La ideología de género hace tiempo que pisó el acelerador sin intención de levantar el pie y la semana pasada se pudo hasta qué punto han penetrado en todos los estratos sociales

. La clase política casi al completo y los grandes medios de comunicación han ido al unísono contra el mensaje del autobús naranja que decía que “los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen” pues atacaba supuestamente a los menores transexuales.

Los debates encendidos no sólo se han producido en las tertulias sino que en las redes sociales y en los cafés también ha sido uno de los principales temas de conversación. Y frente a la ideología que intenta imponer sus postulados, los expertos en Bioética explican la realidad de la transexualidad y ofrecen a los católicos algunas líneas maestras a seguir.

Coincidiendo prácticamente en el tiempo con la polémica en España, el National Catholic Bioethics Center ha publicado una breve explicación que ayudará a tener una visión católica sobre este fenómeno y que se puede resumir en estos cinco puntos.


En primer lugar, los expertos dejan claro que el texto no aborda los escasos casos de personas con trastornos congénitos del desarrollo sexual como por ejemplo las situaciones con genitales ambiguos pues éstos merecen un tratamiento diferente a las personas que dicen que “están en el cuerpo equivocado”, es decir, los que afirman ser un hombre atrapado en un cuerpo femenino o viceversa.

Los expertos en Bioética recuerdan que “la experiencia de ansiedad o infelicidad asociada a esta convicción se conoce como disforia de género” y para conseguir la llamada “transición de género” se utilizan hormonas, tratamientos quirúrgicos o ambos.

Pero el texto clarifica que “el concepto de transición de género está en oposición radical con una comprensión adecuada de la naturaleza de la persona humana. Se presupone que hay un ‘yo’ separado del cuerpo y que, por tanto, podría estar en el cuerpo equivocado. Sin embargo, la persona humana es una unidad cuerpo-alma plena, no es un ‘fantasma en la máquina’ o un espíritu que habita en el cuerpo. Una persona en particular no se limita a tener un cuerpo: él o ella es ese cuerpo”. El Papa San Juan Pablo II explicaba sobre esto que "el cuerpo humano expresa la persona".

De este modo, el escrito insiste en que “este es un punto antropológico fundamental que ninguna asociación o ideología política pueden negar”. “La experiencia psicológica de una desconexión con su sexo corporal no debe ser minimizado; pide una psicoterapia adecuada, pero de ninguna manera puede ser un reflejo de un sexo ‘incorrecto’”.


Una vez explicado que el ser humano es una “unidad cuerpo-alma cuya identidad sexual innata se refleja en la biología de la persona, debe quedar claro que ninguna intervención quirúrgica, hormonal u otra realizada en el cuerpo es capaz de alterar la identidad sexual innata”.


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Estas prácticas tienen “consecuencias morales” en el “orden práctico” pues las personas que se someten a ellas “actúan en contra de su propio bien”. Por ello, el texto alerta que los actos que se enumeran a continuación “son perjudiciales para el bien de la persona y nunca pueden llevarse a cabo legítimamente, aprobados o promocionados”:
 
“La administración de hormonas sexuales cruzadas como un medio de transición de género en sí mismas, o en preparación para la cirugía de reasignación de sexo; la administración de hormonas bloqueadoras de la pubertad a los niños como medio de transición debido a la disforia de género u otros problemas de identidad sexual; y la adopción de comportamientos, vestimentas, manierismos, nombres o pronombres típicos del sexo opuesto con afirmaciones de ser (y por lo tanto exige ser tratado como) una persona del sexo opuesto”.


A la luz de la evidencia científica, afirman los expertos, no se ha demostrado que la “transición” tenga un beneficio terapéutico a largo plazo por lo que cree es importante tener en cuenta:

“Ninguna organización católica debe establecer políticas que afirmen positivamente la elección de cualquier comportamiento, hormonal o quirúrgico de pacientes, personal u otras personas atendidas por la organización. Además, ninguna organización católica de atención de la salud debe exigir a su personal que lleve a cabo, promueva, se refiera o coopere formalmente en procedimientos relacionados con la transición de género, especialmente las intervenciones quirúrgicas o hormonales”, asegura el texto. Tampoco deben utilizarse los pronombres o identificadores específicos del sexo que sea contrario biológicamente a esa persona.

Los expertos en Bioética alertan de que la promoción de la "mutilación" en estos casos “es una injusticia para los individuos involucrados y crea un escándalo para la comunidad en general, en el sentido técnico de llevar a otros al pecado”.

El mayor reto para las organizaciones vinculadas a la Iglesia “es hacer frente a las necesidades integrales de las personas trans que buscan, no apoyo directo para el cambio de sexo, sino cuidado pastoral, otros servicios y la plena participación en la vida de la Iglesia”.


Los colegios católicos, reconoce el informe bioético, están bajo una creciente presión externa para “tratar a los estudiantes en consonancia con su identidad de género auto-seleccionada” tanto en los trámites burocráticos como en el trato (con pronombres o nombres distintos a su sexo) así como en la participación de actividades escolares o el uso de baños y vestuarios.

Por ello, advierte a los pastores y responsables de estos centros católicos de que deben “tener un cuidado especial en la educación católica de los niños y jóvenes. Tiene que hacer todo lo posible, con la colaboración de los fieles para que el mensaje del Evangelio llegue también a los que han abandonado la práctica de su religión”. Y hace otro recordatorio importante: “toda la educación religiosa está sujeta a la autoridad de la Iglesia. Claramente, cooperar con la 'transición' de la juventud es incompatible con estas obligaciones”.


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Siguiendo esta línea, el informe entra también en cómo deben ser las políticas de empleo de una institución educativa católica, pues “deben ejemplificar la misión de un ministerio de la Iglesia Católica”. Para ello, los "maestros deben ser destacados en la correcta doctrina y con su vida íntegra” y el obispo debe supervisar que así sea.

En el ámbito moral, los colegios católicos “no pueden participar o promover la negación del sexo biológico con el cual el niño ha sido dotado por el Creador”.  Al cambiar el nombre en los registros escolares, usar "él" para una estudiante nacida o "ella" para un estudiante nacido varón, y permitir que un estudiante use el uniforme del sexo opuesto no se hace ningún bien al estudiante. Las necesidades de privacidad pueden ser satisfechas sin permitir que los estudiantes tengan acceso a los baños o vestuarios reservados a los del sexo opuesto.

Y este punto acaba así: “Ninguna entidad católica debe someterse a un mandato inmoral del Gobierno”.


Por último, el documento explica cómo hay que cuidar y acompañar. “Está claro que estas personas con disforia de género sufren mucho y deben ser tratadas con gran compasión y simpatía. Sin embargo, se debe hacer el intento de disuadirles de acciones que finalmente pueden causar daños irreversibles a su persona. Hay que estar siempre con ellos en sus dificultades y ayudarles a tomar decisiones verdaderamente terapéuticas. Incluso cuando se han realizado acciones con un daño irremediable, hay que seguir acompañándolas y mostrarlas el amor y la compasión de Cristo”.

Puede leer el artículo completo del National Catholic Bioethics Center sobre la transexualidad pinchando AQUÍ (en inglés)

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