No todos los días una institución cumple 900 años. Esto es lo que le ocurre este 2020 al Archivo Capitular de la Catedral de Segovia. Viene a colación hablar del tema porque el 9 de junio se celebra el Día Internacional de los Archivos. En un 9 de junio de 1948 echó a andar bajo los auspicios de la UNESCO el Consejo Internacional de Archivos, fecha que en 2007 Naciones Unidas eligió para celebrar el Día Internacional de los Archivos.
Así las cosas, parece buena ocasión para comentar algo de lo que la Iglesia Católica ha hecho en archivística a lo largo de la historia, en perfecta sintonía con su afán de conciliación ciencia-fe y sin ánimo de ser exhaustivos.
Fachada de la catedral de Segovia: su archivo capitular cumple 900 años, una batalla de la historia contra el tiempo y el olvido
Archivos para conservar la memoria
Sabido es, sobre todo para los historiadores, que cuanto más antigua y continuada en el tiempo haya sido su institución de origen, mayor importancia tendrán sus archivos para la investigación histórica. Sobra indicar que estas cualidades se han dado dan con preferencia en los archivos de la Iglesia Católica, que desde sus orígenes continuó la tradición archivística de los pueblos antiguos tales como caldeos, asirios, judíos, griegos, e Imperio Romano. Fue para ella objetivo primordial conservar la memoria de su misión pastoral.
Conocidas son las actas de los mártires por mencionar algún ejemplo. Desde el siglo IV y por iniciativa de San Dámaso se creó el primer archivo eclesiástico de Roma, en la basílica de San Lorenzo in Damaso. En el siglo VI y en tiempos del Papa Gregorio VII comenzó la tradición archivística propiamente vaticana y durante la Edad Media se sucedieron en la Iglesia algunos hitos de normativa archivística: cánones de concilios provinciales, recomendaciones, etc.
Pero la aparición de un cuerpo de legislación canónica específica no se produce hasta el Concilio de Trento, cuando da comienzo a una verdadera política de archivos, en especial de los parroquiales y los diocesanos, con sede éstos últimos en las catedrales, como sedes episcopales, sumándose a la tarea las órdenes religiosas: no debe olvidarse el papel tan importante que siempre ha desempeñado la Iglesia Católica dentro de la sociedad civil.
El papeleo (y sus registros) de la España imperial
Pronto estas directrices se convertirían en ley en España: el 12 de julio de 1564 Felipe II decretó oficialmente la ejecución de todo lo acordado en el Concilio. Se desencadenaría así de manera indirecta la extraordinaria actividad recopiladora de la denominada Etapa Imperial de la historia de la ciencia española, sin detrimento de la función espiritual de los documentos que acreditan indulgencias y gracias espirituales en general; administración de sacramentos, con sus registros si tienen parroquia, ceremonial y liturgia...
No menos interesante es la recopilación de documentos relacionados con las misiones, enseñanza y redención de cautivos; hermandades, cofradías y beneficencia, y de las fundaciones piadosas, memorias, capellanías, aniversarios y sepulturas, de dotación de huérfanas, de educación, caridad y música, etc., etc., etc.
El efecto de las sucesivas desamortizaciones que el Estado ejecutó durante el siglo XIX sobre las instituciones de la Iglesia, hizo que muchos archivos y algunas bibliotecas civiles se vieran beneficiadas recibiendo fondos eclesiásticos en su mayor parte procedentes de las Órdenes religiosas, aunque también de catedrales, parroquias, hospitales y otros organismos de la Iglesia secular.
El Archivo Nacional y el Archivo de Indias
Sobre la base de la documentación monástica se creó por real decreto de 28 de marzo de 1866 el Archivo Histórico Nacional, que sólo en su Sección de Clero reúne más de 30.000 unidades de conservación, donde destaca por su importancia el conjunto de pergaminos medievales. También proceden del mismo origen la mayor parte de sus libros de la Sección de Códices, los sellos y documentos de la Sección de Sigilografia, y las Secciones de Órdenes Militares y Jesuitas.
El Archivo Histórico Nacional, en la calle Serrano de Madrid
Uno de los más célebres archivos de España es sin duda el Archivo General de Indias. En él, y sobre la historia de la de la evangelización de la Iglesia en América y Extremo Oriente, se incluyen las Secciones de Patronato, con erección de iglesias, entre otros asuntos; Contratación; Gracia y Justicia; Gobierno; Consejo de Indias; Audiencias y Ministerio de Ultramar. Reunió en su interior todos los papeles relacionados con la epopeya española en América que se encontraban dispersos y mal conservados por falta de espacio en múltiples sedes.
Fue el monarca católico ilustrado Carlos III bajo cuyo mandato se puso en marcha en 1778.
El Archivo General de Indias fue en su momento uno de los más grandes del mundo. Por el volumen de documentación en él custodiado, pronto se conoció a la América española como la bien documentada, ya que ningún continente ha conseguido recoger tanta documentación sobre su historia como la que guarda el Archivo de Indias en sus fondos. La construcción y ordenación del mismo serviría como modelo a un ingente número de archivos modernos del mundo. Al frente de este proyecto colosal estuvo Juan Bautista Muñoz Ferrandis.
Muñoz Ferrandis, un erudito católico
Juan Bautista Muñoz Ferrandis nació en 1745, pronto quedó huérfano y fue encomendado al cuidado de los dominicos, tutelado directamente por uno de ellos, Gabriel Ferrandis, su tío para más señas, con cuya escuela historiográfica entró en contacto en su Valencia natal.
No le faltó acceso a la biblioteca del cenobio, donde entró en contacto con las obras latinas de Fray Luis de Granada, que más tarde llegaría a publicar, poniendo muy en valor la riqueza de citas de los Santos Padres y su interés por mejorar el nivel cultural del clero. De aquí pasó al Seminario de Nobles de Valencia, regentado por jesuitas, donde tuvo como mentor a Antonio Eximenos Pujades, matemático y músico.
Juan Bautista Muñoz Ferrandis, un erudito católico y educado por clérigos
Allí aprendería los principios de la filosofía moderna con el sacerdote Antonio José Cavanilles, científico ilustrado, botánico y naturalista español y uno de los autores principales de la Escuela Universalista Española del siglo XVIII. Con el humanismo, la renovación pedagógica y la defensa de la fe cristiana son valores que adoptaría de por vida. Maestro en Artes, bachiller y doctor en Teología, Juan Bautista Muñoz acabaría ganando la Cátedra de Lógica de la Universidad de Valencia. También publicaría obras de Juan Luis Vives, Pedro Juan Núñez y Nebrija, por lo que llegaría a ser uno de los máximos expertos en el Siglo de Oro español.
Cosmógrafo y pionero arqueólogo
Nombrado en 1777 Cosmógrafo Mayor de Indias, y con gran dominio de la crítica histórica, aprendida nada menos que de Gregorio Mayans, se enfrentó a la polémica levantada por obras como la de Guillaume-Thomas Raynal sobre las Indias, de ese mismo año y centrada en el comercio americano, y luego por la historia general de América redactada por William Robertson, de 1777, ambas con graves inexactitudes, y terminó recibiendo el encargo real de Carlos III de escribir una Historia del Nuevo Mundo, que comenzó en 1779.
Durante su estudio sobre los materiales de Indias dispersos por varios archivos, contó con la importante ayuda de José de Gálvez, en la Secretaría de Indias, que le hizo ver la necesidad de instaurar un gran archivo específico de Indias, convenciéndole del propósito. Combatió desde sus orígenes la Polémica de la Ciencia Española, haciendo frente científicamente a las mentiras de Mason de Movilliers y otros nefastos leyendanegristas, guiados más por un odio anticatólico que por la ciencia.
Juan Bautista Muñoz Ferrandis sería además el fundador de la moderna arqueología internacional, ya que dirigió la primera excavación sobre territorios no clásicos, de hecho, sobre territorios de otro continente, en las ruinas mayas de Palenque, en México, financiada por Carlos III, que ya se encargaría también de dirigir con españoles las primeras excavaciones de Pompeya.
La ciencia debe mucho a la archivística, y ésta debe mucho a la tarea de la Iglesia Católica y de los eruditos católicos de muchos siglos; un motivo para celebrar con reconocimiento este Día Mundial de los Archivos.