La unción de los enfermos es uno de los siete sacramentos de la Iglesia y aunque sea benéfico recibirlo cuantas veces fuere necesario, en cualquier etapa de la vida, la mayoría de los fieles siguen considerándolo una “extremaunción”, solo para la etapa cercana a la muerte, señala la web Portaluz.
Este sacramento enfrenta al ser humano con su condición natural, frágil y mortal que requiere de la gracia de Dios. Según el texto litúrgico de la Iglesia “Cuidado Pastoral de los Enfermos. Ritos de la Unción y del Viático”, los sacerdotes solo deben asegurarse de que reciban el sacramento quienes tengan la salud (corporal, psicológica o espiritual) “gravemente deteriorada”. Continúa estableciendo el ritual que: “Un juicio prudente o razonablemente seguro, sin prejuicios, es suficiente para decidir sobre la gravedad de una enfermedad; si es necesario se puede consultar a un médico”. En resumen, no está reservado sólo para quienes están en su lecho de muerte.
El padre Norbert Rappold, párroco de la Iglesia St. Peter the Fisherman
“¿Quién dejaría de usar el antídoto que tiene a mano si ha bebido veneno?”, se pregunta en el portal de la diócesis de Little Rock, Arkansas Catholic (USA), el padre Norbert Rappold, párroco de la Iglesia St. Peter the Fisherman (San Pedro, el Pescador), en Mountain Home. Y responde: “Siempre rezo por la curación y, sobre todo, si acuden a mí antes de una intervención quirúrgica diciendo: ‘Señor sea tu voluntad que cuando los médicos entren ahí no se encuentre nada malo’. Pido una curación de tipo milagroso. He tenido muchas personas que han vuelto y han dicho: ‘Tu oración ha funcionado y no era maligno’ o ‘no era esto’ o dicen que los médicos no pudieron encontrar aquello que creían estaba enfermando a la persona”.
Porque Dios así lo quiere
Este sacramento lo estableció Jesús, según consta de la acción desplegada por sus apóstoles y discípulos, narrada en el Evangelio de Marcos capítulo 6, versículo 13: “Expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban”.
Asimismo, en el número 1510 del Catecismo de la Iglesia se recuerda a todos que “la Iglesia apostólica tuvo un rito propio en favor de los enfermos, atestiguado por el apóstol Santiago en su carta: ‘¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados’ (St 5, 14-15)”. Este mismo texto deja en claro que el sacramento no está reservado solo para los moribundos.
Beneficios y requisitos
Entre los múltiples beneficios de la gracia para quien recibe este sacramento, el Catecismo de la Iglesia (1532) cita, explícito, los siguientes: “La unión del enfermo a la Pasión de Cristo, para su bien y el de toda la Iglesia; el consuelo, la paz y el ánimo para soportar cristianamente los sufrimientos de la enfermedad o de la vejez; el perdón de los pecados si el enfermo no ha podido obtenerlo por el sacramento de la penitencia; el restablecimiento de la salud corporal, si conviene a la salud espiritual; la preparación para el paso a la vida eterna”.
Como requisito indispensable, este sacramento es válido sólo si es administrado por un sacerdote empleando óleo (aceite de oliva u otro vegetal si no hubiere este) bendecido por el obispo, o, en caso necesario, por el mismo presbítero que celebra y utilizando el ritual establecido por la Iglesia.
“No ungimos a alguien por una espinilla o un rasguño”, explica el padre Rappold, y añade que se pueden celebrar servicios litúrgicos de sanación para que los feligreses reciban una bendición en lugar de la unción.
Julie Papini Session recibió la unción de los enfermos
Un regalo de Dios
El año 2013, Julie Papini Session, de 48 años, supo que padecía un cáncer cerebral del tipo glioblastoma multiforme (GBM), etapa IV. Su esperanza de vida oscilaba entre 18 a 24 meses. “Sólo en Morrilton hemos tenido siete personas en los últimos cinco años con GBM y yo soy la única que sigue viva”, cuenta esta feligresa de la parroquia del Sagrado Corazón. “Cuatro de ellos no llegaron al año. Es el cáncer cerebral más agresivo, de más rápido crecimiento y más recurrente que existe”.
En diciembre de 2013 la noche anterior a la intervención quirúrgica para extirparle un tumor del tamaño de una manzana en el cerebro, ella recibió la unción de los enfermos. “Me dio un poco de paz ante la situación”, recuerda.
Pero Julie recibió, además, la gracia de sanación pudiendo enfrentar luego una quimioterapia regular y continuar viviendo. Sobre la unción es categórica: “La recomendaría a todos porque realmente no sabes a qué te enfrentas muchas veces”.
Un capellán en Valencia, tras impartir la unción a un enfermo durante el coronavirus
En otro caso, para Tricia Gentry, de Little Rock, fue impactante ver a su madre, Rose Marie Bartsch, ungida antes de su muerte el 13 de enero de 2017. “Mi madre estaba muy tranquila; todos estábamos a su alrededor, ella sabía que se acercaba al final. Siempre que recibía los sacramentos miraba a los sacerdotes como si estuviera mirando a Cristo”, recuerda Tricia.
Rose Marie recibió la unción de los enfermos varias veces, cada vez que tenía alguna crisis de salud, desde la esclerosis múltiple hasta el cáncer. Al final, “la hizo tan fuerte... fue algo muy sagrado. Fue un regalo ver eso como hija y ver que seguía adelante y acompañarla en ese viaje hacia la muerte; es una bendición y un regalo poder hacerlo”, destaca su Tricia.