El pasado viernes, el Partido Popular ha anunciado la presentación en el Congreso de una propuesta de resolución instando al Gobierno a prohibir el uso de burka y nykab en los lugares y espacios públicos, una propuesta que ya ha sido favorablemente votada en el Senado en hasta dos ocasiones.
 
            De salir adelante, -cosa que es dudosa pues el pesoísmo rampante, en flagrante desentendimiento de la defensa de la mujer y en pago de uno más de los peajes a los que su pertenencia a la Alianza de Civilizaciones obliga, no parece que vaya a variar el voto negativo que emitió en el Senado-, la prohibición española sería casi simultánea a la francesa... y lo que es más sorprendente... ¡¡¡a la siria!!! Sí, a la siria, pues se da el caso de que por estas fechas, Ghiyath Barakat, ministro de educación de un país tan poco sospechoso de anti-islamismo como lo es Siria, anda a vueltas con la prohibición del uso de tan infamante prenda en los campus de las universidades del país, y no sólo públicas, sino privadas también. La prohibición afectaría también a las profesoras de primaria que porten tal tipo de prenda, las cuales serían separadas de la educación y trasladadas a otros trabajos administrativos.
 
            No es, de todas maneras, Siria, el primer país árabe que inicia la lucha contra las prendas que cubren todo el cuerpo y la cara de la mujer. En Turquía semejante prohibición rige desde los tiempos de Ata Turk, en Jordania persiste la preocupación por su utilización en la comisión de delitos, y en Egipto se está trabajando en la eliminación de su uso en los colegios mayores.
 
            Y es que más que de religiosidad, -a ver si la progresía española termina de entender algo tan sencillo de comprender-, prendas como el nykab y el burka son, amén de una ofensa a la dignidad de la persona que las porta, -que acontece ser siempre, casualmente, una mujer-, una patente "señal de radicalismo", lo cual no es una afirmación mía, sino de Bassam Al-Qadhi, activista musulmana que en febrero de 2009 denunció la violencia doméstica contra la mujer en los países musulmanes. De hecho, en la Siria que ahora procede a su proscripción, burka y nykab no son prendas que formen parte significativa de su cultura ancestral, y bien al contrario, las autoridades contemplan su uso creciente con honda preocupación, como demuestra la medida ahora adoptada por el ministro de educación.
 
            Como ya tuve ocasión de pronosticar hace unos días, cuando ni siquiera conocía esta noticia, al final van a ser los países árabes y musulmanes los que primero combatan tan infamante y peligrosa práctica, mientras en muchos países europeos, sus dirigentes, a caballo entre la candidez y la cobardía disfrazada de modernidad, siguen jugando a aprendices de progresistas permitiendo semejante atentado contra la dignidad de las personas, en este caso, más concretamente, las mujeres.