"Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo." (Lc 6, 22 - 23)
Queridos hermanos:
Estamos en el domingo VI del Tiempo Ordinario. La primera Palabra es del profeta Jeremías y dice: “Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor.” Hermanos, esta Palabra es una bendición porque el Señor nos invita a no apoyarnos en nosotros mismos, en nuestros pensamientos, sino a confiar en Él, quien se apoya en el hombre viejo experimenta la muerte; por eso termina diciendo: “Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza”. Dios nos llama a poner nuestra confianza sólo en Él. Todo lo que tocamos es débil y pobre, está hecho por el hombre, necesitamos apoyarnos en Jesús, Él redimirá todo lo que hacemos.
Por eso respondemos con el Salmo 1: “Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor, dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos”. Apoyarse en el Señor es la felicidad hoy, porque el Señor protege el camino de los justos.
San Pablo en la Carta a los Corintios dice: “Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.” Esto es una garantía, hermanos, que Dios nos invita a tener. “¿cómo es que dice alguno de vosotros que los muertos no resucitan? Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados”: Hermanos nuestra patria es el cielo, pongamos nuestra confianza en Dios. Si solo confiamos en esta vida y buscamos la felicidad en que nos alaben y nos digan cosas bonitas, somos los más desgraciados de este mundo, porque Cristo ha muerto en la cruz para experimentar la resurrección y otorgarnos a nosotros la Vida Eterna.
El Evangelio de Lucas nos pone por delante el Sermón del Monte. Dice que, “levantando los ojos hacia sus discípulos, Jesús les dijo: Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.” Un pobre es el que pone su confianza solamente en Dios. Este Evangelio que es la novedad que presenta Jesús, es la verdadera interpretación del reino de los cielos, ¿qué es el reino de los cielos? ¿cuál es la interpretación que daba este rabino? ¿la novedad que presentaba Jesús?, aquí está: Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. ¿hambre de qué? de justicia, de comprensión, de poder amar; los perseguidos y maltratados, quedaremos saciados en Jesús, porque Jesús también tuvo hambre y su justicia la puso en su Padre. “Dichosos los que ahora lloráis”. Lloramos porque no vemos la justicia de Dios. “Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre.” Hermanos esta es la gran novedad que presenta Jesús, porque lo ha vivido. Él ha sido odiado, proscrito, insultado, eso lo tenemos que padecer los cristianos si queremos que nuestro testimonio dé fruto por causa del Hijo del hombre, no por causas humanas. Por eso hay que remitir la justicia a Dios, no emplear violencia, toda violencia viene de Barrabás. “Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”. Nuestra recompensa está en el cielo, no está en los hombres. “Ay de vosotros los ricos”, es decir los que os confías en vosotros mismos, porque ese es vuestro consuelo; la “riqueza”. Eres tan pobre, tan pobre, tan pobre que solamente tienes “riqueza”. Ay de vosotros los que estáis saciados de vosotros mismos, de vuestro esfuerzo, porque pasaréis hambre. Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis. Hermanos, esta Palabra es importantísima, el centro de la gran noticia que presenta la Iglesia, vivid este Sermón del Monte, es gratis, acógelo y experimentarás la Vida Eterna para ti y tu familia, esta es la verdadera educación que necesitan tus hijos, esta es la verdadera universidad porque salva al hombre de la muerte y le muestra el camino hacia la parusía, hacia el cielo, con los pies en la tierra y con la cabeza en el cielo.
Ánimo, hermanos, que el Señor está con nosotros y nos quiere regalar esta gracia, la del siervo de Yahvé, que no se resiste al mal.
+ Con mi bendición.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao