Para la propaganda anticatólica, la condena de Galileo Galilei (1564-1642) es la prueba del nueve del fanatismo de la Iglesia y de la incompatibilidad entre la ciencia y la fe. Si se añaden al cóctel invenciones como que Galileo fue torturado, estuvo en la cárcel y murió quemado en la hoguera, el caso se configura como ideal para estigmatizar la religión católica. Y así ha sido utilizado interesadamente desde la Ilustración, un siglo después de los hechos, los cuales, hasta entonces, no pasaban de constituir un error de un tribunal, arrastrado en buena medida por actitudes personales intransigentes, en el contexto de un debate científico abierto.
John Clark, colaborador de diversas publicaciones católicas, publicó en Magis Center una didáctica síntesis de lo que sucedió en realidad con Galileo, cuyos puntos fundamentales enumeramos a continuación:
Retrato de Galileo, de Rubens.
1. En torno al año 350 a.C., Aristóteles propuso para el universo un modelo geocéntrico, y la idea de que la Tierra ocupa el lugar central del cosmos (adoptada, entre otros, por Ptolomeo, aunque con un modelo distinto que terminó siendo la referencia) perduró prácticamente indiscutida durante mil ochocientos años. ¿Por qué? Por tres razones.
2. Primera razón, científica: se ajustaba notablemente a los datos experimentales, sin que los desajustes puntuales tuviesen fuerza suficiente como para cuestionar el modelo.
3. Segunda razón: la propia autoridad de Aristóteles, una de las personalidades que mayores aportaciones ha hecho a la Humanidad en todos los órdenes del pensamiento, en particular la metafísica, la lógica, la ética y la política, aunque muchas de sus ideas físicas ya habían sido descartadas desde la Alta Edad Media.
4. Tercera razón, teológica: había textos bíblicos cuya literalidad parecía respaldar el modelo geocéntrico. Por ejemplo, Josué 10, 13: “Y el sol se detuvo y la luna se paró, hasta que el pueblo se vengó de los enemigos. Así está escrito en el Libro del Justo: «El sol se detuvo en medio del cielo y tardó un día entero en ponerse»”.
Retrato de Copérnico, de autor desconocido.
5. En el siglo XVI, un clérigo, Nicolás Copérnico (1473-1543), escribió un libro titulado Sobre las revoluciones (de los orbes celestes) donde rompía con el modelo aristotélico geocéntrico y proponía un modelo heliocéntrico con centro en el Sol.
6. En 1536, el cardenal Nicolás Schönberg, arzobispo de Capua (Italia), escribió una carta a Copérnico. Le decía que conocía hacía tiempo su fama y le animaba a publicar el libro: “He sabido que usted sostiene que la tierra se mueve y que el sol ocupa el lugar más bajo, y por tanto el lugar central, del universo… Le ruego comunique este descubrimiento a sus discípulos, y que lo antes posible me remita sus escritos sobre la esfera del universo, junto con las tablas y todo lo que sea relevante al respecto. He dado instrucciones a Teodorico de Reden para que, corriendo yo con los gastos, copie todo en su despecho y me lo envíe”.
7. Copérnico dudaba si publicar o no sus conclusiones porque, en sus propias palabras, iban “contra la opinión tradicional de los astrónomos y casi contra el sentido común”.
8. Cuando Copérnico publicó sus trabajos en 1543, poco antes de morir, afirmó agradecido que nunca lo habría hecho si no le hubiesen animado a ello el cardenal Schönberg y el obispo Tiedemann Giese, de Chelmno/Kulm (Polonia). Dedicó el libro al Papa Pablo III.
9. Durante los siguientes setenta años, en todo el orbe católico los científicos, muchos de ellos clérigos y religiosos, debatieron en torno al geocentrismo y el heliocentrismo, encontrándose partidarios y detractores de uno u otro modelo entre cardenales, obispos y sacerdotes.
Galileo Galilei, retratado por Tintoretto.
10. En 1610, Galileo Galilei, quien había nacido veintiún años después de morir Copérnico, publicó El mensajero de las estrellas, donde recogía sus investigaciones con el recién inventado telescopio, entre ellas el descubrimiento de cuatro lunas de Júpiter. La brillantez de sus hallazgos le otorgó fama y reconocimiento, y trabó amistad con cardenales como el inquisidor San Roberto Bellarmino y Maffeo Barberini, futuro Papa Urbano VIII.
11. Galileo se mostraba partidario del heliocentrismo -como tantos otros en su tiempo-, pero hablaba de ese modelo como un hecho probado. En 1615, el cardenal Bellarmino le escribió pidiéndole que dejase de presentar esa teoría como un hecho probado, dado que no era un hecho probado y, sin embargo, parecía contradecir las Sagradas Escrituras, lo que exigía prudencia.
12. Ese mismo año, Bellarmino escribió también a otro heliocentrista, el sacerdote Paolo Antonio Foscarini, pidiéndole una cautela similar a la que había exigido a Galileo. Añadía un criterio esclarecedor: “Si hubiese una verdadera demostración de que el sol está en el centro del mundo y la tierra en el tercer cielo, de que el sol no rodea a la tierra sino la tierra al sol, entonces sería necesario andar con mucho cuidado al explicar las Escrituras, que parecen contrarias. Habría que decir que no las entendemos, más que decir que sea falso lo que está demostrado. Mas yo no creeré que exista tal demostración, mientras no me la muestren”.
13. Galileo nunca demostró el heliocentrismo. Un artículo de Scientific American en 2014, obra de Dennis Danielson, lingüista experto en la revolución copernicana, y Christopher M. Graney, profesor de Física y Astronomía, muestra los "agujeros" del modelo heliocéntrico de Copérnico que persistían en tiempos de Galileo y éste no resolvió.
14. Por un lado, el modelo no era suyo, sino de Copérnico. No lo mejoró, como hizo Kepler (1571-1630). No planteó modelos alternativos, como hizo Tycho Brahe (1546-1601) proponiendo una hipótesis geo-heliocéntrica. No aportó una teoría matemática para soportarlo, como hizo Isaac Newton (1643-1727).
15. Por otro lado, nunca pudo contestar la principal objeción al modelo, la desviación en la paralaje al calcular la distancia entre estrellas. Esa objeción no pudo resolverse hasta que Friedrich Bessel (1784-1846) la calculó con precisión en 1838, George Airy (1801-1892) la explicó teóricamente y Ferdinand Reich (1799-1882) demostró la rotación de la Tierra. Para entonces, es cierto, ya nadie creía en el geocentrismo, pero al fin quedaban explicados los puntos débiles de la teoría contraria.
16. Dos siglos antes, pues, de que existiese esa prueba, en 1616, tras un breve juicio de pocas horas, el cardenal Bellarmino ordenó formalmente a Galileo que dejase de defender la teoría heliocéntrica mientras no la demostrase, aunque podía seguir defendiéndola como hipótesis.
17. Durante los diecisiete años siguientes continuó el debate entre geocentristas y heliocentristas, con cardenales, obispos y sacerdotes científicos en ambos bandos.
18. En 1632, Galileo publicó su libro Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, ptolemaico y copernicano, escrito en forma de conversación entre varios personajes. En él se saltaba la prohibición de San Roberto Bellarmino (fallecido en 1621) y se burlaba crípticamente de sus oponentes, en particular de su viejo amigo y ahora Papa Urbano VIII. Para conseguir el Imprimatur (permiso) para la publicación, recurrió además a algunas triquiñuelas.
El juicio de Galileo, en un cuadro de Joseph-Nicolas Robert-Fleury (1797-1890).
19. En 1633, Galileo fue llamado a Roma para ser juzgado por todo ello, alojándose durante el juicio en un apartamento del Santo Oficio, algunos de cuyos miembros eran ellos mismos defensores de la tesis de Copérnico y Galileo. La causa comenzó 12 de abril y en ella el astrónomo negó que sostuviese el heliocentrismo, lo que los jueces interpretaron como una nueva burla.
20. El 22 de junio se dictó sentencia. Galileo fue declarado “sospechoso de herejía”, aunque la Iglesia nunca se había pronunciado doctrinalmente sobre el heliocentrismo. Se le obligó a comprometerse a “abandonar la falsa opinión de que el sol es el centro del mundo e inmóvil, y de que la tierra no es el centro del mundo y se mueve” y a no escribir más sobre ello, y se le condenó a arresto domiciliario.
21. Durante su arresto domiciliario, Galileo recibió a amigos y discípulos y viajó a Siena, Arcetri y Florencia. Tenía 70 años y una salud quebrantada, y en 1634 recibiría el golpe durísimo del fallecimiento a los 33 años de su hija Sor María Celeste, monja de clausura, lo que le produjo lo que él mismo describió como “una tristeza y melancolía inmensas, con una pérdida completa de apetito y hartazgo de la existencia”.
22. Ambos mantenían un estrecho vínculo epistolar. Se conserva un centenar de cartas de la hija al padre que muestran que Galileo creía y practicaba la fe católica y murió en 1642 tras recibir los últimos sacramentos.
Estos son los hechos. Si quieres ampliar la información sobre el caso Galileo:
-La verdad sobre la Revolución Copernicana: un debate científico con buenas razones en ambos lados.
-¿Falló la Iglesia en el caso Galileo? Se derrumbó «un orden milenario», sí, pero no era el suyo
-Frank Sherwood Taylor, el científico agnóstico que quiso ser católico tras estudiar el caso Galileo
Publicado en ReL el 15 de junio de 2020.