Entrevistamos a Ignacio Del Villar Fernández, doctor ingeniero de telecomunicación por la Universidad Pública de Navarra y autor de “Ciencia y fe católica: de Galileo a Lejeune”, disponible en Amazon en formato papel y digital (en http://amzn.to/2v8eJkp ) y en iTunes.
- Bueno, no todos tenían exactamente la misma devoción católica. El genetista Jérôme Lejeune, por ejemplo, está en proceso de beatificación. El químico Louis Pasteur, por el contrario, aunque siempre se confesó como católico y era un hombre de oración, se pasaba temporadas sin ir a Misa, aunque en la última etapa de su vida recuperó la práctica sacramental. Pero a todos la fe les sirvió de soporte para mejorar como personas y para trabajar e investigar con más ilusión.
Galileo Galilei, retrato de 1636
- Es un arma que utilizan los detractores de la Iglesia para intentar mostrar la ciencia y la fe como enfrentadas por naturaleza. Pero la Iglesia siempre ha estado del lado de la ciencia apoyándola, ya sea mediante los laicos, como los que muestro en este libro, o mediante clérigos como el agustino Gregor Mendel, descubridor de las leyes fundamentales que rigen la genética.
»En el caso Galileo la jerarquía se equivocó al hacerle abjurar de su idea de que la Tierra giraba alrededor del Sol porque contradecía las Escrituras. Pero Galileo también se equivocaba porque no tenía suficientes argumentos. De hecho uno de ellos era falso: él creía que las mareas indicaban que la Tierra giraba alrededor del Sol. Es decir, Galileo tampoco lo hizo todo perfecto. Y desde luego no le quemaron ni torturaron, como bastante gente cree.
»Además no se puede juzgar con los ojos de hoy. Cambiar el centro del mundo después de siglos y siglos suponía una revolución científica y también espiritual, pues se hacía necesario también reinterpretar la Biblia y ver que este libro no sirve para saber cómo es el cielo sino cómo ir al Cielo.
- Alessandro Volta se crio en un entorno profundamente católico, la Lombardía de primera mitad del siglo XVIII. Sin embargo, no fue un fiel más. Se sabe que quiso ser sacerdote jesuita, aunque las circunstancias familiares lo impidieron. Además fue catequista. Por otra parte, aunque tuvo una juventud disipada y uno de sus contemporáneos confiesa de forma irónica que “Volta sabía mucho de la electricidad de las mujeres”, mantuvo durante toda su vida la costumbre de acudir a Misa y rezar el rosario. Asimismo, decoraba su casa y su calle para el paso de la procesión de Corpus Christi, e incluso se levantaba el sombrero como saludo ante una imagen de la Virgen que tenía sobre la puerta de su casa.
Alessandro Volta con la primera pila eléctrica
- El monstruo de Frankenstein toma su origen en el hermoso debate científico que sostuvo Volta con otro grande del siglo XVIII, Luigi Galvani, también católico devoto. Este último, mientras cortaba un anca de rana con un bisturí, tocó a la vez el metal que le servía para sostener la extremidad del anfibio. En ese momento el anca de rana se contrajo. Parecía que el animal hubiera cobrado vida. Galvani confirmó este fenómeno con muchos experimentos y lo bautizó como electricidad animal.
»Un escritor de la época habla de que Galvani era capaz de resucitar animales. De ahí vino la idea de Frankenstein. Hoy se sabe que existen potenciales eléctricos en las células de los animales y las personas. Galvani había fundado nada menos que la electrofisiología.
- Todo lo contrario. Esta matemática de Milán estuvo muy ligada a la Ilustración católica. Este movimiento de renovación dentro de la Iglesia se caracterizó por un especial interés en que la mujer se formase. Así, en el siglo XVIII se pueden encontrar otras mujeres como la física Laura Bassi, la escritora Francesca Manzoni, la pintora Rosalba Carriera, o la poetisa Luisa Bergagli. Maria Gaetana Agnesi se formó con los mejores profesores de la época gracias al apoyo de su padre.
- Escribió Instituzioni Analitiche ad uso della gioventù italiana, el primer libro completo de cálculo, que arrancó aplausos en toda Europa. La Real Academia de Ciencias de París afirmó: “Es el tratado más completo, el mejor que se ha hecho en este género”. Y el Papa Benedicto XIV le regaló una corona de piedras preciosas atada con oro, a la vez que apoyó que le concedieran la cátedra de Matemáticas en la Universidad de Bolonia.
- En lo que atañe a su espiritualidad, Pasteur experimentó a lo largo de su existencia altos y bajos, lo que ha generado un intenso debate entre sus biógrafos. Algunos han exagerado su condición de católico con frases que no afirmó como: “Todos mis estudios me han llevado a tener la fe de un paisano bretón”, mientras que otros defienden tesis con escaso rigor como que era panteísta. Ni lo uno ni lo otro.
»Pasteur recibió la fe de su familia pero tuvo una crisis en su juventud, motivada por un escándalo de deudas que tuvo el capellán de su colegio. Este desengaño le alejó de la práctica sacramental. Sin embargo, Pasteur mantuvo su corazón de católico: rezaba a menudo, educó cristianamente a todos sus hijos, mantenía una estrecha amistad con un gran predicador de la época, el padre Didon, y se casó con una terciaria dominica. Ella fue una de las grandes artífices del acercamiento del genio a Dios. Así, el terreno estaba sembrado para que en el último periodo de su vida Louis Pasteur se interesase ya solo por el evangelio y las vidas de santos.
- Lejeune es una de las figuras más importantes del siglo XX. No se trata solo de que descubrió el cromosoma de más en los individuos con síndrome de Down; es que además tuvo un papel muy relevante en la política internacional. Su presencia en Moscú resultó vital para pacificar los ánimos del régimen soviético durante una gravísima crisis nuclear que aconteció en los años ochenta.
»Además, Lejeune representó un importante papel en favor de los derechos del no nacido. Con su capacidad de palabra y su aplomo hacía rabiar a sus adversarios proabortistas en los debates televisivos. Por este motivo llegó a ser agredido verbal y hasta físicamente, pero eso no desanimó a este incansable hombre que nos dejó como regalo la Fundación Lejeune (www.fundacionlejeune.es), comprometida especialmente con los síndrome de Down.
- Es difícil preverlo. Vivimos en un mundo que cambia muy rápido. Creo que el mayor enemigo del cristianismo somos nosotros mismos. A lo largo de su historia, siempre que la Iglesia se ha mantenido fiel a la tradición apostólica, a la oración y la práctica sacramental, el resto de ideologías se han ido cayendo por sí solas.
»La Iglesia necesita santos, personas que a través de su vida y su testimonio llamen la atención de los demás. “Mirad cómo se aman”, comentaban los paganos sobre los primeros cristianos. En África la Iglesia crece. Tal vez debamos de mirar cómo se comportan los cristianos en África.
- Me asombra ese porcentaje tan bajo. Personalmente creo que el hombre siempre necesita a Dios, porque hay cosas a las que la ciencia no puede dar respuesta. Sin embargo, hace un tiempo le entrevistaron a un científico bastante famoso que estaba muy enfrascado en sus investigaciones. Decía lo siguiente: “tenemos tanto trabajo en nuestro laboratorio que no encontramos tiempo para pensar”.
»Ahí creo que está el mayor peligro del mundo de la ciencia, en idealizarla, en convertirla en un fin y no en una herramienta. En el fondo se trata de reemplazar a Dios por la ciencia.
- Esas cifras mostrarían que no hay mucha diferencia entre un católico no practicante y un agnóstico. En el fondo ambos tipos de persona viven como si Dios no existiera. Y ya lo decía Chesterton: “dejamos de creer en Dios, para no creer en nada, y al final creemos en cualquier cosa”. Así, resulta mucho más fácil que caigamos en ideologías como el materialismo, que a tenor de los resultados de esta encuesta veo que está muy de moda.
»El materialismo nos vuelca en nosotros mismos y nos hace perder la ilusión por la vida eterna. Y esta falta de esperanza se nota en la calle. Una amiga africana que vino a vivir a España me dijo una vez que lo que más le chocó fue ver a la gente por la calle triste: “Cuando caminan por la calle parece que estuvieran enfadados”.
- El cristianismo está siempre abierto al progreso. Otra cosa es cómo se oriente este. Lejeune, el descubridor del cromosoma extra que portan los individuos con síndrome de Down, hizo esta aportación a la ciencia con el horizonte de curar a estas personas. Así que, cuando se enteró de que su descubrimiento lo estaban utilizando para determinar si en el vientre de la madre hay un síndrome de Down, y en el caso de que así fuera eliminarlo, el genetista francés lloró amargamente.
»Lejeune era un genio en el campo de la ciencia y un hombre de profundas convicciones cristianas que sabía qué es y qué no es lícito. Y a la larga hacer las cosas de forma ética ayuda a progresar más. Si no, que se lo digan a los científicos que han fracasado al apostar por las células madre embrionarias en sus investigaciones en vez de por las células adultas.
Ignacio del Villar con su libro “Ciencia y fe católica: de Galileo a Lejeune”, disponible en Amazon, que recoge las vidas de estos cinco grandes científicos católicos
- Le diría que tampoco hay evidencia de que no exista Dios. El padre de la teoría del Big Bang, el sacerdote belga Georges Lemaître, hablaba del “Dios escondido”, que no se identifica con la naturaleza pero que no por ello deja de existir. No esperemos demostrar a Dios de una forma certera mediante una ecuación matemática o pulsando un botón. Si así fuera, ¿qué mérito tendría nuestra fe?
»Para convencerse de que hay “algo más” hace falta, como diría Steve Jobs, ir uniendo los puntos. El mundo comenzó en un momento concreto, hace millones de años, y se ha ido expandiendo progresivamente. Según la ley de la entropía todo tiende al desorden. Entonces ¿cómo puede ser que conforme se ha expandido el universo se haya generado un orden asombroso en la Tierra hasta formarse personas con un nivel de inteligencia que es infinitamente superior al de cualquier otro animal?
»¿Cómo puede ser que todas las personas tengan el anhelo de vivir para siempre y todo se acabe con la muerte, como algunos dicen? Si toda causa tiene un efecto en la naturaleza, ¿cuál fue la primera causa? Tiene que haber un motor que impulse todo. El Big Bang no pudo ocurrir porque sí.
»Y qué decir de los muchos milagros que ocurren hoy, como el que sirvió para hacer santo a Juan Pablo II [lo explica aquí en ReL el médico protagonista], que el tribunal científico que lo estudió no fue capaz de explicarlo. O cómo puede ser que el hijo de un carpintero consiguió que una panda de pescadores de Galilea extendiera el cristianismo por todo el mundo sin armas. Cada una de esas cosas, por si sola, puede que no baste, pero yo las uno y me basta y me sobra. Con mucho menos también creería en Dios.
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