Javier Sánchez-Cañizares, nacido en 1970, es un sacerdote y científico que forma parte del impulso que está poniendo en marcha a la Sociedad de Científicos Católicos en España.
Esta asociación internacional empezó con 6 amigos en EEUU en 2016, y hoy ya cuenta con 1.800 socios en 55 países. Ahora en España se está creando su capítulo español, con un primer congreso celebrado del 16 al 18 de septiembre al que acudieron medio centenar de científicos (y otros 30 lo siguieron por Internet). La Sociedad quiere llegar a muchos más y, como Cristo, "juntar a los hijos dispersos de Dios" (San Juan 11) que trabajan en el mundo de la ciencia.
Javier Sánchez-Cañizares nació en Córdoba, estudió en los maristas de esa ciudad, empezó Físicas en la Universidad de Sevilla, se doctoró en Física Teórica en la Autónoma de Madrid y luego en Teología en la Pontificia de la Santa Cruz, bajo la dirección del físico y teólogo Giuseppe Tanzella-Nitti. Ordenado sacerdote en 2005 se trasladó a Pamplona, donde es miembro del Grupo "Ciencia, Razón y Fe" (CRYF) e investigador del Instituto Cultura y Sociedad, centro anfitrión del primer congreso de científicos católicos.
Recibió el Premio Razón Abierta de 2018 (Fundación Joseph Ratzinger) por su libro Universo singular (sobre ciencia y filosofía) y ha impulsado la reflexión sobre ciencia y fe entre más de mil alumnos de secundaria de institutos españoles con un proyecto de la Fundación Templeton.
Ahora, como a otros asistentes al Congreso de la Sociedad de Científicos Católicos, le mueve la pasión por asociar a los científicos con fe.
- ¿Cómo surgió este esfuerzo de crear en España una sección local de la Sociedad de Científicos Católicos?
- Steve Barr, el presidente internacional de la asociación, fue quien me pidió intentarlo. Me pareció buena idea y me lancé.
Stephen Barr, astrofísico y presidente de la Sociedad de Científicos Católicos, con Javier Sánchez-Cañizares durante el Congreso de Científicos Católicos en el ICS de Pamplona.
- ¿Qué encontrarán los españoles que se apunten a la Sociedad de Científicos Católicos?
- Encontrarán un ambiente agradable, de amistad; temas muy interesantes para debatir y comentar; espacios de libertad para hablar en profundidad. Y encontrarán compañerismo, y más aún, comunión, toda una parte espiritual.
- ¿Qué han sentido los científicos que han acudido a este primer congreso y han compartido unos días con otros científicos católicos?
- Enseguida han sentido, sobre todo, libertad para hablar. Han estado con personas que tienen un lenguaje común.
- Da la sensación de que en España hay una cierta efervescencia con el tema Razón y Fe...
- La Universidad Francisco de Vitoria, en Madrid, sacó los Premios Razón Abierta. En Barcelona, está el curso Science & Faith y su grupo. Está el grupo de Mariano Artigas, el CRYF (Ciencia, Razón y Fe). Todos estos grupos nos llevamos bien, no hay envidias, nos invitamos mutuamente. Pero da la sensación de que se podría hacer más. Tenemos que ver cómo hacer mejores sinergias entre nosotros. En la Sociedad de Científicos Católicos creemos que es bueno que haya muchas sensibilidades. De hecho, vemos que ya las hay.
- ¿Los científicos en España son más o menos creyentes que el español medio?
- Los científicos católicos son minoría hoy en España. El científico es menos católico que la media en nuestro país. Además, vive la fe de manera demasiado privada. Tiene pocas oportunidades de compartir la fe, de hablar de ella. Sus compañeros de departamento, sin fe, le ven como un bicho raro. Y en su parroquia o movimiento se trata con personas con fe, pero que a menudo no entienden lo que intenta expresar.
- ¿Los anticatólicos están especialmente representados en los ambientes científicos?
- No necesariamente. Ignacio López Goñi, un gran divulgador que ha participado en este encuentro, ha explicado que en realidad en España lo que abunda es el agnóstico indiferente, mucho más que el ateo militante o el anticatólicos. Se puede hablar de pereza, distracción, indiferencia. Pero al final siempre llegará la pregunta: ¿hay una verdad universal que se pueda llegar a conocer? El problema hoy es que la modernidad nos ha dicho: puedes dar el sentido que quieras a tu vida, siempre que no pretendas que haya un sentido para todos. Los cristianos hablamos de sentido, pero nuestros contemporáneos nos responden: "bueno, eso es sólo para ti, pero no para mí".
- ¿Cómo hablar con los no creyentes que sí están interesados en cosas de fe o en las grandes preguntas?
- A mí, personalmente, me gusta el diálogo. No tengo problemas en debatir y conversar con cualquiera que tenga una cierta seriedad. No me gusta si es con gente cínica o satírica. Yo pido una cordialidad y seriedad básica. Con YouTubers populares pueden salir cosas interesantes. En YouTube me gusta Quantum Fracture , divulgan muy bien ciencia. Una vez hicieron un vídeo respondiendo a un sacerdote que hacía una argumentación pobre desde un punto de vista científico. Yo uso ese vídeo con mis alumnos: estaba bien razonado y era respetuoso. Con gente así yo estoy dispuesto a debatir, y si alguno de nuestros argumentos tiene puntos débiles desde la ciencia, pues lo aceptamos y ya está.
- ¿Atraería público un debate de este tipo?
- Yo creo que sí, estas cosas tiene éxito. Hay un blog de divulgación científica muy interesante que se llama Naukas. Un día se organizó un debate en el salón de actos del Colegio Belagua con César Tomé, un bioquímico ateo o agnóstico, de Naukas, y José Funes, el jesuita argentino que fue director del Observatorio Vaticano. Se llenó la sala con 400 personas. En Oxford organizan unas charlas y vídeos donde cada profesor ha de poder explicar en 10 minutos por qué cree en Dios. Y tiene éxito.
»San Juan Pablo II hablaba de someter la fe a la prueba del diálogo y eso quizá lo hemos perdido un poco. Quizá hemos tenido demasiado miedo y prudencia.
Un momento del encuentro de científicos católicos en el ICS de la Universidad de Navarra en septiembre de 2022. Unas estudiantes de instituto presentan sus investigaciones ante doctores de distintas disciplinas.
- ¿Hay un "espacio científico" en la Iglesia española?
- En la Iglesia, en nuestros días, se está trabajando mucho lo experiencial y lo vivencial. Pero veo falta de interés por trabajar las grandes preguntas sobre cómo funciona el mundo. Falta interés por cuestiones de profundidad. Quizá parte de la Iglesia ha arrojado la toalla en este tema.
- Algunos temen que los científicos católicos estén demasiado ocupados con sus carreras como para asociarse y hacer cosas de fe...
- Yo no creo que un científico católico esté muy ocupado. Es decir, no más que el católico medio. Pero le faltan cauces para compartir lo que le interesa. En temas de fe, eso le puede llevar a ser demasiado discreto, a retraerse. Otro peligro añadido es que pueda haberse instalado en dos mundos independientes: tiene un mundo de ciencia y otro como creyente, y los vive con total separación. Y no debería ser así.
- Pero algunos dicen que las ciencias experimentales no dejan mucho tiempo para estudiar teología, historia, apologética...
- Es verdad que la ciencia es muy exigente y lleva mucho tiempo. Es especialmente complicado para un joven, que se vuelca en su carrera científica que empieza. Existe el peligro de que la carrera dificulte que el científico se interese por la pregunta sobre la verdad, las cuestiones profundas. Hoy a un científico se le exige que publique, que tenga impacto social, que haga divulgación, que tenga impacto tecnológico si hace ciencias aplicadas... Se le presiona con una visión utilitarista de la vida. ¿Cuántos se detienen a explorar la fe o profundizar en los grandes temas? Incluso un científico católico puede tener la tentación de decir, simplemente, "bueno, que me digan lo que hay que creer y vivir y que no me compliquen más".
Javier Sánchez-Cañizares en el Congreso de Científicos Católicos en Pamplona, con Fernando Sols Lucia, que dirigió su tesis doctoral en Física; Sols es catedrático en la Complutense de Madrid, físico teórico de la materia condensada, otro impulsor de la Sociedad de Científicos Católicos y sobrino de Alberto Sols (1917-1989), considerado el gran pionero de la Bioquímica en España.
- En la Sociedad de Científicos Católicos ¿se pueden plantear temas raros y creativos? Milagros, extraterrestres, otros universos, esas cosas...
- Sí, queremos que los socios e invitados puedan hablar de esas cosas. El científico a menudo tiene que ser muy prudente en su entorno profesional, para mantener un estatus y evitar bromas. Pero aquí tendremos varios niveles de conversación, otra atmósfera. Lo que ofrecemos es abrir la mente...
- ¿Por qué insistir tanto en eso de "abrir la mente"?
- Un teólogo me dijo una vez: tenemos mucha erudición, pero no ideas nuevas. Estoy convencido de que en encuentros como el nuestro saldrán muchas nuevas ideas. Me gusta la palabra inspiración. La mayoría de estos congresos inspiran, aportan a los jóvenes nuevas formas de ver, volver con nuevas ideas.
- Si hay lectores de ReL que son científicos y quieren crear grupos de científicos en sus ciudades, en España o Hispanoamérica... ¿qué necesitan?
- Primero deberían vivirlo, experimentarlo. Y juntarse con otros científicos con fe. Han de tener amor por la verdad y por reavivar ese amor. Amar a Dios con todo el ser, con todo el alma, incluye la parte racional, que es fundamental del ser humano. Yo solo puedo amar lo que es verdad. Pueden hacerlo como socios de la Sociedad de Científicos Católicos, que es internacional.
- Pero ¿es fácil juntar a los científicos en un mismo lugar?
- Es verdad que hoy es difícil juntar personas- no solo científicos- en un mismo espacio físico. Por ejemplo, en nuestro encuentro han faltado científicos que vivían aquí mismo, en Navarra. La Sociedad de Científicos Católicos va a tener al menos un gran encuentro presencial anual. Pero, por supuesto, podemos hacer actividades muy variadas por Internet.
Hay que hacerse socio de la Society of Catholic Scientists para poder formar parte de su capítulo en España. Un miembro regular ha de tener un doctorado en ciencias naturales (o matemáticas, y ciertos campos de la informática) y paga una cuota de 49 dólares anuales. Declara ser "católico practicante en plena comunión con la Iglesia". Un miembro estudiante o asociado tiene otro título o trabaja en ello y su cuota es de 25 dólares anuales.
(Las fotografías del reportaje son de P.J.Ginés)