La estructura es cómoda y evita vivir a la intemperie.
La intemperie es muy dura. "El Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza".
La estructura no es la Jerarquía.
La estructura es la defensa del ego.
Unos lo defienden con sus estudios y sus doctorados. La teología es una gran estructura: no lo tomen en el sentido marxista, sino en el mero sentido de chabola, de techo que protege de los aguaceros.
Los diluvios son caricias de Dios para el bien de los hombres.
Matar hombres malos es bueno: Dios lo hizo en tiempos de Noé, y por eso no entiendo lo de la pena de muerte del Papa Francisco. Dios es bueno. Es el único bueno, según dice Jesús.
(Apunte al margen: sin pena de muerte legal no hubiese sido posible la Redención).
Otra estructura es la inteligencia. Los Santos de verdad son tontos, locos de Dios, torpes, egoístas geniales, suspicaces, con mal genio, o simplemente cretinos.
Deberían enseñarnos en las organizaciones creadas por santos fundadores TODOS Y CADA UNO de los defectos de éstos: así veríamos con absoluta claridad que esas obras son de Dios y no de esos hombres.
No citaré a nadie por no molestar.
Solo vemos a los santos con defectos cuando los martirizan. Kolbe era un loco hiperactivo; San Andrés de Wouster, un alcohólico mujeriego; San Pedro, qué decir, mi gran Pedro, lo era todo: bocazas, traidor, cobarde, violento.
Qué podemos esperar de unos hombres: animaladas, sin duda.
No se excluyan y mírense al espejo, fariseos.
Fariseos como usted y como yo. No se escondan.
Pero volvamos a las estructuras. Hay revistas y medios católicos que no hablan del amor de Cristo.
No consiguen que nos enamoremos de Jesús y esto es LO ÚNICO importante.
Me aburren los chismes, dimes y diretes, hipocresías y sabidurías varias de tipos que ni rezan, ni hacen penitencia, ni se sacrifican un mínimo por sus prójimos. Hablan y solo hablan.
La lengua desatada es la gran estructura porque cubre todo tipo de pecados de omisión.
También cubre los de acción por exceso de propaganda, créanme, que sé de esto.
Están por ahí los tradicionalistas, que entienden a Dios como rey medieval y juez británico.
Y los intelectuales. Ambos disfrutarán de un Cielo a su medida: un cielo intelectual y un cielo como una corte, donde tendrán que pedir hora con la debida antelación para hablar con el Padre: son las normas.
Lo que les gusta.
(Otro apunte: hay monjes que lo son por huir de Franco. Y monjes que lo son por estudiar en Lovaina o en Roma. Por cualquier banalidad menos por la de seguir a Cristo).
-¡Hereje! ¿Es banal seguir a Cristo?
-Pues claro, hermano. No se conceda tanta importancia. Nuestro seguimiento es banal, torpe, miedoso, tímido, desconfiado... Cualquier cosa menos heroico o importante. ¿O pretende usted que me crea que Cristo es lo más importante en su vida, amigo?
No. Cristo es una banalidad más, a la que, por si acaso, hay que contentar yendo a Misa o rezando el Rosario.
Lo importante son los dineros o la fama. La pose y el pelo al viento, criticando a la Jerarquía.
Y poder decir, más tarde, que se va a Misa o se rezan las Horas.
-Lleva usted la parroquia muy profesionalmente.
-Gracias.
-No me las dé. La vacía usted con primorosa minuciosidad.
Los profesionales del catolicismo, a derecha e izquierda, no saben lo que es el amor.
A lo peor porque nunca se han enamorado: solo han tenido sexo.
(Apunte final: si he molestado a muchos, perfecto. Era mi intención. La próxima vez no me lean).