Leo la noticia, que no deja de ser curiosa, de que el Consejo indonesio de ulemas ha informado este viernes a los musulmanes indonesios –por cierto que Indonesia es el país que más fieles aporta al islam en todo el mundo, unos 200 millones, casi el 90% de su entera población- de que durante todo este tiempo, -quiero creer que desde que el país comenzara su islamización, por cierto, con cierta tardanza, en el s. XIII-, han estado rezando en la dirección equivocada, con una desorientación de unos grados que no son muchos, pero sí los suficientes como para que haya que variarla.
 
            Curioso ¿verdad? Y es que las mezquitas, -muchos de Vds. lo sabrán-, han de estar reglamentariamente orientadas hacia La Meca, más concretamente hacia la Kaaba, el gran templo de La Meca, la primera de las ciudades santas de los musulmanes (Medina sería la segunda y Jerusalén la tercera). Pues bien, parece que las indonesias, por un error de cálculo, miraban más bien hacia Somalia que hacia La Meca.

            La dirección hacia la que las mezquitas han de estar orientadas es lo que los musulmanes llaman la qibla, literalmente "dirección", y no siempre la qibla de las mezquitas miró hacia La Meca. La primera qibla ordenada por Mahoma miraba a Jerusalén, cosa que no tardó en modificarse cuando el Profeta, al establecerse en Medina, la ciudad a la que huyó cuando era perseguido en La Meca, se enfrentó a los judíos de la ciudad, el clan de los Banu Quraiz, que no aceptaban su autoridad.
 
            La qibla viene determinada en las mezquitas por el mihrab, su lugar más paradigmático, el cual se halla en el muro qiblí, el muro de la qibla.
 
            La qibla, según señala Felipe Maíllo en su obra “Vocabulario de historia árabe e islámica”, “condiciona la orientación física de numerosos actos de la vida cotidiana, puesto que la orientación del mundo islámico hacia La Meca tiene una importancia ritual que no sólo concierne a la oración: la mezquita está orientada en esa dirección; al agonizante se le pone cara a la qibla y las tumbas están asimismo orientadas en dirección a La Meca; cuando un carnicero o matarife degüella a un animal, debe ponerlo cara a la qibla... (Por exclusión, también debe cuidar de la dirección aquél que hace sus necesidades al aire libre; en tal caso no debe volverse hacia la qibla ni ponerse en sentido contrario)”. (op.cit. pág. 191).
 
            Un caso singular en lo relativo a la qibla lo constituye la de la famosa Mezquita de Córdoba, la cual no mira hacia La Meca sino hacia Damasco, algo muy probablemente relacionado con el origen damasquino de la familia omeya que establece en España el Califato de Córdoba, y la nostalgia que su primer representante, iniciador tanto de la dinastía como de la Mezquita, Abderramán I, sintiera hacia la ciudad de la que provenía.
 
            La cuestión de la orientación no tiene tanta importancia en el templo cristiano, lo que no quiere decir que no existan directrices al respecto, aunque como vamos a ver, en modo alguno relacionadas con ciudades santas como pudieran ser Roma o Jerusalén.

            Jean Hani, en su obra “El simbolismo del templo cristiano” nos dice sobre el tema lo siguiente:
 
            “La iglesia cristiana está orientada ritualmente en la dirección oeste-este, con la cabeza, el presbiterio, vuelta hacia el este. Esta es una tradición que viene atestiguada desde muy antiguo. Las Constituciones apostólicas que sin remontarse quizás a los propios apóstoles, reflejan en cualquier caso las más viejas costumbres, imponen la orientación de las iglesias (II, 7)”. (op.cit. pág. 41).
 
            Y más adelante:
 
            “Santo Tomás de Aquino resume así las razones que justifican la regla de la orientación:
            “Es conveniente que adoremos con el rostro vuelto hacia el oriente: primeramente para mostrar la majestad de Dios, que nos es manifiesta por el movimiento del cielo, que parte del oriente; en segundo lugar porque el Paraíso Terrenal existió en oriente y nosotros tratamos de volver a él; en tercer lugar porque Cristo que es la luz del mundo, es llamado Oriente por el profeta Zacarías, y porque según Daniel, “subió al cielo del cielo, al oriente”; y en cuarto lugar, por último, es el oriente en donde aparecerá en el último día, conforme a las palabras de Mateo: “Como el relámpago que sale del oriente y brilla hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre”” (op.cit. pág. 42).