Se cumplen 20 años desde que el arte rupestre del Mediterráneo español entró en la Lista de Patrimonio Mundial de la Unesco. Se celebra con una exposición que ha inaugurado la Casa de la Ciencia de Valencia, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). La exposición se retirará el cinco de enero si no la prorrogan. A buen seguro que será muy visitada en estas fechas navideñas.
La muestra exhibe una colección de calcos y láminas representativos del arte rupestre levantino, desarrollada por el Museo Nacional de Ciencias Naturales. La colección de calcos y láminas refleja la actividad llevada a cabo por la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas desde 1912 hasta 1936. Algunos de los calcos originales de esta colección, constituida por varios miles de ejemplares, se muestran al público por primera vez.
[Aquí, un interesantísimo PDF sobre la exposición y sus pinturas].
Los pioneros y descubridores, científicos católicos
Lo que ni la exposición ni las conferencias paralelas han mostrado en toda su amplitud es que quienes llevaron a cabo los calcos y dirigieron muchos de los estudios que permitieron que se conquistase tal galardón eran científicos de profundas convicciones católicas, lo cual demuestra con hechos concretos que ciencia y fe son compatibles, al menos en la tradición católica.
El marqués de Cerralbo, senador carlista, arqueólogo, mecenas de las ciencias
El presidente fundador de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas, institución responsable de los calcos, fue Enrique de Aguilera y Gamboa (1845-1922), XVII marqués de Cerralbo, un científico católico que terminó donando al Estado español su casa y patrimonio, que hoy es conocido como el Museo Cerralbo de Madrid.
El Marqués de Cerralbo estudió en las Escuelas Pías de San Fernando, regentadas por los padres escolapios, congregación fundada por el santo patrono de los maestros, San José de Calasanz, a finales del siglo XVI. Las Escuelas Pías de San Fernando fueron incendiadas en julio de 1936, durante la persecución religiosa española, siendo hoy visitables sus ruinas.
Senador, marqués, arqueólogo, científico...
Enrique de Aguilera, Marqués de Cerralbo, fue el séptimo de trece hermanos y un importante científico católico especializado en arqueología, licenciado en derecho y filosofía y letras. También fue Senador del Reino e impulsó una reforma del partido carlista, que era confesionalmente católico con el lema "cuyo lema es Dios, Patria y Rey".
El marqués arqueólogo llegó a dirigir multitud de excavaciones e hizo acopio de gran cantidad de colecciones que hoy pueden visitarse en el Museo Cerralbo de Madrid. Sus hallazgos arqueológicos se custodian principalmente en el MNCN-CSIC y, en menor medida, en el Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares, el Municipal de Madrid, el Nacional de Arqueología e incluso en el de Serrallo.
Fue uno de tantos personajes católicos y científicos que no tuvo miedo a los fósiles ni a la evolución y que nunca tuvo problema alguno en admitir dicha teoría, conocedor de que no es necesariamente incompatible con la existencia de Dios Creador, según explica la doctrina católica.
Juan Cabré, arqueólogo protector de las pinturas levantinas
Otro insigne miembro de la comisión fue Juan Cabré Aguiló (1882-1947), uno de los dibujantes de las pinturas y calcos que se exhiben estos días en la Casa de la Ciencia de Valencia. También él era católico y científico. Trabajó codo con codo con el Marqués de Cerralbo, como miembro de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas de la que el marqués fue fundador y presidente.
La amistad que le unió al Marqués de Cerralbo iba más allá de lo profesional: los dos eran miembros del partido carlista. La fuerte catolicidad de sus miembros era seña de identidad de los mismos. Después de la Guerra Civil, Cabré aún vivió ocho años que, como muchos carlistas y monárquicos, consideraba de cierta semiclandestinidad y exilio interior.
Cabré recibió una educación católica en el Seminario de San José en Tortosa (provincia de Tarragona). Después estudió en la Escuela de Artes y Oficios y en el estudio de Mariano Oliver Aznar de Zaragoza. Llegó con una beca a la Real Academia de San Fernando de Madrid. Lo que le terminó por decantar hacia la prehistoria fue el hallazgo de las primeras pinturas de arte rupestre levantino que se daban a conocer en España, la Roca dels Moros en Calapatá (Cretas, Teruel).
Ese hallazgo le permitió trabajar con el sacerdote y prehistoriador francés Henri Breuil (1877-1961), el mismo que demostró la autenticidad de las Cuevas de Altamira en 1902. El padre Henri Breuil llegó a ser el titular de la primera Cátedra de Prehistoria en el Collège de France en 1929 y miembro del Institut de France en 1938. Breuil también fue el primer estudioso de las famosísimas cuevas de Lascaux, en Francia. En 1958 se le concedió el grado de Comendador de la Legión de Honor de Francia.
Juan Cabré también colaboró con el Institut de Paléontologie Humaine de París, en el que trabajaban varios científicos católicos europeos de la época. Cabré, hombre de misa frecuente, conoció así la arqueología que se estaba llevando a cabo en Europa.
Juan Cabré en una excavación en 1927 con su familia; su hija seguiría sus pasos como pionera de la arqueología
Juan Cabré colaboró con la comisión fundada por el marqués hasta 1917, momento a partir del cual pasó a dedicarse enteramente a la arqueología. Su formación se amplió gracias a una de las becas que la Junta para Ampliación de Estudios le concedió para visitar Francia, Alemania, Austria, Italia y Suiza. Fue nombrado jefe de la sección de Prehistoria del Instituto "Diego de Velázquez" de Arte y Arqueología del CSIC, fundado por científicos católicos.
En julio de 1942, obtuvo, por oposición, la plaza de preparador de la sección de Prehistoria y Edad Antigua del Museo Arqueológico Nacional, cargo que desempeñó hasta el momento de su muerte, el 2 de agosto de 1947. Su legado alcanzó casi el millar de obras y un buen número de publicaciones científicas, algunas de las cuales se exhiben en la exposición.
Cabré formó parte de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas (1912-1916) y del Centro de Estudios Históricos (1917-1939). Al mismo tiempo, dirigía el Museo Cerralbo (1922-1939) y colaboraba con el Museo de Antropología.
Encarnación Cabré en 1932 en una excavación en La Osera, Ávila
Su hija, Mª Encarnación Cabré Herreros, fue pionera en el camino científico del estudio de la prehistoria ayudada por su padre con quién trabajó. Muchos le consideran la primera mujer arqueóloga de la historia de España (y durante un tiempo, la única).
El marqués Enrique de Aguilera y su colaborador Juan Cabré son ejemplos de hombres de ciencia y fe sincera; uno, alumno de los escolapios; otro, antiguo estudiante de seminario y padre de una arqueóloga pionera, en una época en que no era común entre las mujeres. Visitar la exposición en Valencia sobre la pintura rupestre mediterránea tiene el aliciente añadido de poder explicar con hechos concretos que la ciencia y la fe católica son perfectamente compatibles.
(El autor de este artículo, Alfonso V. Carrascosa, es científico del CSIC)
Juan Cabré era un apasionado de la fotografía: fotografió a los campesinos, a su familia, a su hija excavando, ¡incluso al marqués de Cerralbo ya muerto! Interesantísimo artículo con muchas fotos aquí