La infidelidad es una de las pruebas más duras por las que puede atravesar una relación. Generalmente, las luces de alerta suelen encenderse cuando ésta ya se ha dado, o está muy próxima a darse. Sin embargo, el auténtico cuidado debe ponerse más bien en los inicios, ahí donde los actos son “inofensivos”; y, sobre todo, en la actitud del corazón.
Un all in
No hay auténticamente amor cuando el centro está puesto en uno mismo y uno se acerca al otro con el fin de obtener los mejores beneficios para sí. Dos egoísmos que interactúan son como dos caparazones puestos uno al lado del otro. El amor, en cambio, requiere la unión. Necesita que cada uno baje sus defensas y se abra al otro. Implica dejarlo entrar ahí donde uno es vulnerable y el otro puede hacer daño. Amar implica confiar. El riesgo es grande, pero en el amor, si uno no lo apuesta todo, no gana.
Evidentemente, no se trata de hacer un all in a la primera. Uno va midiendo y calculando, y está bien que sea así. Pero a medida que se va ganando, el juego requiere que se vaya aumentando progresivamente la apuesta hasta que, llegado el momento, ambos pongan todo en juego. Ciertamente, mientras uno más apuesta más puede ganar, pero también más puede perder. Y la realidad es que, en el amor, mientras uno más deja entrar al otro menos espera que éste pueda hacer algo que haga daño. Por eso la infidelidad desgarra desde adentro, y duele. Y es difícil de curar.
Una actitud interior
La infidelidad comienza mucho antes de haberse consumado. Pero lo interesante es que su origen no está sólo en esas cosas que, por lejanas, pueden parecer inofensivas, sino en una actitud interior. Una mirada, una conversación, o seguir a alguien en las redes sociales puede terminar siendo el origen de un problema cuando uno, al hacerlo, juega interiormente con la posibilidad de algo más. Incluso si se lo plantea como algo muy remoto. Frente a la infidelidad, es mejor cerrar también la puerta trasera con llave, aun cuando puede que no haya nadie en ese momento golpeando.
Es importante destacar el papel que juega en esto la libertad. En el ámbito de la sexualidad, uno no es responsable de lo que le pasa, sino de lo que hace con eso que le pasa. Que a uno le resulte atractiva otra persona por lo físico o por su modo de ser no es algo que uno elige. Uno sí elige, en cambio, qué hacer respecto de eso que uno siente. Y aquí es donde uno decide volver a elegir a esa persona que ama cerrando las otras puertas, o dejar abierta la posibilidad.
Sin duda una de las pruebas más difíciles por las que puede atravesar una pareja es una infidelidad. Sin embargo, esta no necesariamente marca el fin de la relación, especialmente si se trata de una relación de cierto tiempo y madurez. El amor se manifiesta en toda su pureza especialmente en aquellos momentos en los que la otra persona hace cosas que la hacen indigna de él. Pero el perdón, a pesar de ser un proceso largo, es posible. En el proceso de perdonar el hecho cometido —y más aun, cuando ya ha sido perdonado—, es importante no volver a traerlo a la relación, y menos para obtener algún tipo de ventaja sobre la persona que ha sido infiel. Y si acaso es recordado, es importante recordarlo como perdonado. Si bien al principio causa mucho dolor, bien llevado por ambos, puede ser un factor que termine fortaleciendo la relación.
Publicado originalmente en AmaFuerte.com.