Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 25
Hoy es la fiesta de los tres Arcángeles, Miguel, Rafael y Gabriel. Rafael es mirado en la piedad popular secular como el acompañante de los caminantes y viajeros. Gabriel mantiene un papel indiscutible de anunciador de la maternidad a María de Nazaret, quien concebiría en su seno a Jesús, por obra del Espíritu Santo, según narra el dato evangélico.
San Miguel aparece en la iconografía eclesial vestido de general romano, con una espada en la mano, pisando a una figura del demonio dominado por el ardor guerrero del Arcángel. Las tres funciones atribuidas a estos mensajeros de Dios son necesarias en cada momento de la vida humana y eclesial.
Vivimos unos tiempos de máxima movilidad en vehículos a motor. Hoy disponer de un coche es tener una herramienta de trabajo en las manos. Ha pasado de moda la imagen de Rafael pegada en el salpicadero de los coches. Los primeros seiscientos eran, y los pocos que circulan hoy, aún conservan aquella figura de cromo blanco oscurecida por el paso del tiempo.
Hoy quien no anuncia algo no lo vende. Hoy las buenas noticias como la que dejó Gabriel a María de Nazaret no salen en los medios de comunicación, que se revuelcan más y mejor en el cieno de una actualidad plagada de problemas sociales, familiares, políticos e inmorales, antes que en presentar la bondad, la justicia, la paz y el amor insertos en muchas noticias que pasan a la papelera como quien cambia de pañuelo de papel.
Como seres humanos deseamos y anhelamos más la buena noticia que la crónica negra de los últimos sucesos, muertes o atentados terroristas. Sin embargo, los medios informativos mueven más los hilos del morbo y de la truculencia contando sucesos sangrientos, porque suben las audiencias, sobre todo televisivas.
La misión de Miguel, buen guerrero, vencedor del diablo, se lleva poco, igualmente, en estas fechas, donde reina el buenismo, el panteísmo religioso, la filantropía…elementos nacidos en el interior de las covachuelas masónicas tan numerosas como el número de tabernas, bares y cafeterías por metro cuadrado.
¿Se impone en estos tiempos una postura apologética de la vida y los valores cristianos?. Claro que sí a costa de lo que ocurra o nos suceda. El cristiano cobardón, el cura miedoso, el obispo medio mudo, tienen poco recorrido en esta aventura que es vivir cristianamente en cada momento de una vida que no es fácil de sacar adelante con éxitos más que con derrotas. Conocemos hasta la saciedad que el demonio existe, y está dando vueltas alrededor nuestro buscando como devorarnos, como nos dice San Pedro en una de sus cartas. Por lo tanto, tenemos que revestirnos del uniforme de general romano, tomar una afilada espada y atacar cuando nos sintamos acosados, acusados, o ante cualquier tribunal, sabiendo que allí estamos para defender la Luz de la fe en Cristo, muerto y resucitado de entre los muertos. Estos son días de valientes, de vencedores, de ganadores, como Miguel que consiguió llevar al demonio hasta morder el polvo del suelo en la feroz lucha que mantuvieron. Esto es ser cristiano.
Tomás de la Torre Lendínez