Este jueves la Santa Sede ha publicado el decreto aprobado por el Papa de la Congregación para las Causas de los Santos y en donde se reconocen las virtudes heroicas del valiente genetista Jérôme Lejeune, un ferviente católico e incansable luchador por la vida.
Este gran científico francés pionero de la genética moderna nació en 1926 y falleció en París en 1994. Su principal hallazgo fue descubrir el origen genético del síndrome de Down, personas a las que se acabó entregando en cuerpo y alma, por las que dio su vida y acabó sacrificando su eminente carrera.
Lejeune amaba a estos niños y quería con su descubrimiento poder encontrar el origen del problema para poder curarlos, pero su hallazgo acabaría siendo utilizado para exterminar a los síndrome de Down antes de nacer.
Este hecho le provocó un enorme dolor, y llegó a perder el Premio Nóbel al denunciar el aborto en una importante conferencia en EEUU llena de científicos. A partir de ese momento cayó en el ostracismo y recibió la espalda de medios, universidades y colegas.
Actuó y vivió siempre con la honestidad y poniendo su fe por delante, lo que provocó que fuera marginado y silenciado a toda costa. No podía haber una voz tan potente a favor de la vida en un momento en el que el aborto estaba siendo legalizado en numerosos países. Era un personaje incómodo, insobornable y con los principios muy firmes.
A Lejeune le dejaron de otorgar premios, invitar a conferencias y empezaron a censurar sus entrevistas hasta que al final incluso el gobierno francés retiró toda la financiación a sus investigaciones. Esto, sin embargo, no le hizo frenar. Con medios o sin medios Jérôme estaba dispuesto a buscar una cura y una mejora de la vida de los síndrome de Down.
Un científico y un hombre de profunda fe
Este médico nunca ocultó su fe, a pesar de que en ocasiones la propia Iglesia en Francia llegara incluso a ponerse de perfil con sus investigaciones para no molestar al poder establecido. Pero él tenía claro que su trabajo era una misión que consistía en salvar a inocentes. Y así dio una lección a los obispos del mundo reunidos en Roma en el Sínodo de 1987.
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“Respetar la naturaleza humana no impide el progreso, sino que más bien lo estimula. Los promotores del aborto eugenésico o de la explotación de embriones humanos han creído poder encerrar a los médicos católicos en un dilema cruel: o bien participáis con nosotros en esta misión de investigación y destrucción, y hacéis parte de la matanza de los inocentes, o bien eludís paliar la angustia de las familias que temen ver nacer a un hijo incurable y os laváis las manos. No, la Medicina no está obligada a elegir entre dos papeles odiosos, el de Herodes o el de Pilatos. Es posible vencer la enfermedad y, aunque en absoluto poseo el don de la profecía, hay algo de lo que estoy completamente seguro: los médicos que respetan la vida no cederán nunca y, Deo juvante, un día vencerán”, dijo a los allí presentes.
Una vida unida a la de San Juan Pablo II
Observando la determinación y fuerza a la hora de defender a las personas Down y a los no nacidos no extraña que congeniara tan bien con alguien similar a él en estos aspectos: San Juan Pablo II.
A ambos les uniría una gran amistad y por recomendación de Lejeune, San Juan Pablo II acabaría creando la Academia Pontificia para la Vida, del que precisamente el médico francés fue su primer presidente antes de morir de cáncer en 1994.
Un detalle no muy conocido es que Jérôme Lejeune y su esposa Birthe comieron con San Juan Pablo II el mismo día en el que horas más tardes el Papa sufriría el atentado que casi acaba con su vida. El matrimonio volvía a Francia esa misma tarde y conoció el ataque cuando ya estaba en París.
Una vez allí y mientras Juan Pablo II se debatía entre la vida y la muerte con varios disparos en el vientre, unos fuertes dolores abdominales empezaron a retorcer de dolor también en ese instante a Lejeune. Rápidamente tuvo que ser ingresado y operado. Ambos amigos habían sido operados prácticamente a la vez y también al mismo tiempo despertaron.
Al día siguiente, Birthe comprobó pasmada que las curvas de temperatura de Jérôme eran las mismas que los periódicos referían sobre Juan Pablo II. Y así día tras día. También coincidieron en el momento en el que ambos salieron del peligro y empezaron la recuperación. ¿Casualidad? Para la familia del científico no lo fue, que lo consideró un ejemplo de “comunión de los santos”, aunque Lejeune lo negara.
El resto de causas que aparecen en el decreto de la Congregación para las Causas de los Santos son las siguientes:
- el martirio del Siervo de Dios Giovanni Fornasini, sacerdote diocesano; nacido el 23 de febrero de 1915 en Pianaccio di Lizzano en Belvedere (Italia) y asesinado por odio a la Fe, en San Martino di Caprara (Italia), el 13 de octubre de 1944.
- las virtudes heroicas del Siervo de Dios Michele Arcangelo María Antonio Vinti, sacerdote diocesano; nacido el 18 de enero de 1893 en Grotte (Italia) y fallecido allí el 17 de agosto de 1943.
- las virtudes heroicas del Siervo de Dios Ruggero Maria Caputo, sacerdote diocesano; nacido el 1 de mayo de 1907 en Barletta (Italia) y fallecido allí el 15 de junio de 1980.
- las virtudes heroicas de la Sierva de Dios Mary Joseph of Jesus (nacida Elisabeth Prout), fundadora de la Congregación de las Hermanas de la Santísima Cruz y de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo; nacida el 2 de septiembre de 1820 en Shrewsbury (Inglaterra) y fallecida en Sutton (Inglaterra) el 11 de enero de 1864.
- las virtudes heroicas del Siervo de Dios Santiago Masarnau Fernández, fiel laico; nacido el 10 de diciembre de 1805 en Madrid (España) y fallecido allí el 14 de diciembre de 1882.
- las virtudes heroicas del Siervo de Dios Pasquale Canzii, seminarista; nacido el 6 de noviembre de 1914 en Bisenti (Italia) y fallecido en Penne (Italia) el 24 de enero de 1930.
- las virtudes heroicas de la Sierva de Dios Adelaide Bonolis, fiel laica, fundadora de las Obras de Asistencia y Redención Social; nacida el 14 de agosto de 1909 en Milán (Italia) y fallecida allí el 11 de agosto de 1980.
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