Adorar a Jesús Eucaristía en compañía de jóvenes es algo que da mucha vida y que muestra que Dios sigue siendo amado, buscado y alabado no sólo por personas mayores como muchos creen. También los jóvenes quieren estar en silencio junto a Jesús expuesto en la custodia. Es lo que vivimos unos pocos jóvenes en una capilla la tarde del 20 de julio, fiesta San Elías, el profeta que nos enseña a hacer silencio en nuestro interior, a defender por encima de todo la presencia de Dios en la historia de la humanidad y a buscarlo en la grandeza de las montañas. Durante todo el curso los martes saben que hay adoración y acuden con ganas. Es una tarde a la semana donde se reúnen para estar a sus anchas con el Verbo Encarnado. Entre silencios y cantos adoran a Cristo vivo y luego se prolonga el encuentro con un ameno e interesante diálogo fuera de la iglesia. ¡Tienen ganas de Dios!
Cuando llega el verano la situación cambia, se terminan las clases, no hay que estudiar para los exámenes y hay más tiempo para todo. Por eso de la tarde de adoración damos paso a un día de convivencia en la sierra riojana. Vamos al monasterio de Valvanera, pero antes pasamos por Brieva para conocer este pueblo donde la Virgen es custodiada y honrada durante casi 50 años mientras no hay monjes en el monasterio porque son expulsados, como todos los religiosos españoles, por el gobierno en el primer tercio del siglo XIX. Conocemos la iglesia de San Miguel, lugar de las celebraciones religiosas de este pueblo, y donde estuvo la Virgen del Valvanera. Luego vamos a Barruso, el barrio de arriba; allí todo son ruinas de casas que un día daban cobijo a buena parte de los vecinos de este pueblo serrano. Hoy sólo queda en pie una casa y la iglesia de Santa María de Barruso que hace unos años se salvó de la ruina total al restaurar todo el tejado hundido. No hay imágenes, sólo los restos de los retablos y altares, pero vamos a visitarla para conocer el lugar concreto donde recibe culto la Virgen de Valvanera en el momento en que llega a Brieva.
Es mucho cambio de una iglesia a otra. Los jóvenes se quedan asombrados de lo que supone el paso de los años y lo que ello trae consigo. La historia hay que conocerla bien para saborearla y dar gracias a Dios por estas piedras que un día fueron testigos de la llegada a Brieva de la Virgen de Valvanera. Hoy son piedras mudas que no pueden hablar, pero hace años se hacían eco de los cantos y oraciones que allí se dirigían a la Patrona de La Rioja y Cameros. Han pasado casi 200 años de aquellos acontecimientos, y para que no se olvide y se siga manteniendo viva la memoria, lo mejor es que los jóvenes conozcan la historia verdadera y la hagan suya y sigan dando gracias a Dios por lo que ahora reciben y pueden transmitir a los que vengan detrás de ellos.
Ponemos rumbo a Valvanera, para refrescarnos un poco del calor que empieza a sentirse paramos en “Los Navares”. Contemplamos la majestad de una cascada escondida en un recodo de la carretera que si no te dicen que se encuentra allí no paras el coche para dejarte llenar del frescor que mana del agua que salta, de la tupida vegetación que cubre todo el lugar y de lo que hay detrás de todo ello que no se ve pero que es lo más importante, la mano del Padre que lo ha creado por amor.
Llegamos a Valvanera, buscamos otra vez la frescura del río, esta vez el que corre a los pies del monasterio y preparamos la comida. Sacamos las mochilas de los coches. Sobre una mesa de piedra con bancos alrededor nos sentamos con las barras de pan, las tortillas, el embutido, el queso y todo lo que viene bien para meter entre pan y pan y disfrutar cada uno de su bocadillo. Todo en alegría que va creciendo según pasa el día y vamos teniendo más presente el amor de Dios. Terminados los bocadillos llega el momento de recreo y nos metemos al río, no cubre más que los pies, pero nos viene de maravilla para refrescar más aún si cabe el cuerpo y el espíritu. Es la fuerza, la frescura y la claridad que presenta el río lo que abre el corazón de estos jóvenes a estar con toda paz y alegría dejándonos empapar del agua que corre entre nuestros pies. Es una fuente que mana siempre, que no es en extremo fría y que sirve para que nos demos cuenta que la acción de Dios Espíritu Santo está penetrando en todos los presentes. No tenemos ganas de salir ni de dejar que el río de Valvanera siga refrescando todo nuestro ser. Al final decidimos dar un paseo río arriba hasta unas pozas. El camino es empinado al principio y llano después, pasamos varios puentes, nos paramos, contemplamos y dejamos que Dios siga gozándose con nosotros admirar su obra y aplicarla a la vida espiritual con algunos versos del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz.
Volvemos a los coches y subimos al monasterio. Allí tenemos la misa en la casa de la Madre, la Virgen de Valvanera. Nosotros solos en la capilla junto a la iglesia. Es miércoles y por eso recordamos de modo especial a San José con la misa votiva en su honor. No tenemos prisa alguna, es una celebración sosegada, con momentos de silencio contemplativo, adorador y de acción de gracias. ¡Es el mismo Dios el que ahora entra en nuestro cuerpo! ¡El Hijo de Dios! ¡El Hijo del Padre que nos ha puesto estos parajes llenos de belleza que nos llevan a la hermosura de Dios! ¡El Hijo cuyo Espíritu nos ha refrescado el cuerpo por dentro y por fuera y nos ha preparado para este momento culmen del día! ¡Estamos felices, gozosos y llenos de paz! Terminamos todos después de la misa orando ante la imagen de San José que hay en la iglesia para ganar la indulgencia plenaria de este año jubilar de San José.
San José de manera oculta y silenciosa, como siempre que actúa, ha preparado con detalle este día, es miércoles, es la casa de su esposa, la Virgen de Valvanera, y sus hijos quieren estar con su Hijo. Como punto final de la jornada tenemos una charla de formación con uno de los monjes del Verbo Encarnado que con gran atención y disponibilidad nos acoge en una sala para hablar sobre un tema de actualidad y dialogar después en torno a la situación que vivimos hoy como jóvenes adoradores. Terminamos muy agradecidos y cargados de nuevos conocimientos para poder llevarlos a aquellos que Dios ponga en nuestro camino. Estos jóvenes buscan a Dios y lo encuentran; y quieren no sólo orar, sino estar bien formados para dar respuesta a los problemas del mundo en nuestros días.
Llega la hora de volver a Logroño, no apetece, nos resistimos, nos quedaríamos a ver como cae la noche mientras estamos sentados en un mirador sobre el valle junto al aparcamiento de los coches. El plan que se había acordado es dormir en nuestras casas; sabemos que el Señor nos presentará pronto otra oportunidad para estar de nuevo en este lugar y además con más jóvenes. Entramos a la iglesia, nos despedimos de Jesús en la capilla y de María bajo su camarín, y sin darnos cuenta también de San José al orar todos unidos a María desde la iglesia, pero junto a la imagen que en silencio y medio escondida acoge también la oración que ponemos ante su Esposa, María de Valvanera.
Atrás queda el monasterio, empezamos a bajar junto el río Valvanera hacia el valle del Najerilla hasta llegar a Logroño mientras dejamos que la noche lo cubra todo y nos haga recapitular lo vivido en un día donde todo ha sido presencia viva de Dios Padre en la naturaleza, de Dios Espíritu Santo en el río Valvanera y de Dios Humanado presente en la Eucaristía al celebrar la santa misa en la casa de la Virgen de Valvanera pero unidos a San José. Todo cambia cuando adoramos a Jesús en compañía de María y José.