No hay nada firme en la ciencia médica que muestre que cambiar de sexo (hormonar y mutilar su cuerpo de forma irreversible) ayude de verdad a niños o adolescentes.
Se están haciendo leyes en todo el mundo a partir de un par de estudios defectuosos y diminutos. La base científica a favor del llamado "enfoque afirmativo" es escasa, y a favor de la hormonación y mutilación de menores amputándoles genitales o senos, menos aún.
Varios países han aprobado -y dejado con poca supervisión- a la industria del cambio de sexo basándose siempre en un par de estudios, los llamados "estudios holandeses".
Son dos estudios antiguos, con apenas 70 personas estudiadas y con fallos claros: esconden los efectos adversos, dejan fuera los casos problemáticos y aseguran, sin demostrarlo, que se acababa así con la "disforia de género". Y los estudios posteriores en la misma línea también son defectuosos.
El análisis que repasa y refuta esta mala ciencia es "The Myth of “Reliable Research” in Pediatric Gender Medicine", firmado por E. Abbruzzese, Stephen B. Levine y Julia W. Mason. Es decir: "El mito de la investigación fiable en la medicina de género pediátrica", subtitulado: "Una evaluación crítica de los estudios holandeses y la investigación posterior". Se acaba de publicar en enero de 2023, en el Journal of Sex & Marital Therapy (aquí completo).
Este estudio usa cuatro veces la palabra "irreversible" para definir las amputaciones y dependencia química que provoca el cambio de sexo: resultados irreversibles, muy graves, para cientos y ahora miles de jóvenes, a partir de estudios dudosos, llenos de fallos y mala ciencia.
Un estudio con 70 pacientes, un seguimiento con sólo 55
Las asociaciones internacionales de cambio de sexo (como la asociación World Professional Association for Transgender Health, WPATH) se refieren siempre a estos dos estudios, ambos encabezados por la psiquiatra holandesa Annelou L.C. de Vries, de 2011 y 2014. El primero investigó lo sucedido con 70 pacientes. El segundo, recogió más datos sobre 55 de esos 70 pacientes. Así, las normas "profesionales" de todo el mundo y leyes para mutilar a cientos o miles de niños (con mayoría de niñas) se basan en el trabajo de un solo equipo (una clínica de Amsterdam) con 55 personas.
Más aún, el estudio se hizo con adolescentes bastante mayores (más bien de 16 años) y se usa para justificar operaciones a niños y adolescentes de 11 o 13 años.
Esos estudios son muy deficientes, pero aún así, incluso sus críticos admiten que, siendo muy defectuosos, son los mejores y más amplios.
En los últimos diez años se han publicado muchos estudios más sobre cambios de sexo, en los que este negocio proclama que los bloqueadores hormonales y las hormonas cruzadas son "benignas como una aspirina, tan estudiados como la penicilina y tan necesarias para sobrevivir como la insulina para el diabético". Los analistas de "The Myth of “Reliable Research” han abordado otros 3 estudios modernos y demuestran que sus afirmaciones son indefendibles: son mala ciencia. Muchos de los problemas con los nuevos estudios ya estaban en los antiguos.
Los dos estudios holandeses tenían problemas graves. La muestra era muy pequeña, no había grupo de control con el que comparar, y sólo se hizo un seguimiento de las consecuencias (de hormonaciones y mutilaciones) a muy corto plazo. Eso siempre se había denunciado de estos estudios y su desproporcionada influencia.
Pero el nuevo análisis crítico detecta más errores en los 2 estudios holandeses:
1. Sólo incluyeron los "mejores resultados"
De cada etapa de tratamiento (bloqueadores de pubertad, hormonas cruzadas y cirugía amputadora) los "estudios holandeses" sólo incluyeron los casos que no declararon complicaciones o problemas. Los "pacientes" (recordemos, menores de edad) que desarrollaron problemas en la fase de bloqueadores y/o dejaron de usarlos, ya no fueron incluidos en la base de 70 personas iniciales. Eso hizo que los seleccionados fueran, precisamente, los de mayor edad y madurez psíquica.
El segundo estudio holandés se hizo seleccionando a 55 de esos 70, y dejando fuera a los que desarrollaron problemas, incluyendo tres con obesidad y diabetes y uno que murió. Simplemente, se les consideró "no participantes". Así, en los resultados finales, no figuraban casos "feos". Esta forma de selección no merece la calificación de "estudio de calidad de cohorte prospectiva longitudinal", con la que se suelen presentar.
2. Los estudios declaraban que desaparecía la disforia: era falso
Después de bloquear, hormonar y mutilar... ¿en qué mejoran clínicamente los pacientes? Según el estudio de 2014, la única mejoría era que "desaparecía" la disforia de género. "The Myth of “Reliable Research” denuncia que la forma de medir esto era unos cuestionarios mal diseñados. Incluso la misma De Vries admitía que después de extirparle los genitales masculinos a un varón, la pregunta "¿Me desagrada tener erecciones?" no era muy útil (aunque se la hacían y lo puntuaban).
El mismo estudio holandés admite que no tenían una buena forma de medir la "disforia de género". Pero llegaban a la conclusión de que una mujer que, ya sin ovarios, no menstruaba, al no poder declarar ya la frase "odio menstruar", ¡había mejorado su salud! De hecho, el mismo equipo de holandeses, cuando fue al congreso internacional de la WPATH Symposium, a finales de 2022, declaró que al menos una cuarta parte de los varones mutilados (que ahora declaraban ser mujeres) seguían quejándose de sentirse mal con sus cuerpos por ser demasiado masculinos. La amputación no era bastante para ellos.
Maquillaje e ideología trans, eso no ayuda de verdad a la persona ni a hacer avanzar la ciencia y la medicina (foto de Kyle para Unsplash).
3. Cuando alguno se sintió mejor, ¿fue por hormonar/amputar o fue por recibir psicoterapia?
Todos los sujetos del estudio holandés recibieron psicoterapia tras las operaciones. Pasado año y medio tras ser operados, decían sentirse mejor o algo mejor. Pero... ¿era así por la operación? ¿O por la psicoterapia? ¿O por el mero paso del tiempo? Si hubieran evitado las hormonación y mutilación, ¿se habrían sentido mejor? No se puede saber porque no hay grupo de control.
4. El estudio sólo quiso medir "beneficios" y no intentó medir daños
Los investigadores holandeses sabían y decían que las hormonas podían afectar a los huesos y al cerebro de esos adolescentes en crecimiento, pero no establecieron ninguna forma de medirlo ni estudiarlo. Varios desarrollaron diabetes durante el tratamiento de hormonación. Uno murió. Por supuesto, todos los mutilados quedaron estériles. Pero no apuntaron nada de eso como efectos contrarios.
Con los años han ido surgiendo más datos. Por ejemplo, del mayor riesgo de osteoporosis. Y algunos (quizá muchos) de aquellos adolescentes mutilados hoy lamentan ser estériles y no poder engendrar hijos. A algunos eso les produce dolor y arrepentimiento. Los autores de "The Myth of “Reliable Research” denuncian: "Los pacientes y sus familias no pueden tomar decisiones informadas sobre un tratamiento cuando los riesgos físicos de salud se les suponen mínimos y no se les comunican, y sólo se consideran los beneficios psicológicos potenciales" (y supuestos, podemos añadir).
5. Se estudió a adolescentes mayores, pero hoy se aplica a niños y adolescentes menores
El estudio holandés se hizo con adolescentes que casi eran adultos (16-17 años). Pero lo que hoy se encuentra en todo Occidente es un aluvión de chicos (y sobre todo de chicas) de 12 o 13 años que se declaran "no binarios", o que se sienten de otro sexo... Se usa un estudio defectuoso realizado con otras edades y contexto para legalizar y justificar la hormonación y mutilación de unos jóvenes muy distintos.
6. La investigación no fue neutra: partía de que el cambio de sexo es "necesario"
La investigación clínica requiere una cierta neutralidad y curiosidad por observar resultados, pero el estudio holandés partía de inicio de la idea de que el cambio de sexo (hormonar/mutilar) era lo mejor para los adolescentes con disforia y se diseñó con sólo esa posibilidad en mente.
Los críticos apuntan un precedente. La misma clínica holandesa en 2001 publicó un estudio (Yolanda L.S. Smith, 2001) a partir de entrevistas en los años 90 a 47 jóvenes, de los que 21 no habían querido ser operados. La clínica presume de que los mutilados, tras 4 años, decían estar "bastante bien", mientras que los no operados, aunque también estaban bastante bien, mostraban un "perfil psicológico más disfuncional". Pero los críticos señalan que los no-operados habían encontrado una forma de gestionar sus problemas sin mutilación, el 80% sin transición de ningún tipo y eso el estudio (la clínica de cambios de sexo) lo menospreciaba. De hecho, se menosprecia la posibilidad de que los adolescentes, al crecer, vivan una vida no transexual.
7. ¿Genera el protocolo holandés una demanda que en realidad no existe? Los niños de 1983
En 2013 se publicó otro estudio holandés ("Gender Variance in Childhood and Sexual Orientation in Adulthood: A Prospective Study" que explicaba que en 1983 habían medido la "variación de género infantil" en 406 niños y 473.
¿Qué era esa "variación de género"? Consistía en preguntar si se sentían infelices o dudosos por ser de su sexo, si deseaban ser del otro sexo o si consideraban "vivir el rol del otro género". De todos aquellos niños, consideraron "variantes en género" un 6%... pero la realidad es que cuando los volvieron a investigar en 2007, ninguno había pedido cambiar de sexo, aunque en ellos un 10 o 12% eran homosexuales (entre los otros niños, sólo un 1 o 2%). Esos niños, hoy adultos, no han acudido a cambiar de sexo, pero con los protocolos actuales se les habría ofrecido la hormonación y mutilación.
Lo que plantea la pregunta: ¿el protocolo holandés genera la demanda? ¿Hay criterios que separan un "deseo infantil" ("yo querría ser un chico, ser chica es un 'rollo'") de una necesidad médicamente demostrada de que hormonar/mutilar tiene más beneficios que daños?
8. Hay que usar estudios rigurosos para re-evaluar los "estudios holandeses"
La clínica de cambio de sexo de Amsterdam difundió su estudio y desde entonces miles y miles de jóvenes han sido remitidos a ella. Han hecho cambios de sexo durante 25 años. Lo serio hoy -lo que piden los críticos- es acceder a todos los registros de todos los pacientes diagnosticados con disforia de género, independientemente del tratamiento elegido luego. Que se comparen los subgrupos, los efectos a largo plazo en salud física y mental y las intervenciones realizadas.
La crítica a todo este frágil entramado de datos es que al principio los investigadores holandeses decían que estaban buscando datos de una mejoría a nivel psicológico. Cuando no pudieron encontrarlos, dijeron que ya no les interesaba, que ahora buscaban medir si declaraban tener "calidad de vida" y "satisfacción con el tratamiento". Un estudio serio, al revisar los datos reales acumulados, tendrá que evitar eso y aplicar criterios claros de lo que se busca: qué mejoró, qué empeoró y qué se mantuvo sin cambios.
Los estudios modernos, aún más defectuosos
Cuando empezaron las críticas, la holandesa De Vries y las clínicas de cambio de sexo remitieron a más estudios, más recientes. Todos los financian y realizan las mismas clínicas que ganan dinero hormonando y mutilando y logrando que sus pacientes dependan de por vida de sus productos farmacéuticos.
Los críticos acusan a los nuevos estudios de hacer "spin" o "darle vueltas" a los datos: los datos dicen una cosa (a menudo, poca cosa), pero en la presentación del estudio sus promotores le hacen decir otra.
En "The Myth of Reliable Research" se centran en 3 estudios nuevos: Carmichael et al. (2021), Costa et al. (2015), y Tordoff et al. (2022).
Carmichael et al. (2021) intentó replicar en Inglaterra los resultados de 2011: no mostró mejoras psicológicas en los transicionados, encontró problemas de huesos en los que tomaban bloqueadores y no mostró que los adolescentes estuvieran mejor que si no hubieran sido sometidos al cambio de sexo.
Costa et al. (2015) comparó durante 18 meses un grupo de jóvenes con disforia de género a los que se les bloqueó la pubertad con unos a los que solo se les daba psicoterapia. Al final, se medía la situación psicológica de ambos grupos en la escala CGAS (de salud mental infantil) y ambos grupos sacaban entre 60 y 70 puntos (donde la plena salud es 100). No se demuestra así que hormonar/mutilar sea mejor y ¿no puede ser que los hormonados, bloqueada su pubertad, digan simplemente sentirse mejor? Además de ser una medición a corto plazo. Otro estudio (Clayton, 2022) sospecha de efecto placebo.
Tordoff et al. (2022), de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington, asegura que los bloqueadores y la hormonación redujeron la depresión un 60% en un año... respecto a un futurible e inferido empeoramiento, no respecto a la situación ya medida. Compararon 35 chicos sin hormonar (de los que luego renunciaron a 28, quedándose con 7) con 69 hormonados (de los que mantienen 57). Los chicos "sin hormonar" que abandonaron el estudio de la clínica de cambio de sexo, simplemente, no querían seguir en la clínica, ya no querían cambiar de sexo. Precisamente, los más sanos, los psíquicamente más funcionales... ¡son los que abandonan el estudio! Así, comparan los problemas de solo 7 sin hormonar con 57 hormonados y dicen que hay alguna mejoría... porque los que de verdad mejoran se han ido del estudio.
La universidad que lo publicó vio enseguida los problemas de esta investigación, pero eligió callar porque la prensa recibió el estudio con entusiasmo. Además, había política de por medio: la nota de prensa de la UW Medicine detallaba que esta investigación llegaba después de que Texas y Idaho restringieran los cambios de sexo a menores.
¿Quién controla a los que se lucran? Ellos mismos, la parte interesada
Lo cierto es que las investigaciones sobre efectos de los cambios de sexo las realizan las mismas clínicas que se lucran (y mucho) haciendo cambios de sexo y que necesitan decir que no tiene efectos negativos y destacan sólo unos efectos positivos "psicológicos", etéreos, difíciles de medir, fáciles de "regirar" y siempre medidos a corto plazo.
Los estudios pro-cambio de sexo no sólo son de poca y mala calidad científica, sino que carecen de controles y son parte interesada: los mismos médicos que ganan dinero y prestigio realizando estas hormonaciones y mutilaciones son los que firman los estudios defectuosos para justificarlos. Los estudios más modernos son incluso peores que los más antiguos.
Además, los médicos del cambio de sexo no se critican unos a otros: casi ninguno hace reseñas críticas de las investigaciones de sus colegas y se apoyan para colocarlas en revistas "por revisión de pares". Y de cara a la prensa abundan los meros sondeos por cuestionario online que las clínicas envían a sus propios pacientes hormonados y mutilados: con esos cuestionarios luego lanzan "estudios" asegurando que se encuentran "bastante bien".
¿Hasta qué punto la industria del cambio de sexo se ha alejado de la verdadera ciencia, de la medicina basada en pruebas y evidencia clínica? ¿No deberían hacer estas investigaciones médicos ajenos a las clínicas del sector?
Miles y miles de jóvenes adolescentes con todo tipo de inquietudes llegan a estas clínicas y ellas les ofrecen mutilarse, hormonarse de por vida y quedar esterilizados. Con "estudios", les dicen que psicológicamente se sentirán mejor, y que los problemas físicos "no importan". Y para los chicos de 16 años, no importa lo que pase con su cuerpo a los 50, porque para ellos el futuro no existe.
Los activistas que impiden el debate científico
Mientras tanto, el negocio del cambio de género y los activistas trans impiden el debate científico riguroso. A quien pide aplicar el viejo criterio médico de "ante todo, no dañar", se le acusa de transfobia y negacionista... por pedir evidencia científica.
Testimonios de jóvenes detrans (arrepentidos del cambio de sexo, algunos ya dañados irremediablemente) en el programa de CBS 60 Minutes, en 2021. Puede que sean ya el 30% de los que han sido dañados por ese negocio.
Un estudio reciente (Christina M Roberts, 2022) calcula que los detransicionadores (los jóvenes que se arrepienten y piden cambiar de hormonas, aunque muchos ya mutilados de por vida) son ahora mismo hasta un 30%, y pueden ser más con el tiempo.
Un estudio sobre arrepentidos en Suecia (Cecilia Dhejne, 2014) calcula que pasan entre 8 y 11 años hasta que llega el arrepentimiento profundo, a menudo ligado a peor salud física y mental.
Los médicos críticos con esta situación, agrupados a nivel internacional en la SEGM (Society for Evidence-Based Gender Medicine) denuncian que "las asociaciones médicas y publicaciones científicas que suprimen el debate en la medicina de género, a la vez que promueven acríticamente una 'ciencia asentada' falaz y publican estudios profundamente defectuosos, contribuyen a esta crisis. El campo de la medicina de género tiene un tiempo limitado para autocorregirse antes de que las autoridades públicas sanitarias, y cada vez más la autoridad electa que no sabe de medicina pero entiende el riesgo que corren los jóvenes, intervengan para detener el daño".