En 1962, el mundo se rendía a las investigaciones de James Watson y Francis Crick, que recibían el Premio Nobel de Medicina por el que fue uno de los grandes descubrimientos del siglo XX y que supuso un avance para la ciencia: la estructura del ADN.
Estos científicos consiguieron descubrir la estructura de doble hélice, modelo del ADN que conocemos en este momento, gracias a lo cual obtuvieron la fama y el reconocimiento. Pero esto fue posible gracias al trabajo de otros científicos, que consiguieron avances clave y con los que sin ellos no habrían conseguido el Nobel.
Una de las personas que ayudó a descubrir el ADN y que menos reconocimiento obtuvo fue Miriam Michael Stimson (1913-2002), monja dominica y una de las más eminentes investigadoras y profesoras de su época. Otros científicos vieron al menos su nombre relacionado con este hallazgo pero el trabajo de esta religiosa estadounidense apenas aparece mencionado.
Enfocó su trabajo a la lucha contra el cáncer
Su trabajo estaba centrado en la lucha contra el cáncer pero sus hallazgos le hicieron contribuir a algo más grande. De hecho, Stimson fue la segunda mujer invitada a dar una conferencia en 1951 en la Universidad de la Sorbona de París tras Marie Curie.
Foto- Archivo de la Siena Heights University
Esta religiosa dominica desarrolló su vida entre el convento y la Siena Heigths University, donde tenía su laboratorio. Desde joven ya era un referente en su ámbito aunque era mirada con recelo por su condición de mujer y monja.
Un trabajo que ayudó a descubrir la estructura del ADN
Sin embargo, 1945 fue un año importante para Stimson pues por primera vez la revista Nature publicó sus investigaciones sobre los rayos ultravioletas, sus estudios sobre cromatología y el origen de la células cancerosas. Desde entonces, sus trabajos fueron publicados con asiduidad en distintas publicaciones científicas.
Sin embargo, fue en los 50 cuando su descubrimiento tuvo más relevancia. La monja dominica utilizó bromuro de potasio para preparar las bases del ADN para el análisis por espectroscopia infrarroja y desarrolló con éxito un método químico que afirmaba la estructura de las bases de ADN y de la doble hélice misma.
Una mujer y monja, en un mundo dominado por hombres
“La magnitud de Stimson fue hacerse un hueco como mujer y como monja católica en una comunidad científica, en una década de los 50 muy dominada por los hombres, que incluían varones de la talla de James Watson y Francis Crick. La hermana Miriam fue uno de los primeros científicos que probó el modelo de la doble hélice del ADN. Su método y su química con el ADN sigue siendo relevante hoy”, afirmaba Jun Tsuji, uno de sus discípulos en el libro titulado The Soul of DNA (El alma del ADN).
Su trabajo en la genética y en su investigación contra el cáncer facilitó mucho la lucha contra este enfermedad y así se pudieron ir desarrollando técnicas como la quimioterapia. “Por falta de conocimiento de la doble hélice del ADN, los científicos no podían entender las raíces genéticas del cáncer, y por tanto, fueron incapaces de desarrollar métodos eficaces del tratamiento”, agregaba Tsuji.
Foto- Archivo de la Siena Heights University
De ahí la importancia de su labor. Pero además, fue un avanzada a su época y fue reconocida por su trabajo con el espectroscopio, escribiendo manuales para saber utilizarlo.
Buscar la verdad para hallar a Dios
Durante décadas, ella siguió formando a miles de científicos en la universidad e investigando para luchar contra el cáncer. Sin embargo, su vocación científica era un medio para descubrir la verdad sobre Dios.
“El espíritu dominico de la búsqueda de la verdad era algo muy importante para ella, porque al llegar a conocer la verdad sabemos más acerca de Dios”, dijo la hermana Sharon, compañera suya, cuando murió en 2002.
Una católica más contribuyendo a la ciencia
Está búsqueda de la verdad a la que dedicó su vida no sólo ayudó a la ciencia sino a la fe. El conocido filósofo ateo, Antony Flew se convenció de la existencia de Dios tras el descubrimiento del ADN.
Del mismo modo, el trabajo de esta religiosa dominica desmonta una vez más el mito de que ciencia y religión no pueden caminar juntos y demuestra de nuevo de que numerosos católicos, ya fueran religiosos o laicos, han contribuido desde hace siglos hasta la actualidad a la ciencia con descubrimientos que cambiaron el mundo.