En 2019, el sacerdote y novelista extremeño Jesús Sánchez Adalid (El mozárabe, La tierra sin mal, Las armas de la luz) recibió un e-mail desde el hospital de los Hermanos de San Juan de Dios en la Isla Tiberina, en Roma. Le contaba una historia real que relacionaba a estos religiosos, la ocupación nazi y la persecución contra los judíos de Roma durante la Segunda Guerra Mundial.
Ante el acceso a testigos y detalles de la época, Sánchez Adalid quedó fascinado (para su sorpresa, dice, porque no era una época que antes le interesase mucho). Investigó, escribió y así acaba de publicar su novela Una luz en la noche de Roma.
Una luz en la noche de Roma: un chico judío, una chica cristiana, la ciudad tomada por los nazis...
Como siempre en sus libros, las notas finales aclaran qué aspectos son invención novelesca y cuáles están documentados, pero en esta novela casi todo es real, hasta las peripecias románticas de los protagonistas (una chica burguesa católica, en los scouts católicos clandestinos, y un chico judío, en una célula comunista).
- Usted ha escrito de romanos, medievales, otomanos... ¿es su primera novela con electricidad y gasolina?
- No, también escribí La mediadora, que ganó el Premio Abogados de Novela 2015. Era la historia de un matrimonio cincuentón en crisis, en nuestra época, a partir de mis experiencias como juez y mi trato con matrimonios en dificultades. Tuvo bastante éxito en Hispanoamérica, pero menos en España.
- ¿Notó diferencia con sus novelas ambientadas en épocas remotas?
- Nos parece que la Guerra Mundial es una época remota, pero al empezar a investigar me di cuenta de su cercanía. Tuve acceso a testimonios reales, a los supervivientes, testigos de primera mano, sus hijos. Y vi que esas historias no eran tan distintas a las que conocemos en España, por nuestros abuelos que vivieron la Guerra Civil, por ejemplo. No es nada remoto, no.
- ¿Ha introducido muchos personajes de ficción? Por ejemplo, fray Leonardo, el fraile navarro, ¿lo introduce por acercarnos a los lectores españoles?
- No, no, todos los clérigos del hospital son los que son, son históricos. Tenemos sus nombres, sus destinos, donde fue cada uno. Ya murieron casi todos, excepto uno que no estuvo en el hospital esos días. Fray Leonardo murió en España, con fama de venerable, de hombre bueno, dicen los que le conocieron.
- Es una guerra peculiar, porque caen bombas pero la gente va al bar, a las terrazas soleadas a tomar algo. ¡Esto también lo vemos hoy mismo en Ucrania, en Leópolis!
- Empecé a escribir la novela antes de empezar la Guerra de Ucrania, pero es cierto que la he tenido en mente todo el tiempo. El ambiente que describo, los lugares, todo está documentado. Si menciono una trattoria, un teatro o un cine, con su nombre y sesión, es que es real. Y tenemos las descripciones que hacían españoles que estaban allí, como el sacerdote e historiador José Orlandis, que lo describió en Memorias de Roma en guerra (1942-1945). Y también las teresianas del padre Poveda que vivían allí y lo describieron todo.
»Y lo que me sorprendió es, eso, que la guerra no es capaz de detener la inercia de la vida. La gente sigue viviendo, y busca vivir con naturalidad, aunque se acerquen los tanques. Poca gente sabe que Roma fue bombardeada en varias ocasiones durante meses, en almacenes, fábricas, aunque pocas veces en el centro.
- Describe una escena que tiene una foto icónica, cuando Pío XII sale a abrazar al pueblo, brazos en cruz, tras un bombardeo...
- Hay gente que dice que la foto es un montaje. Absurdo. Yo he hablado con gente que lo vio y me lo contó. Eran niños y vieron al Papa. Y en Yad Vashem, Israel, encontré el testimonio de una mujer judía que estuvo allí, que vio llegar el coche, y pensaban que saldría el Rey, pero salió el chófer, el Papa Pío XII y Montini, el futuro Pablo VI. Solo estas tres personas. Y el Papa se arrojó entre la gente y se le manchó la sotana blanca con la sangre de los muertos. Lo cuento tal como lo cuenta esta señora que lo vio.
Pío XII salió a apoyar a los romanos en las calles bombardeadas por la aviación inglesa y norteamericana... una escena que recoge la novela a partir de testigos oculares.
- Ha hecho una investigación concienzuda...
- Yo pensé que al ser una época moderna sería fácil investigar, y no. Fue muy difícil. Fuimos a Roma a un museo especialmente dedicado a las redadas contra los judíos y no nos dejaban entrar porque llevábamos prensa. ¡Y eso que el museo quiere difundir los hechos! Me ayudaron personas de la comunidad hebrea, que me dieron nombres, contactos. Buscábamos sobre todo gente que hubiera vivido los hechos con 17 o 18 años.
»Encontramos alguno, hablamos con sus hijos... y resulta que los hijos no querían hablar del asunto. Me decían: "esas cosas las conocemos por nuestros padres, pero no las vivimos y no queremos que interfiera en nuestra vida". Al principio yo no entendía esa actitud. Pero luego pensé que también en España tenemos abuelos que vivieron una guerra. Si me preguntaran por lo de mi abuelo en esas circunstancias duras quizá actuaría igual. Es natural que haya reticencia a ser molestado.
- Esta historia de fascistas y antifascistas no pilla muy de lejos al lector español, no es como leer aventuras de romanos o del Califato de Córdoba...
- La realidad ideológica de los españoles es la que es. Pero aquí yo simplemente he sido fiel a los testimonios y hechos. Vemos a don Vincenzo, que efectivamente era un alto jerarca fascista. Pero también era una buena persona, que gracias a él podían comer en el Hospital en años de guerra y carestía. El mundo no es una historia de buenos y malos, la vida no es así. Es cierto que hay algunas personas muy malvadas. Pero la mayor parte de la gente vive lo que le toca.
- Pero en la novela los que un día son fascistas, al siguiente dejan de serlo...
- Eso lo cuentan maravillosamente las teresianas, las escenas en que todo el mundo sale a la calle a romper los símbolos fascistas que veneraban una semana antes. Hay cambios de gobierno estrambóticos, tiran a Mussolini, luego ponen a Badoglio, se fugan, crean otro estado fascista, y todo muy rápido, muy de locos.
- ¿Ha visto la película Escarlata y negro? ¿Le ha inspirado?
- La conozco, claro, pero es muy distinta porque se centra en el Vaticano y el mundo diplomático. En mi novela no trato nada sobre el Vaticano. Todo lo que trato es, digamos, gente de la calle, gente real. Bueno, incluyo el capítulo del monseñor que trae la orina del Pontífice para examinar la muestra, porque es divertido y porque sucedió así, me lo contaron los propios médicos. Pero no cuento intrigas vaticanas.
» Me animé a escribir este libro porque era una historia maravillosa. Sí, con tragedia, pero hay que contar la tragedia para entender luego la parte luminosa.
- A medida que se abran más archivos de esa época, ¿surgirán más historias?
- Sin duda, habrá material asombroso para muchas novelas. Pero no las haré yo. No quería hacer esta, no era un tema que me atrajera. Pero luego vi que era una historia real que tenía que ser contada. Es como un granito que aporto para que se conozcan estas historias. Hay que tener en cuenta que la única comunidad judía bajo control de los nazis que mayoritariamente se salvó fue la de Roma, y eso fue así gracias a la Iglesia. ¡Eso no se cuenta!
» Se pierde mucho el tiempo debatiendo si Pío XII dijo o dejó de decir... Lo que importa es lo que se hace, a quién ayudas de verdad. Las familias romanas metieron familias judías, desconocidos, en su casa. Yo he hablado con personas que entonces eran niños. Había dificultades, poca comida... y de repente meten en su casa más desconocidos y más niños, y tenían que darles la mitad de su comida. Eso era verdadero espíritu cristiano. Y las monjas cosieron hábitos para las mujeres que escondían. La Gestapo entraba en un monasterio de 20 monjas y decía: "¿Cómo es que hay 60 religiosas aquí?" Respondían que habían llegado huyendo de la guerra...
- En esta novela aparecen algunos pioneros scouts católicos, como el belga Don Desiderio. Usted ha sido scout y tiene scouts en la parroquia...
- Sí, mi grupo es del Movimiento Scout Católico. En la novela sale Arturo Vasta, uno de los fundadores de Scouts de Europa, que también es un movimiento católico. Vasta es un personaje interesantísimo. Murió ahora, con la pandemia del coronavirus: tenía casi 100 años y estaba bastante sano. El fascismo disolvió a los scouts católicos italianos en 1928, sólo permitía los grupos fascistas. Algunos grupos católicos siguieron actuando clandestinamente, como las Águilas Vagabundas de Milán. Don Desiderio era un sacerdote belga, que había conocido en Inglaterra a Baden Powell, el fundador de los scouts, y buscaba atender a los jóvenes de la Italia fascista.
- En España, los scouts se ven con extrañeza, especialmente si usan uniforme...
- Sí, es absurdo, es una cosa que pasa solo en España. ¿No llevan uniforme las enfermeras, bomberos, policías o hasta las monjas? Pero ven un scout con uniforme y dicen "eso es fascista, ¿no?" En realidad, fueron los movimientos juveniles fascistas los que copiaron las formas externas del escultismo, aunque no la metodología.
- ¿Y cómo encajan los adolescentes de hoy con el método scout?
- Hoy los chicos están sometidos a una saturación de pantallas y de prisas y falta de tiempo que no les deja reflexionar. Yo en scouts aprendí a tener una visión positiva y luminosa sobre el mundo. Yo creo que la naturaleza, el bien y el derecho divino tienen más fuerza. Pero el mal también existe. En las redes en Internet hay saturación, pero también puede haber cosas buenas. Conocí en Roma a Heriberto García Arias, un sacerdote con muchísimos seguidores en redes. En general, no me gusta el tremendismo, decir que todo está mal...
Sánchez Adalid entregó un ejemplar de su novela sobre Roma al Papa Francisco.
- ¿Ve cambios importantes en la novela histórica española actual? ¿Se atreven con temas nuevos, por ejemplo?
- Hoy se publican y escriben tantas novelas históricas en España que forzosamente hay de todo. Y tratan todos los temas. Yo, como jurista, aplicaría lo de la prescripción de la memoria de los romanos, que pedían que al menos pasaran 99 años, tres generaciones, antes de hablar de 'historia'. Pérez Galdós no hacía novela histórica. Era novela realista, él quería contar el mundo de sus padres y abuelos. Ni Pío Baroja, escribiendo de guerras carlistas. En cualquier caso, la historia de España es inagotable, nunca se acabará, cubre varios continentes, muchas culturas y civilizaciones, es inagotable.
- ¿Qué condiciones pone usted a quien le quiere comprar derechos para una película o teleserie?
- Ya lo han intentado varias veces. Les pido que no me lo conviertan "en lo de siempre". Ya me entiendes. Quiero que aparezca la búsqueda de sentido en los personajes, la espiritualidad, las preguntas interiores... He hablado con varias productoras, pero no me convencen. Cuando les digo lo que exijo respetar, me responden con contraofertas. Y al final digo: "pues no, me da miedo lo que queréis hacer con la historia".
»Colegas escritores han sufrido mucho con eso: usan tu nombre y hacen cosas que no apoyas. No por conspiraciones extrañas: simplemente, buscando lo comercial, hacen daño al contenido, a la historia. El cine americano nos ha acostumbrado a un cine con mucha técnica pero historias muy pobres. Fíjate en 'Avatar': buenos pobres, y malos fuertes y se pegan tiros, lo de siempre.
» Ahora en la TV yo estoy disfrutando cosas que veían mis padres y a mí antes no me interesaban. Estoy viendo la teleserie 'Juncal' y me digo: vaya historia, vaya personajes... Y últimamente he desarrollado la costumbre de escuchar audiolibros mientras paseo, sobre todo de tema espiritual. La temática espiritual creo que encaja bien con el audiolibro.