Los pastores fueron corriendo al portal, pero al llegar allí no había nadie. Se quedaron muy extrañados, y decidieron ir al pueblo para ver si encontraban al Mesías. Comenzaron a preguntar, pero nadie supo responderles. ¿Qué había sucedido?
Entonces llegaron unos magos de Oriente con todos sus camellos y su séquito, y al encontrar reunidos a los pastores y al resto del pueblo, led dijeron:
- ¿Dónde está el Rey de los judíos? El rey Herodes nos dijo que iba a nacer aquí.
- Eso nos dijeron unos ángeles - dijeron los pastores - pero no hemos encontrado al Mesías.
Rebuscaron por todo el pueblo, pero no encontraban al niño, ni a María ni a José. Algo parecía ir mal.
- ¿Y la estrella?
- Pues cuando llegamos a Jerusalén desapareció...
Todos estaban consternados. ¿Sería posible que unos ángeles del cielo hubieran bajado para burlarse de los pastores? ¿O que la estrella de los cielos hubiera errado su camino? De pronto, donde estaban reunidos se apareció el ángel que había hablado a los pastores.
- Perdonen las molestias, pero nos nos han dicho de arriba que no va a haber Navidad.
- ¿¿¿QUÉ???
- Sí bueno... Es que parece ser que en el mundo hay mucho odio, peleas, y que cada uno va a lo suyo. Las fiestas se han convertido en puro consumo y malgasto...
Nadie se hace cargo de nadie, y mientras unos viven en medio de lujos, otros se mueren de hambre. Hay mucha falsedad, postureo y superficialidad, las nuevas vidas no son bien acogidas, y bueno, parece que el Todopoderoso en esas condiciones no quiere venir.
- Pero... Entonces ¿no hay Navidad?
- Nop.
- Perdone, señor Ángel, hemos recorrido todo Oriente para traer nuestros regalos al Rey, y...
- Bueno, es que no depende de mí. Solo he bajado a contároslo. Tendréis que apañároslas por las vuestras...
Y desapareció.
La confusión era monumental. ¿Quién salvaría ahora al mundo? ¡Sin Jesús el mundo iba a convertirse en un lugar horrible! Claro que, tal y como estaban las cosas, el Señor no tendría ningunas ganas de nacer. Total, ¿para qué?
Ya habían pasado muchas Navidades y todo seguía igual. Parecía que el mundo se había vacunado contra Jesús. Dios había tirado la toalla. Se celebraba su nacimiento sin ni siquiera mencionarle, e incluso en algunos lugares se consideraba ofensivo celebrar la Navidad.
El mundo no quería acoger a los niños, las mujeres no querían ser mamás, los extranjeros (como los magos) no eran bien vistos, y tantas rupturas en las familias hacían que muchos vivieran la Navidad en la soledad. Luces por fuera y oscuridad por dentro.
Todos estaban descorazonados. Pero de pronto empezó a brillar la estrella. Los magos, los pastores y los habitantes de Belén se quedaron sorprendidos. De pronto la estrella empezó a guiarlos, y ellos, a toda prisa, empezaron a seguirla. ¡Parecía que iba a llevarles a Jesús!
Primero la estrella se paró sobre un hospital, donde una madre soltera había decidido tener a su bebé a pesar de que todos le decían que abortase. Ahora, con su niño en brazos, supo que había hecho lo correcto. Allí nació Jesús.
Luego la estrella les llevó a una familia que, después de haber vivido separada durante años, se reconcilió y se volvió a unir. Los esposos se perdonaron y sus hijos volvieron a ser felices. Allí nació Jesús.
Luego la estrella los llevó a unas calles donde un grupo de jóvenes repartían mantas, café y bocatas a los pobres de la calle, y hablaban con ellos dándoles su cariño. Allí nació Jesús.
Luego la estrella les llevó a un convento solitario, donde unas religiosas desconocidas rezaban delante del Sagrario pidiendo por todos los hombres, incluso aquellos que ignoraban o se burlaban de su existencia. Allí nació Jesús.
Luego los llevo a una Iglesia, en la que en un confesionario años de pecados y errores de un pobre hombre eran perdonados por la absolución del sacerdote. Allí nació Jesús.
En aquella misma Iglesia, poco después, el sacerdote celebraba la misa y, al elevar la sagrada Hostia, el pueblo entero se arrodilló adorando al Dios escondido. Allí nació Jesús.
Luego les llevó a campamentos de refugiados, de inmigrantes y de desplazados que en medio de su pobreza se querían, se ayudaban unos a otros y los que eran cristianos celebraban la Navidad sin poco más que pan y agua. Allí nació Jesús.
Después la Estrella volvió a Belén, les llevó al pesebre, donde por fin encontraron al Mesías niño, recostado en un pesebre y acompañado por María y José. ¡Se emocionaron tanto al verlo! Se postraron ante Él y, con lágrimas en los ojos, le adoraron.
Este es el mundo que Él venía a salvar y, precisamente porque no era perfecto, tenía que nacer una vez más. Allí donde su gracia vencía al mal, su Nacimiento se hacía eficaz. Allí nacía Él, allí nace Él cada día, todos los días, en el silencio de los pequeños milagros.
¿Cómo sería el mundo si Jesús no hubiera nacido? No podemos ni imaginarlo. Quizá ya ni existiría. Por eso, otro año es Navidad, tiempo de recordar a todo el mundo que hay un Dios que les ama, que ha venido a salvarles y está deseando encontrarse con ellos.
Jesús sigue naciendo, sigue llamando a las puertas de nuestras posadas, y cuanto más le necesita el mundo, con más presteza viene a pedirnos que le recordemos el verdadero sentido de la Navidad.