Autor: Carlos J. Díaz Rodríguez.
Mons. Barron, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de los Ángeles, escribió un artículo compartido por Infocatolica, en el que recordó una charla que tuvo la Navidad pasada con un grupo de novicios jesuitas en Chicago. Ante la pregunta de uno de ellos sobre si las críticas a la Compañía de Jesús por haber acentuado tanto el tema de la injusticia social luego del Concilio Vaticano II, estaban o no justificadas, Mons. Barron, dio una respuesta magistral, equilibrada y que constituye un eco de lo que muchas veces hemos afirmado en nuestro blog “Duc in altum!”. Supo reconocer la importancia de trabajar por los excluidos y, al mismo tiempo, la necesidad de que se lleve a cabo sin mezclar ideologías, ni olvidando otros campos que requieren de su participación directa como es el caso de los colegios y universidades. Al respecto, tocó un punto que resulta muy importante:
“Le dije a mis jóvenes compañeros de conversación jesuitas que debían seguir la impronta de nuestro papa jesuita y no solo ir a los márgenes económicos sino también a los «márgenes existenciales»–es decir, a esos que han perdido la fe, el contacto con Dios, que no han oído la buena nueva. Vayan, les dije, a las escuelas, colegios y universidades y aboguen por la fe, hablen de Dios, cuéntenles a los jóvenes acerca de Jesús y de su Resurrección de entre los muertos. No abandonen ni por un minuto su pasión por la justicia, pero no dejen de mostrarle a la gente que está enraizada en Cristo y su Evangelio”.
Muchos, por el tema de la justicia social, han pensado que las escuelas son cosa del pasado y que no contribuyen al cambio. Sin duda, una visión equivocada, porque a partir de ellas se pueden formar nuevas generaciones que ejerzan un sólido liderazgo en pro de los más pobres. Por eso, resulta necesario enseñar la fe. En otras palabras, aprovechar las instituciones que tiene la Iglesia para evangelizar, porque toda transformación sincera empieza por la conversión interior y únicamente el Espíritu Santo puede consolidarla en cada persona. A nosotros, nos toca ofrecer el espacio y la educación es una vía totalmente adecuada. No podemos cambiar a nadie, pero sí favorecer el ambiente para captar el valor del Evangelio. La Compañía de Jesús, así como las demás congregaciones y movimientos vinculados a la educación, debe seguir adelante; es decir, no rendirse ni dejarse robar la opción por la escuela católica.