“¡Hijo mío, si hubiera sabido que duele tanto!”. Esto es lo que dice la carta de un padre que permitió el aborto de su hijo
El periodista Paulo Antônio Briguet ha publicado una carta dirigida su hijo, que si hubiera nacido hoy tendría 27 años
Con texto cargado de arrepentimiento, Briguet muestra que el aborto no solo hiere a la mujer, y que la culpa, antes o después, llega a todos.
Aquí te ofrecemos la carta entera:
Carta a mi hijo que nunca nació
Hijo mío, si te hubiese dejado nacer hoy tendrías 27 años. El día nace, la flor nace, la estrella de la mañana nace, nacen el absurdo, el silencio, la esperanza, la perplejidad, pero tú no naciste y fue por mi culpa, mi grandísima culpa.
Tu madre, que hoy vive lejos, dudó al principio. Un médico que conocíamos intentó disuadirnos de esa idea, ahora veo que fue un ángel de Dios, pero nosotros no cambiamos de idea. Sentí rabia hacia ese amigo, porque dijo NO al crimen que iba a cometer. ¡Cómo quisiera volver atrás y decirle: Gracias doctor, serás el padrino de este niño!”
Pero la máquina del tiempo no existe, no pertenece a la estructura de la realidad. Lo único disponible y muy peligrosa es nuestra alma. En ese momento de mi vida no creía en la existencia del alma. Estaba loco, loco de egoísmo y de vanidad.
Tú solo esperabas el día en que nacerías, hijo mío y sin embargo llegaron las tinieblas. Te negué la mañana, la tarde, la noche, el alba, el agua, el calor, el frío, el libro, la música, la poesía, la amistad, el olor de la lluvia cuando cae en la tierra, el vino y el pan. Te negué la sonrisa y el llanto. Te negué los ojos, las manos y el corazón. Te negué el derecho de gritar ‘Mamá’. Te negué el derecho de nacer. No solo te negué lo que no te podía negar: la pasión y la resurrección.
Las has tenido ya. Si hubiese sabido…. Si hubiese sabido cómo duele…. Hijo mío fui tu Herodes.
Escribo estas palabras un cuarto de siglo después, pero parece que mi pecado (mi crimen) fuera cometido ayer. Tu adiós es omnipresente, tu presencia es un eterno adiós en mi vida.
Sí, la herida fue curada por las manos del médico misericordioso, pero la cicatriz es tan grande que me ocupa todo el alma. Soy la cicatriz de mi pecado.
Atención: todo lo que hago se ha convertido en un acto de reparación. Un día espero conocerte, hijo mío. Según Santo Tomás de Aquino renaceremos todos con la edad de Cristo. Hoy existes en algún punto del universo y tienes 33 años. Tienes un nombre, un rostro y una voz que no conozco.
Pienso en que te habrías convertido: un médico, un ingeniero, un músico, un matemático, un filósofo, un profesor, un padre, un obrero, un carpintero… ¡Cómo habrías amado a tu hermano más pequeño, nacido muchos años después!
Ahora no importa, hijo mío, Tu profesión será siempre la de nacer.
Hijo mío, el día que nos encontremos, después de haber dejado el dolor de esta vida, te cogeré las manos y te abrazaré fuerte. Y mi primera palabra será “Perdóname”.
Hijo mío, a veces pienso que tu existes para perdonarme. Sólo así podré contemplar el rostro de Dios. Por esto, cada día es para mía la Jornada del Niño No Nacido. Cada día para mí es el Día”.
(Publicado en Aleteia)