Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 31
“Cuando Jesús y sus discípulos llegaron a Cafarnaúm, los que cobraban el impuesto del templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: ¿Tu maestro no paga el impuesto del templo? Sí, lo paga, respondió Pedro. Al entrar Pedro en la casa, se adelantó Jesús a preguntarle: ¿Tú qué opinas, Simón? Los reyes de la tierra, ¿a quiénes cobran tributos e impuestos: a los suyos o a los demás? A los demás, contestó Pedro. Entonces los suyos están exentos, le dijo Jesús. Pero, para no escandalizar a esta gente, vete al lago y echa el anzuelo. Saca el primer pez que pique; ábrele la boca y encontrarás una moneda. Tómala y dásela a ellos por mi impuesto y por el tuyo.” (San Mateo 17,24-27).
Aquel impuesto había sido legalizado para contribuir a la reconstrucción del templo de Jerusalén, una vez que el pueblo israelita volvió del destierro de Babilonia, año 537 antes de Cristo, y se encontró todo en ruinas. Jesús pagó como uno más. Todos tenemos el deber de pagar al fisco, siempre que esté legalizado mediante los cauces parlamentarios legales.
Pero, lo que no es de recibo es espantar a la gente que debe invertir sus dineros en su tierra para la creación de puestos de trabajo. Toda acción que suponga meter miedo en el cuerpo social, industrial, económico e inversor, es una actuación moralmente reprobable, según la Doctrina Social de la Iglesia. Lo contó muy bien el director de cine, José Luis García Berlanga en su película titulada “Todos a la cárcel”, cuando en plena etapa de robos y saqueos de los años noventa, se celebraba en la cárcel Modelo de Valencia el día del preso de conciencia, a cuyos actos fueron invitados personajes de la política, la cultura y la farándula, ocasión propicia para hacer negocios ocultos, irregulares o ilegítimos. La ironía del maestro de cine puso en solfa un sistema personalista q que hacía aguas por todas partes.
Con la misma imagen de sarcasmo debemos tomarnos esos sustos anunciados de subidas de impuestos a “los más ricos”, cuando las cifras reales delatan que no llegan ni al uno por ciento de la población, siendo una pírrica frase demagógica de cara a la galería, tapando las propias vergüenzas de los miembros de una élite donde chapotean presuntos plagiarios, embusteros, delincuentes, defraudadores, separatistas y granujas de variado pelaje como los pavos reales.
Cuando, si nos dijeran la verdad, que es lo que nos recomienda la Doctrina Social de la Iglesia, será la sufrida clase media quien pague el pato, como siempre que se suben los impuestos para mantener unos servicios necesarios en la sociedad en la que vivimos. ¿Quién pagará el impuestazo al gasoil, sino el pequeño empresario que tiene una furgoneta para su trabajo, o el padre de familia que lleva a sus hijos al colegio camino de su oficina?.
Por Andalucía nos han llamado a las urnas regionales el 2 de diciembre, en vísperas de un acueducto durante el cual el público se evade a donde puede, pero eso sí procurando no gastar demasiado, porque el consumo ha bajado en picado, y la confianza en la seguridad jurídica ha pasado a la unidad de cuidados intensivos sociales, porque la imposición de la ingeniería social tiene un programa de más de doce años por delante. Mientras, en Jaén, estamos en plena feria de San Lucas, donde el pueblo desea diversión. Feliz feria, amigos.
Tomás de la Torre Lendínez