Varias veces hemos leído y escuchado la pregunta que ha dado lugar al título de nuestro ensayo. Y es que, incluso en varios debates en los que se invita a un católico, podemos apreciar que no eligen al más preparado ni al de mayor profundidad espiritual. Ya sea por casualidad o, si nos ponemos quisquillosos, para dejarnos mal frente a la audiencia, tratando de probar la hipótesis de que somos fanáticos, ignorantes y/o anticuados. Adjetivos duros que no corresponden con el gran legado teológico y filosófico de la Iglesia, pero si a la percepción de muchos por la falta de intelectuales católicos que puedan aclarar o matizar las cosas con un lenguaje apropiado a nuestra época.
Por todo lo anterior, vale la pena preguntarnos ¿por qué faltan intelectuales católicos? 0, dicho de otra manera, ¿nos hemos retirado de la cultura?, ¿qué no hay toda una antropología cristiana que bien valdría la pena proponer? La respuesta tiene dos variantes. Por un lado, no los hemos formado a pesar de tener instituciones para ello y, por otro, cuando se ha logrado algo al respecto lo echamos a perder enseñando que, en medio de una sociedad tan plural, debemos dedicarnos únicamente a la acción social sin evangelizar la cultura para evitar supuestas molestias.
Ahora bien, dentro de los ambientes pastorales que ofrecemos, ¿existen condiciones para que surja una nueva generación de intelectuales católicos? La respuesta puede variar y, desde luego, que en varios casos podemos decir que si y animarnos con los avances, pero en un alto porcentaje hemos de reconocer que muchas veces todo se reduce a un pequeño tema, un canto y poco menos. Se entiende que la fe no es simplemente centrarse en debates o dilemas éticos, pero es un hecho que deben ser incluidos; especialmente, con aquellos jóvenes que muestren “madera” o talante de intelectuales para que, el día de mañana, puedan pronunciarse e involucrarse en la transformación de la sociedad. Si en verdad queremos ser sensibles a la pobreza y, en general, al resto de injusticias sociales, necesitamos líderes de opinión que sepan explicar la Doctrina Social de la Iglesia sin arrebatos, porque otro aspecto que reduce nuestra presencia es el hecho de contar con ciertos perfiles intelectuales que terminan haciendo ideología, ya sea del lado progresista o de los sectores ultraconservadores. Recordemos que la fe no cae en tales extremos, sino que es equilibrada y, por tanto, libre de interpretaciones que terminan por distorsionarla o, al menos, por reducirla.
Una iniciativa concreta sería que aquellas congregaciones, órdenes o movimientos de laicos vinculados con la vida intelectual, ofrezcan en las diferentes plataformas cursos “online” para ir animando a las nuevas generaciones en aras de que exista un relevo generacional que permita el surgimiento de nuevos intelectuales católicos que, sin complejos y de buena manera, hagan presente las razones de la Iglesia frente los temas de actualidad. Jóvenes que, desde luego, además de preparados, crezcan también en la espiritualidad y en el compromiso en favor de los vulnerables. Es la hora de reconocer que toca formar de nuevo y hacerlo, no para ganar poder, sino para responder a la misión que se nos ha confiado y así, en medio de una sociedad con variedad de voces, hacer presente la de la fe de forma clara y respetuosa con los que piensen diferente.