El médico e investigador francés Jerome Lejeune descubrió en 1958, con 32 años, el origen del síndrome de down, la anomalía cromosómica llamada trisomía 21. Eso abrió el camino, junto con el trabajo de sus colaboradores, a descubrir el mecanismo de más enfermedades cromosómicas y a avanzar en la genética moderna.

En vida se sucedieron los homenajes por su trabajo: en 1974 ingresó en la Academia Pontificia de las Ciencias, en 1981 en la academia francesa de Ciencias Morales y Políticas, en 1983 en la Academia Nacional de Medicina.

Este científico de primera categoría fue siempre una gran defensor de la vida de todos, desde la concepción hasta la muerte natural de cada ser humano.

En 1994 fue nombrado primer Presidente vitalicio de la Academia Pontificia para la Vida. En Francia defendía el derecho de todos los niños a nacer, también el de los enfermos por trisomía. Promovió la asociación "Laissez-les vivre" (Dejadlos vivir) y presidió "Secours aux futures mères", organización dedicada a ayudar a embarazadas en situaciones complicadas. Murió en 1994. Católico coherente y ejemplar, la diócesis de París ha promovido su causa de beatificación, abierta en 2007 y con la fase diocesana terminada en 2012.


Pero desde 2009, y con un recrudecimiento en 2014, en Francia se ha desarrollado una campaña que busca minimizar los éxitos científicos de Jerome Lejeune y para ello han de reforzar el papel de las otras personas en el equipo que descubrió la trisomía 21.



Marthe Gautier, que sigue viva y era la segunda firmante en el artículo de la Academia de Ciencias (CRAS) que anunció el descubrimiento, es presentada ahora como la autora del hallazgo, junto con el profesor Turpin, jefe del departamento donde se hizo la investigación y autor de la primera hipótesis de trabajo.

Lo que molesta de fondo a muchos es que Lejeune era católico y provida. En el diario de izquierda radical Liberation, el periodista de temas de "ciencia", Sylvestre Huet, lo expresa así: "La Fundación Lejeune se transformó en un medio para luchar contra el aborto, al servicio de las ideas reaccionarias, que corresponden al compromiso cristiano integrista de Jerome Lejeune (¡su web de hecho denuncia en estos momentos la "teoría de género!"). De ahí su guerrilla sin escrúpulos que pretende hacer de Lejeune "el" estudioso de la trisomía 21, como si se le hubiera concedido el derecho moral a confiscar el discurso científico sobre el aborto, el tratamiento de enfermedades o de apoyo familiar".

La insistencia de los sectores anti-Lejeune (que son también los sectores pro-aborto) ha obligado a la anciana viuda del científico a salir de su retiro y escribir un ontundente alegato y testimonio que recogemos a continuación y se publicó en el diario católico francés La Croix.



Birthe Lejeune, a sus 87 años, sale al debate público con
los documentos que refutan las posturas revisionistas que
tratan de minimizar los méritos científicos de su esposo



Por Birthe Lejeune

A mis 87 años, abandono mi silencio para defender a Jérôme Lejeune, mi marido, fallecido hace veinte años.

¡Qué cacofonía sobre él y el descubrimiento de la trisomía 21! Y, sin embargo, los archivos son claros.

Tengo la suerte de haber conservado y clasificado minuciosamente la correspondencia entre los tres protagonistas.

¿Qué dicen los archivos? Jérôme entró en el equipo del profesor Raymond Turpin, en Trousseau, en 1952. Éste le confió la consulta de las personas que llamábamos «mongólicos», y lo vinculó a la investigación sobre el mongolismo.

En 1958, año del descubrimiento del cromosoma de más en el par del cromosoma 21, Jérôme no era un novato. Tenía ya 42 publicaciones a sus espaldas, de las cuales siete trataban sobre el mongolismo (llamado a partir de ese momento trisomía 21), y su consulta tenía una gran reputación.

Cuando Marthe Gautier, veinte años después de la muerte de Jérôme, contesta su papel en este descubrimiento, se olvida mencionar que Jérôme trabajaba desde hacía años en estrecha colaboración con el profesor Turpin, que le consideraba el motor principal de la investigación.

Fue Raymond Turpin quien propuso a Jérôme ser el primer firmante de la publicación.

Tengo una carta de Turpin a Jérôme fechada octubre de 1958 en la que le felicita por su trabajo y en la que constata que Marthe Gautier aún contabilizaba 46 cromosomas, mientras que Jérôme, que anotaba todas sus observaciones en su diario de laboratorio, ya había contado 47 por primera vez en mayo de 1958 en un paciente.

Otra carta, de Marthe Gautier a Jérôme, le pide que se dé prisa en volver de un viaje para adelantar los trabajos de investigación.

Leyendo la correspondencia, siempre cortés, vemos bien el papel y la aportación de cada uno. Marthe Gautier es consciente de que a lo largo de su carrera Jérôme nunca dejó de expresarle su agradecimiento. Basta volver a leer el texto de la lección inaugural de 1965. Objetivamente, el estudio de los archivos contradice las recientes intenciones de Marthe Gautier.

Entonces, ¿por qué este ensañamiento contra Jérôme hoy? La razón es muy simple.

Él era genetista y, como tal, sabía que la vida empieza en el preciso instante de la concepción. Era medico según la escuela de Hipócrates y, como tal, se negaba a suprimir la vida de seres humanos desde el momento en que eran concebidos.

En 1969, en San Francisco, el día que le concedieron el William Allen Memorial Award, denunció públicamente las amenazas de la ciencia sobre la vida y las derivas de la cultura de la muerte.

Este discursó causó escándalo; pero su valentía y su coherencia también causaron la admiración de todos.

Él siguió con sus investigaciones, aunque sabía que se había enemistado a ciertos científicos por su libertad a la hora de defender al ser humano, único y vulnerable, desde el principio.

Sabía que corría el riesgo de que no se le concediera el Premio Nobel. Era valiente y yo estaba orgullosa de él. ¡Nunca se le perdonarán sus posiciones!

La oposición a la persona de Jérôme esperó años, después de su muerte, para volver a salir; hoy se manifiesta atacando al hombre y haciendo creer que fue un oportunista y un usurpador. Sin que él pueda defenderse, se quiere ahora desacreditar a un hombre que se opuso a la medicina selectiva y a una investigación mortífera y, haciendo esto, se quiere ridiculizar su compromiso al servicio de la vida.

Con 87 años, no estoy dispuesta a tirar la toalla y dejar que insinuaciones y falsedades empañen la imagen de quien ha servido a sus pacientes y a las personas más vulnerables con toda su inteligencia y todo su corazón.

No debemos olvidar que fue un motivo de orgullo para la AP-HP (Assistance Publique - Hôpitaux de Paris, ndt) y para la investigación francesa.

¿Cómo podemos creer que una sola voz discordante tenga razón contra los miles de pacientes que él curó y las familias que consoló; contra los centenares de colegas con los que él se relacionaba, a menudo edificados por sus cualidades intelectuales y morales; contra los centenares de iguales, de comités de lectura, de jurados, tanto franceses como extranjeros, que examinaron su producción científica durante catorce años; contra las decenas de facultades y universidades que lo acogieron y le han rendido homenaje en el mundo entero?

La perturbadora verdad es que él era un signo de contradicción. Ante la mentira que mata, su honor era el de no callar nunca. Pero su obra y su reputación le rinden testimonio.

(Traducción del texto de La Croix tomado del blog de la Fundación Lejeune por Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)

Más información: 

Amigos del Profesor Jerome Lejeune
www.amislejeune.org

Fundación Lejeune
www.fondationlejeune.org