"Estamos dejando entrar en las escuelas a los poderes económicos de la industria tecnológica", afirma con rotundidad. La canadiense, madre de 4 hijos y Doctora en Educación y Psicología, ha dedicado su vida en cuerpo y alma a la educación. Una disciplina sobre la que ha escrito numerosos libros con mucho éxito, como Educar en el asombro o Conversaciones con mi maestra.
Catherine ha charlado recientemente con el canal Negocios TV donde habla de temas de actualidad como los peligros de la tecnología en manos de los niños o sobre la que para ella es la interpretación más acertada del famoso método Montessori.
Un gran experimento
"La educación actual se enfoca en los medios y pierde de vista los fines. Perseguimos fines que no están alineados con el fin de la persona. Hoy se puede decir que existen tres grandes corrientes: la mecanicista, cuyo fin es crear al empleado del futuro, convertir al niño en una máquina que se pueda programar; la romántico-idealista, para formar al ciudadano del mañana, hacer del aula un sitio donde se moldea al alumno; y la corriente clásica, que busca esa perfección de la que es capaz de desarrollar el niño. La educación actual oscila entre las dos primeras", comenta Catherine.
La experta advierte de que hay numerosos estudios que demuestran que introducir pantallas en las aulas tiene serias consecuencias. "La Academia Americana de Pediatría, que hace recomendaciones de salud pública, no educativas, recomienda que los niños de cero a dos años no vean nunca las pantallas, y los de dos a cinco años las vean menos de una hora al día", asegura L'Ecuyer.
Para Catherine, la introducción de las tabletas en los colegios "no deja de ser un experimento a gran escala". "Los estudios revelan que las pantallas reducen la atención y crea más impulsividad en los alumnos. La industria debería, por un lado, probar que se trata de un método educativo, válido y avalado por las evidencias y, por el otro, demostrar que no tiene efectos secundarios, que no se va a reducir la atención de los niños", explica.
Sin contenido pedagógico
En este sentido, enumera algunos peligros que ella encuentra. "Se dice, por ejemplo, que las pantallas motivan más... pero 'motivar' es un concepto superficial. Conseguimos que el niño esté atento, pero no es una atención sostenida, es una motivación externa. Los niños pierden, además, el sentido de relevancia de las cosas. Si tengo muchas pantallas abiertas a la vez tengo que decidir a qué voy a prestar atención. La información está consumiendo nuestra atención y no al revés", confiesa.
"La presencia de la tecnología en las aulas tiene mucho que ver con la corriente mecanicista. Las tecnológicas nos proponen herramientas con algoritmos que son estímulos frecuentes intermitentes, a los que los niños reaccionan de forma pasiva. Es una forma de educar que no llega al fondo", comenta Catherine. Esta saturación tecnológica en las aulas, para la experta, está relacionada también con la corriente romántica-idealista.
"Hay un matrimonio de conveniencia entre las tecnológicas y la corriente romántico-idealista, lo constructivista. Se trata de una industria que no tiene un proyecto educativo ni un contenido pedagógico. Tiene solo una plataforma, una herramienta. La industria tecnológica ha conseguido unirse a esta corriente pedagógica para decir que tiene contenidos, pero es solo un barniz de novedad", expresa.
Catherine afirma que en la educación actual se están permitiendo traspasar demasiadas líneas rojas. "Las aulas son un lugar sagrado, y los poderes económicos no deberían poder mandar sobre los contenidos que se llevan a cabo en las aulas. El modelo de las tecnológicas está muy claro, no es vender contenido a sus usuarios, es entregar la atención de los usuarios a aquellos que patrocinan sus contenidos. Cuando nuestros hijos en las aulas tienen una tablet el producto son ellos", señala.
Desear lo bello
En este punto, cabe preguntarse si no existe un tipo de uso responsable de las tecnologías. "El concepto de uso responsable es un concepto trampa. Para utilizar un dispositivo programado para robar la atención de una persona, esa persona tiene que estar muy preparada, tiene que tener grandes virtudes: sentido de la intimidad, reconocer lo bello, tener criterio para filtrar la información.... ¿todo esto lo tiene un niño?", comenta la experta.
Para Catherine ,"la mejor preparación para el mundo on line es el mundo off line". "Deberíamos atrasar el uso de estas tecnologías en las aulas. Muchas veces decimos que son cosas neutras, pero eso es un error. Un cuchillo también puede ser algo neutro, pero si se lo doy a un niño de cinco años, igual ya no es tan neutro, porque no está preparado. Pedirle a un niño que haga uso responsable de un móvil es como pedirle que beba de una boca de incendio sin salpicarse", asegura.
La experta propone volver a Montessori como una solución. "Ella no estaba de acuerdo con el mecanicismo, ella defendía la educación clásica, era muy tomista, bebía de los griegos. El problema es que se la confundió con la 'educación nueva', porque hacía hincapié en temas como, por ejemplo, la educación sensorial. Una educación sensorial para percibir mejor la realidad, no para construirla. Ella era profundamente realista y racional", comenta.
Aquí puedes ver la charla completa con Catherine L'Ecuyer.
Para concluir, Catherine habla de cuál debería ser el fin de la educación. "La llamada 'educación en valores' deriva de la corriente romántica-idealista. Mientras los valores son subjetivos, las virtudes no. Y, la virtud, no solamente es un hábito, es un hábito hacia un fin, ese fin es la verdad y la bondad. La belleza es la expresión visible de ambas. Como decía Platón: 'Educar es enseñar a desear lo bello'", expresa L'Ecuyer.