Lo explica Judith Babarsky, graduada en Sociología en Virginia Tech., licenciada en Psicología Clínica por la Radford University, profesionalmente asesora y consejera durante 22 años (además de madre de cinco hijos) y, como explica su biografía, tocada de cierto eclecticismo tras haberse formado en su adolescencia en Bangkok (Tailandia) durante los culturalmente confusos años de la guerra de Vietnam. De hecho, confiesa un conocimiento "superficial" del cristianismo y una búsqueda que le había llevado a abandonar el luteranismo y "explorar el judaísmo".
¿Cómo se dió el viraje? Lo acaba de contar ella misma en un artículo publicado en el blog Dead Philosophers Society [Sociedad de los Filósofos Muertos], vinculado a la institución católica donde hoy enseña bioética. Es una historia de fe y razón que hará las delicias, si la conoce, de Benedicto XVI, involuntario personaje de la misma. Una historia, comentaba Francis Phillips en el Catholic Herald, que muestra que "pensar y escribir sobre Dios es una actividad intelectual razonable", frente a la acusación de los ateos de que "los cristianos son irracionales", algo "más insultante que cualquier otra cosa", señala Phillips.
Pues bien, uno de los aficionados a ese tipo de descalificaciones es el mediático ateo británico Richard Dawkins, autor, entre otras obras, de The God Delusion, publicada en inglés en 2006 y traducida al español en 2008 bajo el título El espejismo de Dios.
Ese libro llegó a las manos de Judith de forma casual, durante una semana de descanso en la playa verano de descanso. Se lo recomendó vivamente su hijastra, una atea militante a quien a su vez se lo había recomendado su ex novio, católico de bautismo. Babarsky creía en la existencia de un único Dios, pero nunca había profundizado en esa fe, así que siguió el consejo y adquirió el volumen y empezó a leerlo "inmediatamente".
Admite que no consiguió pasar de un tercio de sus páginas, y hace suya la opinión de un lector en Amazon: "Lo empecé a leer pensando que encontraría una crítica lógica, escéptica y científica a la religión. Sin embargo, encontré algo así como un mal editorial del Boston Globe: una sucesión de adjetivos peyorativos con pretension de argumentos, afirmaciones apodícticas tomadas como pruebas, una actitud increíblemente arrogante y una postura de equidistancia incapaz de distinguir entre fortalezas y debilidades de las diferentes religiones, incluido del ateísmo militante que propugna Dawkins. No es un análisis académico, es mal periodismo".
Judith añade que consideró el libro "una pérdida de tiempo" porque "no había argumentos convicentes sobre la existencia o inexistencia de Dios": "No sólo Dawkins era irrespetuoso con cualquier opinión que no fuera la suya, sino que además encontré sus afirmaciones sobre Jesús tan mal informadas (y no es que yo fuera la mejor conocedora del tema) que decidí aprender algo más sobre Jesucristo".
Ése fue el efecto positivo de la lectura de El espejismo de Dios: "Me desafió a ir más allá de mi zona de confort y a enfrentarme con honestidad a puntos que me llevasen a un compromiso pleno con la fe". Su "fundamentalismo ateo" y la idea de Dawkins de que "los grandes científicos, como Einstein, no podrían ser tan ignorantes como para creer realmente en un Dios sobrenatural, aunque ellos hayan dicho lo contrario", la sublevaron: "Dawkins predica para su parroquia atea bajo la premisa de quien discrepa de su libro es, esencialmente, un idiota. Pues bien, no me gusta que me llamen idiota".
Pero Judith reflexionó: "Comprendi que yo no era mejor que Dawkins. Estaba basando mi fe en sentimientos interiores y en una cierta percepción del mundo, pero sin ir más allá de un nivel superficial. Así que sali a buscar algunas respuestas", sobre todo sobre "esa misteriosa figura de Jesús".
"Fue el principio de mi viaje de conversión al catolicismo: al leer para refutar a Dawkins y para encontrar respuestas a mis preguntas, descubrí al Dios-hombre Jesucristo", recuerda: "La visión católica no sólo me tocaba emocionalmente, sino que -y esto era quizá más importante para mí- era intelectualmente honesta".
Pero le faltaba saber cómo habían visto a Jesús en el siglo I: "Y eso me llevó al Jesús de Nazaret de Benedicto XVI. No es una lectura fácil, pero tenía sentido". Y aunque Judith cree en el método científico y en que la Encarnación y la Redención no pueden probarse científicamente ("por tanto tampoco el ateísmo de Dawkins"), los motivos de credibilidad que encontró "cerraron el círculo": "Elegí creer en un Dios sobrenatural y en su Hijo, su Verbo, Jesús. Creo en los milagros. Creo que la ciencia, aunque tiene muchas perspectivas valiosas que ofrecernos, no tiene la última palabra. Creo que hay cosas que no podemos comprender, creo que Dios es grande y que el hombre, creado a su imagen y con libre albedrío, ha descubierto cosas maravillosas sobre el mundo natural que habitamos. Dios no es un espejismo, tampoco yo soy un espejismo".
Así que la profesora Babarsky agradece a su hijastra la recomendación: "Sin El espejismo de Dios jamás habría avanzado en una honesta búsqueda intelectual sobre el significado de mi vida. Aún estaría perdida y bandeándome con una fe cómoda y parcial".