«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»
Queridos hermanos
Estamos ante el domingo XIX del Tiempo Ordinario. ¿Qué nos dice la Palabra? La primera Palabra es del libro de los Reyes. Dice que Elías fue andando a través del desierto y llegó al Horeb, al monte de Dios, se metió en una cueva donde pasó la noche. ¿Por qué llegó así Elías? Iba solo, destrozado, estresado, es decir, iba como con ganas de morir; y el Señor se le aparece y le dice: sal y ponte al pie en el monte ante el Señor, el Señor va a pasar. También en un monte, en el Sinaí, Dios habló al pueblo de Israel, y ¿cómo pasó Dios? No pasa de una forma extraordinaria, ni en el terremoto, ni en el viento, ni en el fuego. ¿Cómo pasa Dios? En una brisa suave, allí estaba el Señor. Elías sintió esta brisa suave por eso se tapó el rostro con el manto porque en ella estaba Dios, no quería ver el rostro de Dios porque ver el rostro de Dios es morir. Es muy importante hermanos ver cómo en medio del estrés, en medio de las inquietudes de tu planificación de vida, Dios pasa de una forma suave. Hermanos, Dios quiere tener ese encuentro contigo.
Por eso respondemos con el Salmo 84: “Muéstranos Señor tu misericordia y danos tu salvación, la salvación está cerca de sus fieles y la gloria habitará en nuestra tierra, la misericordia y la sinceridad se encuentra. La justicia, que es la Torá, que es la Palabra de Dios, mira desde el cielo, el Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto. Hermanos, yo os invito a tener fruto. ¿Cómo? Escuchando la justicia de Dios, la Palabra de Dios.
La segunda Palabra es de la Carta a los Romanos. Dice Pablo: Os digo la verdad, Cristo me ha iluminado con el Espíritu Santo y ha descendido en Israel, suyos son los patriarcas según la carne, nació del Mesías, el que está por encima de todo, Dios sea bendito por los siglos de los siglos”, por tanto, hermanos ya está anunciando que viene el Mesías. El Señor quiere llegar también a tu vida. Llegó hace mucho tiempo, pero ¡llega ya con la predicación!
El Evangelio según San Mateo dice que después de que la gente se hubo saciado de comer pan y de comer el pescado, Jesús metió prisa a sus discípulos y les indicó que subieran a la barca y se adelantaran a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. Cristo se retiró al Getsemaní y pasó toda la noche hablando con su Padre. Llegada a la noche estaba el solo rezando, mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra y apareció una gran tormenta. Hermanos, estamos en un viento contrario hoy, el mundo está en contra de Dios, hemos vomitado a Dios, tenemos un viento contrario, el hombre ya no cree en la Iglesia, por nuestros pecados, por nuestras debilidades, por nuestra falta de fe. Yo he vivido una tormenta en este lago, todos pensábamos que se hundía la barca. Lo mismo le paso a los Apóstoles. Dice que, ya de madrugada, cuando Jesús aparece caminando sobre las aguas, los discípulos pensaban que era un fantasma. Hermanos no estamos siguiendo a un fantasma, estamos siguiendo a una persona que está viva, que se llama Jesús de Nazaret. Hoy nos dice Jesús: “Animo, que soy yo, no tengáis miedo”. Tu ¿cómo vences el estrés? ¿cómo vences a tus enemigos? ¿cómo vences a tus demonios? Rezando, ánimo que Soy Yo, te dice el Señor. Este Soy Yo hace presente al Dios del Sinaí, el Dios que se aparece a Moisés. Yo Soy el que Soy, el que da estabilidad. El Señor nos llama a fiarnos de Él. Pedro se hundió, todos nos hundimos frente a los inconvenientes y las persecuciones, nos hundimos porque nos miramos a nosotros mismos. Hermanos, os invito a todos a entrar en la barca, que es la Iglesia, ella sostiene nuestra fe. Os deseo a todos un buen domingo, una buena fiesta de la resurrección de Jesucristo, no te mires a ti mismo y camina con Jesús.
Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos vosotros.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao