Carlos Prosperi es profesor en la Universidad Blas Pascal (www.ubp.edu.ar) en Córdoba, Argentina y miembro de la New York Academy of Sciences. Acaba de publicar un libro titulado Darwin y Santo Tomás (editorial Advocatus). En una entrevista en La Voz se autodefine como “evolucionista desde la razón y creacionista desde la fe” y explica que eso lo llevó a estudiar dos carreras universitarias simultáneamente: Biología y Filosofía.
Su tesis tras años de estudios es hoy tomista: asegura que ya en el siglo XIII “la vieja cuestión de las relaciones entre fe y razón, teología y ciencia fue resuelta en la teoría y en la práctica por Santo Tomás”.
Luego lo matiza: "Aclaremos que Santo Tomás no era evolucionista en el sentido actual, porque no lo era tampoco ningún científico de su época. Sin embargo, los griegos habían postulado algo similar a la selección natural para explicar el origen de las especies, y Santo Tomás lo aceptaba. Incluso, en la Suma Teológica afirma que, después de los seis días de la creación, podían originarse especies nuevas a partir de las pre-existentes. Y Santo Tomás se basa en las “razones seminales” de San Agustín, que explicaba que unas especies eran “semillas” de otras nuevas".
Sobre Darwin, Prosperi quiere matizar que "era licenciado en Teología y nunca abandonó su fe anglicana. De allí el título del libro, que une a Darwin con Santo Tomás, simbolizando la ciencia y la religión, o la razón y la fe, que, según Benedicto XVI, son las dos alas que juntas elevan el conocimiento hacia la verdad".
Prosperi aborda el origen del universo: cualquier teoría del Big Bang dará por sentada la preexistencia de la energía o materia y de la fuerza de la gravedad y eso hay que explicarlo. Considera que no se puede creer que estos elementos surjan o se combinen "por generación espontánea": no hay nada más alejado de la explicación científica que el “espontaneísmo”, indica.
Otra pregunta que hay que plantear es por qué el ser humano desarrolla algo tan complejo como sus culturas, cuando no son realmente necesarias para la supervivencia: “no es explicable por la selección natural ni por ningún otro mecanismo de la naturaleza”.
De la teoría de la evolución de las especies detalla que "cuando Darwin la formuló hace más de siglo y medio tenía poca base empírica, como le pasó a Einstein con la teoría de la relatividad. Por ejemplo, si bien Mendel en su monasterio había enunciado las leyes de la genética, esta disciplina estaba en sus inicios; la paleontología tenía un registro fósil precario; y la biología molecular no existía. Sin ellas era difícil explicar la evolución. Darwin era de una familia muy rica que criaba caballos de carrera, y hacía cruzas eligiendo a los ganadores, de modo que en algunas generaciones se volvían cada vez más veloces. A este proceso Darwin lo llamó “selección artificial”, pero intuyó que la naturaleza también favorece a los organismos mejor adaptados, que sería la “selección natural”.
Prosperi cree que en realidad el conflicto entre ciencia y fe cristiana es falso: para él son dos niveles separados de conocimiento que no entran en contradicción. "Un dicho popular asegura que la Biblia explica cómo se va al Cielo, no cómo funcionan los cielos. Las ciencias naturales se ocupan de lo que Aristóteles llamó las causas “segundas”, y nos explican la estructura de la materia o las leyes que la condicionan, pero no dicen nada del origen de la materia, que corresponde a las causas “primeras”. Tanto las concepciones materialistas como religiosas son filosofías que tratan de explicar estas primeras causas, pero no son demostradas ni negadas por las ciencias empíricas".
Al reflexionar sobre una evolución dirigida por una mente, concluye que debe ser una Mente sobrenatural. “No se puede negar que la evolución haya podido ser dirigida por una Inteligencia, pero esta no puede ser la humana ni tampoco una derivada de la humana, sino que debe ser otra Inteligencia superior y sobrenatural”, escribe.
"Es irracional el materialismo cuando dice que de la nada surgió por sí misma la energía o la materia, o que de la materia inerte salió la vida. De hecho, esto ocurrió, pero no por la fuerza de la materia o la casualidad sino por una causalidad que supone Inteligencia. Y sabemos que hubo un Big Bang y habrá un Big Rip, la “muerte térmica” del Universo, cuando por la ley de la entropía se llegue al grado cero absoluto de Kelvin, de modo que esa Inteligencia no puede ser parte del mundo porque sería suicida y autodestructiva, sino que debe ser sobrenatural", apunta.