Existe el mismo parecido entre Sagrillas, el pueblo de los Alcántara, y Sitges, el pueblo de los Vaquerizo, que entre Pedro Sánchez y el Generalísimo. Pero, al igual que ambos municipios coinciden en que cuentan con teniente de alcalde, la similitud entre ambos dirigentes, el invicto y el vencido, radica en que tienen la misma querencia por los medios de comunicación. Esto es, ninguna. Hasta la presente el presidente del Gobierno ha dado exactamente las mismas ruedas de prensa que Franco.
La espantada informativa de Sánchez resulta lógica si se tiene en cuenta que no tiene necesidad de propagar sus mensajes a través de un método arriesgado, el de la pregunta-respuesta, que desvelaría su carencia intelectual. Y no la tiene porque, aparte de contar con el apoyo de la izquierda mediática, se ha hecho con el control de Televisión Española, órgano que manipulará a su antojo en aras de la pluralidad, ese concepto que en el lenguaje de la izquierda significa que a partir de ahora el único debate televisado entre opuestos tendrá lugar en Estudio Estadio.
Además del debate político con garantías, peligra la presencia de la misa de once. Raro será que en la parrilla no se sustituya la sagrada liturgia por la fiesta de la rosa, Belén por Rodiezmo, el Cáliz por el cubata. Lo intuyo porque no hace tanto que Pablo Iglesias pidió que la Eucaristía fuera retirada de la programación de La 2. Habrá que advertir al secretario general de Podemos de que si persiste en su empeño dejará sin antífona no sólo al creyente de derechas, sino también al que se persigna tras leer El capital. Y habrá que informar al católico que lee El capital de que el ataque a sus creencias, si se produce, no tiene nada de extraño. No en vano, el lobo, el socialismo, es un perro amaestrado por Bakunin.