En el verso 77 de la comedia de Publio Terencio Africano encontramos esta conocida sentencia en boca de Cremes: ("soy hombre, nada humano considero ajeno a mí"). Afirmación a la que fácilmente nos adherimos, pero que desde un punto de vista teórico, tanto filosófica como teológicamente, para su justificación, como desde el punto de vista práctico, resulta asaz problemática.
Pero no entremos ahora en ello, quedémonos con la afirmación y con las grandes interrogantes que nos plantea: ¿Cómo puede lo universal afectar a lo particular? ¿Cómo lo particular puede tener significación universal? Lessing lo radicalizó refiriéndolo a Cristo. En los últimos siglos de la Edad Media, se trató bajo el ropaje del problema de los universales; de la solución que salió triunfante, vienen en buena medida muchos de nuestros males. ¡Cuánto deberíamos de aprender de aquella disputa!
Pues bien, sea de ello lo que fuere –quién sabe si alguna vez tendré ocasión de meterme a escribir en esos berenjenales–, el caso es que ni el fútbol me es ajeno.
Un acontecimiento tan masivo como un campeonato del mundo y más si lo gana el país al que pertenece, desde luego, afecta a cualquiera. Muchas cosas son las que podríamos tratar al respecto. Me fijaré solamente en una, acaso no la más importante, desde luego no la más urgente, ni siquiera la más evidente.
Hay gente que dice no gustarle el fútbol y, tratándose de algo humano, esta expresión resulta duro entenderla como que no me gusta absolutamente nada. En muchos casos, supongo que querrá decir simplemente que no me gusta lo suficiente como para dedicarle cierto tiempo y atención.
Las cosas nos pueden gustar más o menos, pero siendo algo humano, incluso en lo malo, algún gusto, algo de belleza, de verdad o de bondad, podremos encontrar en ello. Hasta, en el fútbol, máxime no siendo algo intrínsecamente malo. Otra cosa es que sea tan poco lo que se encuentre en ello que no me merezca la pena dejar otras cosas. Pero es importante descubrir ese algo que hay en lo que nos gusta poco, aunque solamente sea para comprender a quienes tanto les gusta eso que a uno no le hace tilín.
Como en el vivir, en el fútbol, hay una dificultad a superar para lograr una meta (goal), unos medios limitados para conseguirlo y unas normas que marcan los límites en el uso de los mismos. En los juegos, a diferencia del día a día, la finalidad, dificultad y normas son auto-impuestas por los participantes, de modo que se pone como en paréntesis aquello que irremisiblemente nos viene dado. Y entonces nos encontramos con una metáfora viva, más o menos afortunada, de la vida, con un lugar de proyección de anhelos, de sueños, de ilusiones,... Es una ficción allende mi mente, representada en vivo y, en la cual, aunque como espectador que se identifica con algo, se puede participar. Y, por unos momentos, hasta ser, en ficción de realidad y en realidad de ficción, lo que no puede uno ser.
Momentos para la evasión; en unos casos para huir de la realidad, en otros, para tomar respiro y poder volver a ella con ímpetu. Habrá casos en los que haya quien se tope, plásticamente expresado, con lo que no podía decirse en palabras sobre algo o sobre sí mismo. Si el dominio de los medios y la superación de las dificultades cobra huelgo, entonces podemos encontrarnos con retazos de belleza. Cuando sobrepasamos la utilidad de algo, hallamos hermosura.
La cuestión es hasta qué punto encuentro lo suficiente como para dedicarle tiempo, si verdaderamente necesito o no lo que me pueda dar el fútbol u otra actividad parecida. En cualquier caso, lugar para tratar de entender a los que están llamados a ser amados como hermanos. Indudablemente síntoma de muchas cosas.
Pues bien, sea de ello lo que fuere –quién sabe si alguna vez tendré ocasión de meterme a escribir en esos berenjenales–, el caso es que ni el fútbol me es ajeno.
Un acontecimiento tan masivo como un campeonato del mundo y más si lo gana el país al que pertenece, desde luego, afecta a cualquiera. Muchas cosas son las que podríamos tratar al respecto. Me fijaré solamente en una, acaso no la más importante, desde luego no la más urgente, ni siquiera la más evidente.
Hay gente que dice no gustarle el fútbol y, tratándose de algo humano, esta expresión resulta duro entenderla como que no me gusta absolutamente nada. En muchos casos, supongo que querrá decir simplemente que no me gusta lo suficiente como para dedicarle cierto tiempo y atención.
Las cosas nos pueden gustar más o menos, pero siendo algo humano, incluso en lo malo, algún gusto, algo de belleza, de verdad o de bondad, podremos encontrar en ello. Hasta, en el fútbol, máxime no siendo algo intrínsecamente malo. Otra cosa es que sea tan poco lo que se encuentre en ello que no me merezca la pena dejar otras cosas. Pero es importante descubrir ese algo que hay en lo que nos gusta poco, aunque solamente sea para comprender a quienes tanto les gusta eso que a uno no le hace tilín.
Como en el vivir, en el fútbol, hay una dificultad a superar para lograr una meta (goal), unos medios limitados para conseguirlo y unas normas que marcan los límites en el uso de los mismos. En los juegos, a diferencia del día a día, la finalidad, dificultad y normas son auto-impuestas por los participantes, de modo que se pone como en paréntesis aquello que irremisiblemente nos viene dado. Y entonces nos encontramos con una metáfora viva, más o menos afortunada, de la vida, con un lugar de proyección de anhelos, de sueños, de ilusiones,... Es una ficción allende mi mente, representada en vivo y, en la cual, aunque como espectador que se identifica con algo, se puede participar. Y, por unos momentos, hasta ser, en ficción de realidad y en realidad de ficción, lo que no puede uno ser.
Momentos para la evasión; en unos casos para huir de la realidad, en otros, para tomar respiro y poder volver a ella con ímpetu. Habrá casos en los que haya quien se tope, plásticamente expresado, con lo que no podía decirse en palabras sobre algo o sobre sí mismo. Si el dominio de los medios y la superación de las dificultades cobra huelgo, entonces podemos encontrarnos con retazos de belleza. Cuando sobrepasamos la utilidad de algo, hallamos hermosura.
La cuestión es hasta qué punto encuentro lo suficiente como para dedicarle tiempo, si verdaderamente necesito o no lo que me pueda dar el fútbol u otra actividad parecida. En cualquier caso, lugar para tratar de entender a los que están llamados a ser amados como hermanos. Indudablemente síntoma de muchas cosas.