales Eclesiásticos” del cardenal Baronio, sin olvidar las obras de Pascal y Proust. El arte salvará la Iglesia”, dice el catedrático de la Sorbona y del Collège de France.
Según señala el ABC, para el ensayista galo la gran batalla para mejorar la calidad cultural pasa por la educación. “Convendría recuperar un texto de Vico de 1706: la educación no debe comenzar por las matemáticas sino con la poesía: leer a Homero antes de resolver ecuaciones. Vivimos una regresión bárbara, aunque, a fuerza de criticar los planes de estudio actuales, veremos un renacimiento de la Escolástica”.
En plena apoteosis del fast-food cultural, Fumaroli reivindica el otiu”, entendido a la manera la clásica, antes de que el calvinismo lo convirtiera en término peyorativo (otiosum, ocioso): “Nunca el espíritu está tan activo como en el descanso”, concluye.
Marc Fumaroli (Marsella, 1932) es miembro de la Academia Francesa, profesor del Collège de France desde 1986, honorario desde 2003, Caballero de la Legión de Honor, Académico de la lengua francesa desde 1995, miembro de la American Academy of Sciences y de la American Academy of Letters and Arts, asimismo de la American Philosophical Society de Filadelfia, de la Accademia dei Lincei, presidente de la Sociedad de Amigos del Louvre desde 1996 y profesor en la Univeridad de Chicago desde 1997.
En 1991 publicó su polémico libro El Estado Cultural en el que expresa su preocupación por el mundo en el que vive.