Hoy en día nos cuesta aceptar que Dios se manifieste en el mundo. Preferimos pensar en un dios indiferente que todo lo acepta y que vive escondido detrás de toneladas de emotivismos. Al hablar de milagros parece que hablamos prestidigitación o de magia. Pensamos que lo que altera la realidad es sólo magia o prestidigitación. Curiosamente, estamos dispuestos a creer a una legión de supuestos gurús y rechazamos la presencia y acción de Dios en nosotros. Nadie se pregunta hoy en día el Camino hacia Dios. Parece que esta pregunta ha dejado de tener sentido para nosotros. San Antonio de Padua nos habla sobre la escalera de Cristo. Esta escalera nos lleva a la santidad:
Es cierto lo que escuchamos: «Jacob tuvo un sueño, vio una escalinata» (Gen 28,12). Porque por ella puedes elevarte. (…) Esta escalinata, con dos subidas y seis escalones, representa a Jesucristo con sus naturalezas divina y humana y sus virtudes: la humildad y la pobreza, la sabiduría y la misericordia, la paciencia y la obediencia.
... Hasta aceptó «por obediencia la muerte y muerte de cruz» (Flp 2,8). Esta escalinata estaba apoyada sobre la tierra cuando Cristo predicaba y operaba milagros, ella tocaba el cielo cuando Él pasaba sus noches rezando al Padre.
He aquí que la escalinata está lista. ¿Por qué no subes?¿Por qué sigues arrastrando por tierra tus manos y pies? Sube. ¡Suban ángeles, obispos, superiores religiosos y fieles de Jesucristo! Suban y contemplen como el Señor es manso. Desciendan para ayudar y aconsejar, porque nuestro prójimo necesita eso. ¿Por qué tratan de subir a esta montaña por otros medios, en vez de utilizar esta escalinata? (San Antonio de Padua. Sermón para el segundo domingo de Cuaresma)
San Antonio se pregunta ¿Por qué tratamos de subir la montaña por otros medios? La montaña es la vida que Dios nos ha donado. Una vida llena de alegrías y dolores. Una vida áspera, pero que puede ser sobrepasada gracias la Gracia de Dios. Una vida en la que nuestra naturaleza humana busca curar las heridas que el pecado ha creado en ella. Cada época, siglo, momento social, ha tenido sus medios humanos preferidos. Desde la violencia pasando por el sentimentalismo, la ignorancia o la soberbia, estamos impregnados por estos medios. Son los signos de cada tiempo. Son medios que nos hacen creer autosuficientes y poderosos, pero que nos desgarran por dentro y por fuera cuando ponemos nuestras esperanzas en ellos. Hoy preferimos medios que engañan los sentidos para la Verdad quede reducida a apariencias y simulacros. Los simulacros controlables por quienes están detrás del escenario y que desgarran nuestra esperanza. Nadie puede dedicar su vida a algo que es apariencia y engaño, sin que su alma se desgarre tarde o temprano.
La esperanza es Cristo. El medio es la Gracia de Dios. Sólo Cristo tiene palabra de vida eterna y sin Él nada podemos. ¿Qué hacemos poniendo nuestras esperanzas en seres humanos, mensajes o medios de este mundo? Sólo Cristo puede darnos la capacidad de ver más allá de los engaños que los prestidigitadores de la postmodernidad utilizan para deslumbrarnos y alejarnos de Dios. La Verdad es eterna y no cambia su traje cada veinte años. El Camino no cambia su recorrido dependiendo de quién está al mando de las estructuras humanas. La Vida no se retuerce para redefinirse por medio de cambiantes estéticas sociales.
Los simulacros y la prestidigitación los podemos ver tanto dentro como fuera de la Iglesia. Son los signos de nuestro tiempo y nada podremos hacer. Utilizando medios, planificaciones, liderazgos humanos sólo podemos construir Torres de Babel. Las Torres de Babel se reconocen porque crean confusión interna, enfrentamientos y dolor entre nosotros. Las Torres de Babel se vacían porque son apariencias humanas que intentan hacernos creer que nos pueden llevan a Dios. Igual que se dice en Génesis, intentamos llegar a Dios con medios humanos y guiados por nuestra soberbia:
«Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. De ese modo nos haremos famosos y evitaremos ser dispersados por toda la tierra»
(Gn 11, 4)
La soberbia dispersó a las gentes que quisieron llegar al cielo con medios humanos. La Torre de Babel quedó vacía. ¿Cuántas Torres de Babel actuales sólo atesoran desconfianza, recelo e incomunicación? ¿Cuántas Torres de Babel están quedando vacías actualmente? Mientras sigamos confiando en nuestras fuerzas estaremos abocados a construir más y más Torres de Babel. Miremos Nuestra Señora y démonos cuenta la razón por la que le llamamos Torre de David y Torre de Marfil. Ella dijo: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”. ¿Hay mejor sendero que la humilde docilidad que permite la entrega total a Dios?