La consideración de María como "Abogada nuestra" tiene profundas raíces en la tradición católica, donde se le venera como una madre espiritual y poderosa intercesora ante Dios. Este título está fundamentado en las Sagradas Escrituras, en la tradición viva de la Iglesia y en una teología que resalta su papel único en el plan de salvación. Además, muchos católicos abogan por la proclamación de un quinto dogma mariano que la defina formalmente como Abogada, Mediadora y Corredentora, reconociendo así su misión especial junto a Cristo.
Fundamentos bíblicos de María como Abogada
En la Biblia, aunque el término “Abogada” no aparece de forma explícita, el papel intercesor de María se manifiesta claramente. En las Bodas de Caná (Juan 2, 1-12), María intercede ante Jesús en favor de los novios al decirle: “No tienen vino”. Jesús responde realizando su primer milagro, convirtiendo el agua en vino. Este pasaje refleja a María como una madre amorosa, atenta a las necesidades de los demás, y dispuesta a intervenir ante su Hijo para beneficio de los demás.
Otro pasaje significativo es la escena de la crucifixión (Juan 19, 25-27), donde Jesús encomienda a su madre al discípulo amado, y a este le dice: “He ahí a tu madre”. En esta acción, la tradición católica ve el acto mediante el cual María se convierte en madre espiritual de todos los fieles. En ella, Jesús nos entrega a María como madre, y, al asumir ella ese rol, también se convierte en nuestra protectora y abogada, aquella que intercede ante Dios por nosotros.
La Tradición de la Iglesia
Desde los primeros siglos, la Iglesia ha visto en María una figura cercana a los fieles, una madre amorosa y protectora. Los Padres de la Iglesia, como San Ireneo y San Ambrosio, resaltaron su papel en la historia de la salvación. La devoción a María como Abogada y protectora aparece en la oración más antigua que se le dirige, el “Sub Tuum Praesidium” (siglo III), que clama: "Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios", pidiendo su intercesión y refugio.
En la Edad Media, santos como San Bernardo de Claraval la describen como “abogada del género humano”, una mediadora que intercede por los fieles. La devoción a María se ha expresado a lo largo de los siglos en el rezo del Rosario, en las letanías y en otras prácticas de piedad que la Iglesia ha promovido y aprobado. Apariciones marianas, como las de Lourdes y Fátima, subrayan la cercanía y el amor de María hacia los fieles, quienes ven en ella una madre que escucha, ayuda y guía hacia su Hijo Jesús.
Fundamentos teológicos de María como Abogada
Teológicamente, el papel de María como Abogada está relacionado con los títulos de Corredentora y Mediadora de todas las gracias. La teología católica enseña que Cristo es el único Redentor y Mediador, pero, como madre de Jesús, María participa de manera especial en la obra de la salvación. Su colaboración en la redención, en unión con Cristo, le concede un papel único en la historia de la salvación, que le permite interceder de forma especial por la humanidad.
La teología mariana enseña que, siendo María la madre de todos los fieles, su intercesión es poderosa y eficaz. Los teólogos destacan que, al ser la “madre de la misericordia” y de todos los creyentes, intercede continuamente en favor de los fieles, actuando como Abogada y protectora. Al igual que en las Bodas de Caná, su amor y cercanía con Jesús permite que su intercesión sea escuchada, y así se convierte en un canal de gracia para quienes acuden a ella con fe y devoción.
Conveniencia de la proclamación del quinto dogma mariano
La proclamación de un quinto dogma mariano, que reconocería formalmente a María como Abogada, Corredentora y Mediadora de todas las gracias, sería un paso significativo en la vida de la Iglesia. Muchos santos y teólogos han pedido esta definición para expresar de manera solemne el papel único de María en la redención. San Maximiliano Kolbe, por ejemplo, fue un ferviente defensor de este dogma, convencido de que resaltaría aún más la importancia de María en la economía de la gracia y de que conduciría a una mayor devoción y amor hacia ella.
Este dogma permitiría reconocer oficialmente lo que la Iglesia siempre ha enseñado y practicado: que María, como madre espiritual de los creyentes, tiene un papel especial de intercesión ante Dios. Su proclamación daría a los fieles una mayor comprensión de su función como mediadora y abogada, fomentando un acercamiento más profundo y consciente a la Virgen María y fortaleciendo así su relación con Cristo.
Conclusión
La devoción a María como Abogada tiene un fundamento claro en las Escrituras, en la tradición de la Iglesia y en su teología. La proclamación de un dogma que incluya este título sería una forma de expresar la realidad de su intercesión y de su amor materno por los fieles. Este reconocimiento fortalecería la fe de los católicos y subrayaría aún más la misión de María como mediadora y madre de todos, siempre dispuesta a interceder por sus hijos ante el Señor.