Ayer ha habido tormenta en Madrid. De las bonitas. Con relámpagos provenientes del cielo y truenos provenientes del infierno, para hacernos reflexionar a todos sobre las realidades escatológicas. Veintitrés litros de agua por metro cuadrado. Como decía la noticia de ABC, “aunque excepcional, no supone ningún record”. Pero el periodismo “implicado y militante” no ha dejado pasar la oportunidad: se le cambia el nombre, -ya no es tormenta, es “gota fría” (hay que ser hortera)-, se pone en televisión algún cuatro latas sobre las aguas dándoselas de barco que es más el resultado de una alcantarilla atascada que de la furia del cielo, y ya tenemos noticia. Tema, el de siempre, adivinen cuál. Tan de alcance y tan internacional, que mis parientes argentinos hasta me llamaban para preguntarme “si estaba bien”. Les voy a confesar una cosa. Yo me hallaba ensayando con mi coro: la Novena de Beethoven. Los tenores lo hicimos fatal, y según terminamos el fragmento que practicábamos, sonó el trueno del siglo: en eso sí había una señal y no en los 23 litros de agua por metro cuadrado.
Que el clima cambia es un hecho incontrovertible, indiscutible. Todo en este maravilloso planeta azul llamado tierra cambia. El primero yo mismo, que soy más viejo y más pellejo cada día (Vd. también amigo lector, no se haga ilusiones). La tierra está viva. Hace veinte siglos un volcán se comió dos ciudades enteras con sus treinta mil habitantes, y hoy millones de turistas acuden raudos a ver sus maravillosas ruinas que sólo gracias al volcán han podido llegar a nuestros días en el extraordinario estado de conservación en que lo han hecho. Hace poco más de un siglo desapareció una isla en medio del Pacífico. No hace tanto, entre 1650 y 1850, se produjo la que la historia denomina “la Pequeña Edad de Hielo”, que a su vez, puso punto final al denominado “Optimo climático medieval”, que había durado cuatro. El mapa de la costa holandesa de hace cinco siglos nada tiene que ver con ese mismo mapa al día de hoy. Y hasta la Biblia nos habla de los siete años de vacas gordas y los siete de vacas flacas, hace ya tres mil.
¿Qué es nuevo pues? Que el responsable ya no es Dios, ni siquiera la Pacha Mama itself, ahora el responsable es ese nuevo diosecillo encaramado sobre sus cuartos traseros, capaz de caminar a dos patas y erguido que le ha salido al planeta. El responsable soy YO. YO soy el responsable de la tormenta de ayer. YO tengo la culpa de la tormenta de ayer. Y como yo, Vd. no se vaya Vd. a creer. Y como Vd., todos. Ergo el ser humano tiene la culpa. Ergo el ser humano es nocivo para la tierra. Ergo el ser humano debe desaparecer. ¿Pues no nos ha dicho el XXX (pongan Vds. el calificativo que prefieran) del Príncipe Harry de Inglaterra que él sólo va a tener dos churumbeles para "parar así el cambio climático"? Hace falta ser XXX (pongan Vds. de nuevo el calificativo, esto es un artículo interactivo).
Es curioso porque la denuncia la hacen, como siempre, los que menos deberían. Ahí tienen Vds. al XXX (pongan otra vez el calificativo que prefieran) de Harry, uno solo de cuyos vuelos en reactor en viajes de protocolo y aún privados consume más recursos de la tierra que una docena de voraces carnivoritos ingleses que pudiera llegar a alumbrar la flamante Duquesa de Sussex. Ahí tienen Vds. al que se forró con el temita en cuestión, ya saben quién, el glamouroso vicepresidente norteamericano del Partido Demócrata que le colocó a "precio de amigo" (580.000 euritos nada más, un chollo) el video dichoso sobre las apocalípticas consecuencias del cambio climático a nuestro ínclito Zapatero –bueno, a Zapatero no, a los españoles, a Vd. y a mí que pagamos impuestos, porque todo esto se hace con dinero público, faltaría más-. Luego supimos que tenía una mansión en algún lugar de los Estados Unidos que era, en su género, una de las que más electricidad consumía en todo el planeta. Claro, con algo había que pagar tanta luz, ¡qué mejor que con el dinero de los españoles!, esos seres calvos, bajitos y cabreados que se las ven y se las desean para pagar su cuenta de 40-50 euros al mes con que poder iluminar sus noches (y no dedicarlas a lo que siempre se dedicaron las noches) y aliviar sus inviernos.
En fin, de eso van los tiempos. Tiempos revueltos, tiempos “singulares”. Por la tormenta de ayer, primos queridos del otro lado del planeta, ni os preocupéis. Van a venir muchas en Madrid. Son preciosas. Eso sí, la próxima vez espero que mi cuerda de tenores y yo mismo seamos capaces de cantar mejor los maravillosos acordes que nos dejó el bendito Sordo de Bonn, para que no se cabree y nos mande otro truenito. Que a estas alturas del artículo, a nadie se le oculta que él y sólo él, fue el verdadero artífice de la tormenta (¿o debería decir "gota fría"?) que nos amenizó ayer la tarde madrileña. Y no le faltaba razón al muchacho, lo estábamos haciendo fatal…
Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
©L.A.
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