Desde ayer hasta el próximo 13 de mayo tendrá lugar la Peregrinación a la Túnica Sagrada de Tréveris (Alemania), un acontecimiento para el que Benedicto XVI designó como delegado apostólico al cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos.
Este viernes se descubrió en la catedral, donde habitualmente se venera, el relicario que la contiene, y hoy la Santa Sede dio a conocer el mensaje que el Papa ha dirigido con este motivo al obispo de la diócesis, Stephan Ackermann.
La última vez que se exhibió la prenda que se cree llevó Jesús hasta la cruz fue en 1996, y Benedicto XVI recuerda la primera, en 1512, cuando se hizo por expreso deseo del emperador Maximiliano I para edificación de los fieles. Un quinto centenario que justifica la importancia que le ha concedido el pontífice, alemán y por tanto particularmente concernido por esta devoción, que se remonta como mínimo a 1196, en que hay constancia de la presencia del vestido en la ciudad germana.
En su mensaje a monseñor Ackermann, el Papa recuerda que San Juan hace particular hincapié en la túnica "sin costura, tejida desde arriba toda ella" (Jn 19, 23), que los soldados romanos sortearon sin romper, en una escena que en 1953 honró el cine con la película La túnica sagrada, de Henry Koster (con Richard Burton, Jean Simmons y Victor Mature), que recibió dos Oscar.
Ese dramático momento a los pies de la cruz tiene un simbolismo muy claro, dice Benedicto XVI, que "vieron los Padres de la Iglesia: la unidad de la Iglesia, fundada como única e indivisa comunidad de amor a Cristo. La Sagrada Túnica hace visible todo esto".
También en el hecho de que estuviese tejida de una pieza hay una evangélica "imagen de la Iglesia, que no vive por sí misma, sino por Dios. Como comunidad única e indivisa es obra de Dios, no producto de los hombres y de sus disposiciones".
Pero al mismo tiempo la Túnica Sagrada es una "advertencia a la Iglesia para que se mantenga fiel a sus orígenes y sea consciente de que su unidad, su sentir en común, su eficacia, su testimonio, en el fondo sólo pueden ser creados de lo alto, sólo pueden ser dones de Dios".
Sólo cuando Pedro confiesa "Tú eres el Cristo" (Mt 16, 16), continúa el Papa Ratzinger, es cuando recibe "el poder de hacer y deshacer, y por tanto el servicio a favor de la unidad de la Iglesia".
Por último, la Sagrada Túnica, que no es un vestido "elegante", sino "modesto", "es el don indiviso del Crucificado a la Iglesia, santificada por Él con su sangre. Por tanto, esta tela "recuerda la dignidad propia de la Iglesia", como los "frágiles vasos" en los que tantas veces "llevamos el tesoro que el Señor nos ha confiado en su Iglesia". Y "a causa de nuestro egoísmo, de nuestras debilidades y errores, resulta herida la integridad del Cuerpo de Cristo".
La Túnica Sagrada nos recuerda pues que "es necesaria una constante disposición a la conversión y a la humildad para seguir al Señor con amor y con verdad".
Justo al final de su mensaje, Benedicto XVI compara la situación de la Iglesia, tantas veces sometida al escarnio de sus enemigos, con la que padeció Cristo antes de ser clavado a la Cruz. La Túnica Sagrada, según los Evangelios -y la de Tréveris responde a ese patrón- se mantuvo íntegra a pesar de ser sorteada entre los hombres, y es por tanto símbolo de que "la particular dignidad e integridad de la Iglesia no puede ser expuesta ni entregada al estruendo de un juicio sumarísimo por parte de la opinión pública".
Una referencia sutil pero sin complejos a quienes, con menor respeto que los soldados romanos, de buena gana la romperían en pedazos.