«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará.»

Queridos hermanos:

Estamos en el Domingo VI de Pascua. La primera Palabra de los Hechos de los Apóstoles termina diciendo: “Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponer más cargas que las indispensables”; y no llaman a no contaminarnos con las idolatrías. Fíjense la cantidad de idolatrías que tenemos hoy: la idolatría al dinero, del ser el primero, de la fornicación, del sexo. Si nos apartamos de esto recibiremos Vida Eterna.

Por eso hemos respondido con el Salmo 66: Oh Dios que te alaben todos los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que canten de alegría las naciones porque riges el mundo con justicia. La justicia del Señor es Jesús de Nazaret.

La segunda Palabra tomada del libro del Apocalipsis, dice: “El ángel me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén. Brillaba como una piedra preciosa. Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce ángeles. Estas doce puertas son los doce apóstoles, los cimientos de esta Jerusalén celeste, que es hacia donde vamos. Ese es el verdadero templo, y el Señor nos llama a apoyarnos en la profecía y en la predicación; y en este templo está el cordero, que es una lámpara, que es el ciervo de Yahvé que ilumina todo hombre, ilumina a la Iglesia.

Por eso cantamos el Aleluya: ¡Si algunos guardan mi palabra, vendremos a Él!

El Evangelio de San Juan, dice: “El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”. Dios quiere hacer morada en nosotros, para eso ha enviado a Jesús y nos ha dado su Espíritu Santo. “El que no me ama no guardará mis palabras”, es decir, no la pondrá en práctica. Por eso el Señor nos invita a poner en práctica la Palabra. El Espíritu Santo que nos envía el Padre nos concede discernimiento y nos da la gracia de amar al otro como es. Dice el Señor: La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. El mundo da una paz falsa, hipócrita; la paz que da Dios, que da Jesús y que da a la Iglesia, nos concede la Vida Eterna. Por eso, hermanos, yo os invito a entrar en paz en vuestras familias, en vuestros trabajos. Tener paz es tener vida en nosotros, y ¿cómo se adquiere la paz? Perdonando, el que perdona da paz. Por eso las armas del Evangelio para ganar la paz es la oración, la ternura, el perdón, el amor gratuito a todo prójimo. Lo que estamos viendo con las guerras es demoníaco. Hermanos, desactivemos la tercera guerra mundial que está en la familia y pidámonos perdón, sembremos, con estas armas que he dicho, la paz, para que haya prosperidad y futuro en nuestro Perú. Es posible, el crecimiento está en tener esta paz y fomentar esta paz en medio de nuestros hogares, de nuestros padres y ancianos, de nuestros jóvenes y niños; y verán un cielo abierto, un futuro con prosperidad.

Pues bien, hermanos, esta Palabra nos está anunciando que pronto llegará la Ascensión de Jesús a los cielos y nos enviará su Espíritu Santo para tener en nosotros permanentemente la gracia, el don de poder pedir perdón.

Que la paz y la gracia de este Espíritu esté con todos ustedes y también con sus familias. Recen por mí.

+ Con mi bendición.

 

Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao